La producción de arroz, alimento básico en la dieta del cubano, sufre las consecuencias del recrudecimiento del bloqueo bajo la administración de Trump, y la persecución a la llegada de combustibles a Cuba limita el desarrollo del cultivo, pues “es difícil producir con la mirada en el mar esperando la llegada del barco”.
Así afirmó Guillermo Díaz López, especialista de la Unidad Científico Tecnológica de Base (UCTB) Los Palacios en la provincia Pinar del Río, quien añadió que no solo el cerco obstaculiza los suministros de hidrocarburos, sino también la adquisición de otros insumos necesarios al sector agrícola en el país.
Añadió que esos carburantes intervienen en casi todos las faenas productivas del grano, y cada actividad hay que realizarla en su justo tiempo, ni días antes o días después, y en el momento en que llega el combustible implica en ocasiones acelerar el ritmo, violentar pasos, por ejemplo en la preparación de suelos, al estar las siembras enmarcadas en un espacio de tiempo, y todo ello conspira en contra de los rendimientos.
También son imprescindibles en la limpieza del arroz y en otros muchos quehaceres de la gramínea, incluido el traslado a los campos de los obreros, algo que ha golpeado duro, pues en reiteradas oportunidades la fuerza de trabajo se ha diezmado por esa causa, con los consiguientes retrasos, en plantaciones donde abundan las labores manuales.
Y no solo esa práctica genocida perjudica el abastecimiento de combustibles –sentenció-, toda vez que el arroz para su producción necesita de potasio, urea y fertilizantes químicos importados, de ahí la importancia de hacer un uso racional de los recursos y buscar alternativas que sustituyan las compras en el exterior, encarecidas, al tener que recurrir Cuba a mercados lejanos.
Ante la conveniencia de incrementar los productos de fabricación nacional, un grupo de especialistas de la UCTB ha realizado experimentos con el método de trasplante mecanizado del arroz, y la introducción del CBFERT, fertilizante líquido de la ingeniería química, y en una parcela de 0,3 hectáreas, sustituyeron el 50 por ciento de la urea y el potasio, mientras no utilizaron pesticidas, señaló.
«En su lugar, empleamos el Quitomax, un bioestimulante fabricado por el INCA, que además posee un efecto colateral protector, y junto al novedoso CBFERT, permite prescindir de los pesticidas», aseguró.
Afirmó Díaz López, que la prueba se realizó para integrar los resultados experimentales al paquete tecnológico arrocero, mientras son buenos y no se nota la diferencia con el habitual proceder.
Pensamos –dijo- obtener entre 5,6 o 5,7 toneladas por hectárea y el cultivar empleado fue el INCA-LP7, obtenido en Los Palacios, tolerante a la sequía y a la salinidad.
El CBFERT fue logrado por especialistas del Centro de Ingeniería e investigaciones químicas y reduce las importaciones en la rama agrícola en la mayor de las Antillas, tarea de máxima prioridad, sobre todo en estos tiempos de crisis económica y de azote de la COViD-19.