Allí, a la sombra del único mogote fuera del Valle de Viñales, entre la tranquilidad del campo y la brisa de la montaña, está la finca Coco Solo.
Se presenta a los visitantes con un nombre que refiere la soledad de la formación rocosa, separada de sus similares y el blanco resplandeciente como masa de coco que se descubre tras los bejucos, de donde una vez se extrajeron grandes piedras para cimentar carreteras.
Propiedad familiar, el espacio se encontraba inutilizado cuando en el 2015, por la curiosa inquietud de garantizar el autoabastecimiento de su hogar, Orestes González Rivera, quien es gloria del béisbol cubano, incentivó la idea de tener en explotación esa porción de tierra para «sembrar lo que necesitábamos porque el costo de la vida es muy elevado en Viñales».
El emprendimiento ha rendido los más inesperados frutos, con premios a la Excelencia Gourmet y el de la popularidad de la revista cubana Excelencias.
DE LAS COSAS QUE UNO QUIERE Y LAS QUE PUEDE ALCANZAR
«Todo a lo que se dedique tiempo y amor tiene que ser exitoso. Uno comienza por construir una casita, luego una laguna, un pozo y el proyecto crece entre las manos hasta que se convierte en algo que nunca pensaste que sería posible».
Orestes habla despacio, bajo, con orgullo de lo logrado, porque es mucho más que lo que jamás soñó cuando, después de su retiro, quiso rescatar las tierras de su suegro para ponerlas a producir.
Confiesa que hubo un momento en que pensó desistir, había tenido muy buenos resultados en el deporte y quizás, a sus más de 40 años no quería enfrentar un fracaso, pero la vida lo sorprendió.
«Cualquiera pudiera pensar ahora que este es un proyecto sólido, que fue fácil al principio. Un amigo y yo veníamos todos los días y trabajábamos corrido hasta las tres de la tarde para desmontar la mayor cantidad de maleza posible.
«Después colocamos la cerca para delimitar el área en la que trabajábamos, pues los animales venían a comer malva blanca aquí. Cuando llegaba a mi casa tenía que arrancarme del cuerpo las garrapatas que recogía. Y sí, debo decir que dudé que fuera posible, aunque eso no me detuvo».
El proyecto comenzó una estrecha vinculación con la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, directivos del Parque Nacional Valle de Viñales y el Ministerio de la Agricultura. Con el apoyo y gestión de estas estructuras, se recibieron pequeños donativos de implementos agrícolas, casas de cultivo y sistemas de riego. Así, crearon un organopónico y la idea que surgió con el objetivo de producir para la familia se transformó en expresión material del ingenio, la curiosidad y el emprendimiento.
SOSTENIBLE POR LA CIENCIA Y LA ACADEMIA
«El bombero de Viñales», como los seguidores del beisbolista lo recuerdan, era experto en lanzamientos, pero de la agricultura solo tenía nociones básicas; decidió entonces, buscar asesoramiento de especialistas que hicieran sustentable su propósito.
«Por nuestros propios medios fuimos a Artemisa a ver una finca de prácticas agroecológicas, porque no poseíamos conocimientos del tema. Luego, por mediación del Citma y el Parque Nacional, asistimos a eventos para aprender de otras experiencias en el país, con una labor consolidada en este sentido.
«Braulio, un ingeniero agrónomo retirado, hizo los primeros aportes a la implementación de prácticas agroecológicas, pero ya no pudo asesorarnos más; después contratamos formalmente a un joven con una maestría en el tema. Su experiencia científica ha sido muy importante para los resultados que ostentamos».
Raudel Junco Rodríguez lleva ya algunos años con Orestes en Coco Solo. Su labor ahí es esencial, aunque no le priva de tener sus propias tierras en Puerto Esperanza, de donde es oriundo.
El joven refirió que ha puesto en práctica técnicas agroecológicas. «Desde la preparación del suelo para evitar la erosión, hasta la evaluación de factores como la pendiente del terreno y el uso de barreras vivas como la piña que evitan el desgaste en la composición química de la tierra».
La finca también utiliza la materia orgánica como fertilizante, dado que las hortalizas responden muy bien al proceso de compostaje; además asocian cultivos, como una solución natural para conseguir el aislamiento de plagas e instalan trampas de colores para insectos, debido a que según la experiencia de Raudel, «algunos como los trips son atraídos por la vivacidad de los matices».
El ingeniero declaró que siempre usan la tracción animal y otras técnicas como el cultivo cobertor para lograr un sellado del suelo, de modo que la lluvia no incida directamente sobre la tierra y la erosione.
«En Coco Solo estamos abiertos al intercambio académico y la retroalimentación con los estudiantes. Funcionamos como aula anexa al instituto politécnico de agronomía José Antonio González», añade Orestes.
BUENOS RESULTADOS Y NUEVAS VIDAS PARA DISFRUTAR
Orestes González Rivera fue lanzador del equipo Pinar del Río por 20 años, con 101 juegos salvados en series nacionales y destacado como el mejor relevista cubano durante cinco años.
Hoy ya no duerme con pelotas en la cama, como recuerda que lo hacía mientras jugaba. Hace 13 años se retiró y tuvo la oportunidad de entrenar a jóvenes en Venezuela y en Cuba; así como de jugar profesionalmente en Ecuador. Por estos días sus logros son muy diferentes a los de antaño.
Debido a la exquisitez con que se preparan los platos cubanos en la finca, sus trabajadores recibieron el Premio Excelencia Gourmet, apoyado no solo en los modos de preparación sino también en la utilización de cultivos naturales cosechados en las tierras de la propiedad.
Su atractivo destaca por la siembra de 20 000 posturas de tabaco, recorrido en el que se especializa Coco Solo como opción de ecoturismo para los visitantes foráneos. Se encuentra entre los destinos ecoturísticos ofertados por agencias como Cubanacán, Ecotur y Cubatur. También cuenta con 42 variedades de cultivos entre hortalizas, granos y viandas.
«El más reciente premio que recibimos fue el de la popularidad, puesto a votación para el público por la revista Excelencia, en el que competimos no solo con el prestigio de otros centros del país, sino también con el de personalidades como el deportista Mijaín López y el meteorólogo José Rubiera.
«El bombero de Viñales» ya no salva juegos, sino que opta por tratar de acercar un pedacito de su haber a quienes le quieran escuchar o tomar como referencia para estimular la agricultura sostenible y ecológica. Antes de partir, lo increpo sobre cuál etapa de su vida ha disfrutado más, si la agricultura o el béisbol. Sin dudar responde que cada cosa en su tiempo. «Esta es una etapa de mi vida en que quiero actividades más reposadas, la finca me provee de esa satisfacción».