Prestos a sacrificar sus preciosas vidas para servir a la Patria y consolidar así un «programa de justicia social, de libertad y democracia, de respeto a las leyes y de reconocimiento a la dignidad plena de todos los cubanos», signaron Fidel Castro y José Antonio Echeverría la trascendental Carta de México, que supuso un pacto de unidad entre el Movimiento 26 de Julio y el Directorio Revolucionario.
La alianza se materializó en la lucha. El dos de diciembre de 1956 los expedicionarios del Granma arribaron a las costas del oriente cubano y apenas tres meses más tarde, el 13 de marzo de 1957, un comando del Directorio Revolucionario irrumpía en el Palacio Presidencial presto a ajusticiar a Fulgencio Batista, mientras que un segundo grupo tomaba la emisora Radio Reloj para anunciar la muerte del tirano y convocar al pueblo a una huelga general.
Sin saber que la acción de Palacio se había frustrado, José Antonio Echeverría, presidente por entonces de la Federación Estudiantil Universitaria, logró adentrarse a una cabina de la emisora y coaccionar al locutor para que le permitiera pronunciar su famosa alocución: «Pueblo de Cuba… En estos momentos acaba de ser ajusticiado revolucionariamente el dictador Fulgencio Batista. En su propia madriguera del Palacio Presidencial, el pueblo de Cuba ha ido a ajustarle cuentas…».
Luego se dirigió a la Universidad, donde estaba previsto un contacto con los estudiantes, pero el auto en el que viajaba fue interceptado por un patrullero. «El Gordo» disparó contra sus atacantes, pero las balas enemigas impactaron su cuerpo y calló herido sobre la calle. Cuentan que se incorporó por un momento con el revólver en la mano, pero otra ráