Reconocido por muchos como uno de los imprescindibles del campo corto pinareño está Félix Iglesias. Un sabio del béisbol provincial e integrante de aquellos luminosos Vegueros que alzaron por vez primera el título de campeones nacionales.
A “tierrita”, como le apodó el público, se le recuerda por esas jugadas fenomenales con Alfonso Urquiola. También por los batazos a la hora buena y esa visión del juego que le valió el sobrenombre del “brujero de Sanguily”, calificativo que le acompaña hasta la fecha.
Félix, con sus más de 70 años, conserva una memoria prodigiosa. Ya no tiene la visión de entonces, casi ciego anda en su casa de Consolación del Sur, auxiliado de Mariví, su esposa, que es hoy fiel escudera del para cortos pinareño. Eso sí, sentado en un sillón de madera torneada relata como si estuviera viviendo sus tiempos mozos en el béisbol cubano.
Perdona, pero jamás olvida las muchas injusticias cometidas con su generación, especialmente con él, que, a día de hoy, espera el retiro que merece por tantos años vinculados a la pasión de los cubanos, la pelota.
Su carácter afable lo mantiene vivo y luchando, ofrece consejos y no pierde la comunicación con esos hombres de la pelota que pasaron a la historia como leyendas vivas de nuestro deporte más encumbrado.
¿Cuáles son los atletas de su época que más recuerda?
“Empezamos a jugar desde los escolares. El primer año que la provincia ganó un campeonato nacional fue con nosotros, 15-16 años, lo ganó Giraldo Iglesia Urquiola, Bonifacio Hernández y yo.
“Alfonso y yo teníamos una cosa especial para jugar. Nosotros salíamos juntos y dormíamos juntos. Nos conocíamos por los respiros, vaya. Sabíamos qué queríamos. Por ejemplo, íbamos al cine caminando, Alfonso cogía un papel, lo tiraba para arriba y me decía ‘arriba’, yo lo atrapaba. Y cuando no, se lo decía a él.
“Cuando jugábamos era parecido, tira la pelota para la almohadilla, si no llego, que el público se encargue de mí, y si no, que la emprendan contigo, por eso siempre estábamos ahí, había compromiso. Nosotros rompimos récords de doble play en Cuba.
“También me llevé bien con Anglada, él estuvo en la escuela nacional conmigo; con Isasi, muy buen jugador. Jugué con ellos tres”.
¿Cómo era Félix de niño?
“El padre mío sembraba con una yunta de buey y era estibador en el central Sanguily. A mí me ponía siempre a apilar arroz porque había que comer, entonces mis amigos me ayudaban a pelar arroz para que yo pudiera ir a jugar pelota. Pero un día le dije a mi papá ‘voy a salir por el radio y por la televisión, y de esos bueyes no quiero saber más’. Recuerdo que se llamaban Comandante y Coronel.
“Él me decía: ‘Bueno, está bien, haz lo que tú quieras’. Y así mismo fue, mucho sacrificio para poder jugar a las siete de la noche en el estadio de Sanguily, de ahí salieron buenos peloteros. Por eso me decía, ‘tengo que hacerlo igual que esos peloteros, tengo que ser grande’.
“Hice el equipo Cuba Juvenil a una cuadrangular a Venezuela en el ‘72, y cuando vine le dije a papá: ‘¿Bueno, dime, qué? ¿Y los bueyes y el arroz? ¿Qué?’. El viejo me contestó ‘no, no, está bien, puedes hacer lo que tú quieras’. Y así fue que me encaminé para el equipo Cuba. También hice el Cuba B, estuve en 1980 con ellos en Nicaragua, fue una etapa bonita de mi vida”.
¿Piensa usted que la metodología en las captaciones de antes daban más resultados que las de ahora?
“Sí, yo entiendo que sí. Casi todos los peloteros hoy son de Pinar del Río, no hay ni un pelotero de Punta de la Sierra, Guane, Sandino o de Bahía Honda, de ninguna parte. Te aseguro que los peloteros, toda la vida han sido guajiros, no pueblerinos como digo yo. La gente de la ciudad es de ir al cine, después llegó la computadora, y esa cosa ahora del teléfono. Pero los peloteros de verdad, como nosotros, jugábamos sin zapatos, en el campo, en los centrales principalmente. Ahí es a donde deben ir nuestras captaciones.
“Lo que pasa es que en la actualidad es más fácil no trabajar, y buscarlos cerca, pero antes había que ver la cantidad de muchachos que eran buenos, no solo en pelota, sino en otros deportes. La mayoría de la matrícula de las Eide son de los municipios más cercanos, de los otros tienen muy pocos”.
Muchos hablan que Pineda les enseñó a jugar y a ganar a ustedes
“Es bueno recordar esas cosas, pero también a los entrenadores que trabajaron con nosotros. Esos sí nos hicieron peloteros. Lacho, Pando, Varó, Emiliano Tellería, entre otros. A veces se olvidan de ellos, simplemente cogen al último que tuvo resultados.
“Pineda, por ejemplo, nos coge a nosotros luego de perder el play off con Las Villas, cogimos el tercer lugar. Pero ya después todo el mundo estaba engrasado, listos para ganar. Y ganamos. Eso sí, Pineda tenía mucha psicología para tratarnos.
“Un día aquí íbamos a jugar en la inauguración de la selectiva contra Matanzas en 1980. Estoy bateando la práctica, y el último batazo tiró el bate al aire y doy jonrón y le dije, ‘el domingo voy a decidir el juego con uno igual que ese’. Alfonso estaba al lado mío y dice ‘yo también’, eso fue el miércoles o jueves, el domingo en dos y dos le di jonrón a Anselmo Martínez, vino Urquiola e hizo lo mismo, cuando pasé por donde estaba Pineda, me dijo bajito, ‘eres el brujero, y de los malos, de Sanguily’, y se empezó a reír”.
También eras un atleta inteligente y muchos lo recuerdan sobre todo por las excelentes jugadas, pero igualmente eras muy oportuno. ¿Se preparaba para esos turnos?
“En las dos selectivas que ganamos, ’79 y ’80, yo tenía que jugar todos los días, solo hice seis errores en una, y siete en la otra. Observaba muy bien a los lanzadores. Qué tiraban en conteo, cómo dominaban a mis compañeros, me preparaba bien, sabía lo que había que hacer, hablábamos mucho entre nosotros, eso te daba una visión del juego. Tú tienes que pensar siempre antes que suceda la jugada. Si no, ¿por qué dicen que los peloteros hoy en día no saben jugar pelota? Como tú vas a jugar pelota sin saber cómo está lanzando el contrario”.
¿Cuál fue el pitcher que más difícil se le hizo?
“Mi amigo Jesús Guerra. No sé lo que tenía que no le podía dar, vaya, darle bien a la pelota. El otro fue el guajiro Omar Carrero. Eran lanzadores muy inteligentes”.
¿Me gustaría que me hablara de su experiencia en el extranjero como entrenador?
“He estado en cuatro misiones. En Brasil, en Italia y dos veces en Venezuela. En Brasil están plagados de japoneses. Ahí tienen tremenda disciplina, que es la que no tenemos nosotros. Constancia para el deporte, pero lo principal que tienen ellos es la seriedad en los entrenamientos. Además, cuentan con muchos implementos.
“En Italia había muchos cubanos conmigo, ellos están muy agradecidos del trabajo que hicimos. Lo mismo los brasileros que los italianos. Y ya en Venezuela nos llamaban los pícaros, sabían que los cubanos jugábamos una pelota caliente, lo mismo tocábamos bola que dábamos batazos. Decían que éramos muy marañeros. Pero aprendieron cantidad de nosotros y yo en lo personal hice muy buenos amigos que aún conservo”.
Usted atendió por mucho tiempo a las glorias deportivas en Consolación, ¿cuál es su opinión sobre el tratamiento actual a ellos?
“Yo le decía que no entendía por qué, cuando vienen delegaciones aquí a Cuba, utilizan a seis figuras nada más de glorias deportivas. Si aquí todavía existe una pila de campeones mundiales, de gente buena, y solo llaman y atienden a los mismos. Se están escapando miles de figuras y se van y se quedan. Los jóvenes están viendo cómo nos tratan, entonces imagínate, cómo vas a explicarles a ellos, en eso hay que trabajar, pero hacerlo bien.
“Muchos atletas le han perdido el respeto a eso. ¿Para qué ser gloria deportiva? ¿Qué están dando? ¿Cuál es el acompañamiento? Eso daña directamente a los jóvenes, que son los que se decepcionan y después se cansan y se van. A mí mismo me ofrecieron dinero por irme para los Dodgers, pero eran otros tiempos, había compromiso y las necesidades eran diferentes”
¿Cómo lo ha ayudado la familia en esta etapa de su vida?
“Mi familia es lo mejor. Tengo cuatro hijos de varios matrimonios, pero esta mujer que ves aquí, Mariví como le dicen, me encaminó siempre, al igual que mi suegra, ellos han sido mi sostén, y ahora que no veo casi nada son mi bastón, mi alegría, también mis hijos que los quiero mucho.
“La familia es un aspecto importantísimo para cada persona, es la que te aguanta todos tus rollos, por eso siempre he dicho que uno debe cuidarla al máximo y hacer por ella. La pelota te quita mucho tiempo que después no puedes recuperar jamás. Y ahora como estoy, creo que la familia para mí lo es todo, no sé vivir sin ellos la verdad”.
¿Cuál sería el mensaje de Félix Iglesias para las nuevas generaciones de atletas?
“Primero enviar un mensaje a la fanaticada pinareña, a los que me decían tierrita, porque el traje mío siempre estaba lleno de tierra. A las nuevas generaciones, solo decirles que para convertirse en un buen pelotero hay que sacrificar mucho, hay que practicar bastante. Otra cosa, para hacer un buen pelotero hay que ser disciplinado, hacerle mucho caso a los entrenadores que tienen al frente. Yo he tenido bastantes alumnos que han sido excelentes, Erly Casanova, Juan Miguel Miranda, a ellos les explicaba bastante y les daba muchos consejos. ‘El que no oye consejo, no llega a viejo’, como dice el refrán”.
¿Cómo le gustaría que lo recordaran?
“Quisiera que me recordaran con el número siete. Mucha gente me dice cuando salgo a la calle ‘dime número siete’. Eso da una alegría tremenda. Gran cantidad de aficionados se grabaron el número de nosotros. Se grabaron el número de Alfonso, el mío, el de Casanova, Rogelio, Oliva.
“Esa generación de Julio Romero, esa generación fue la que hizo vivir a Pinar del Río los momentos más felices de su historia. Quiero que me recuerden como ese hombre cariñoso, que nunca dejó de entrar al terreno a dar el máximo, la vida, ese que no tenía miedo y enfrentaba las cosas como vinieran.
“Que sepan siempre que no fui perfecto, pero intenté ser bueno cada día, que me equivoqué, pero enfrentaba los problemas, que se superó y se hizo licenciado. Que siempre vi en la pelota una forma de dar alegrías, no de vivir de ella como muchos lo hacen hoy. Consagración y entrega, ese soy yo, un guajiro de Sanguily, que dejó los bueyes por la pelota, y al que Pineda le puso el Brujero de Sanguily, por la facilidad de ver el futuro antes de que pasara”.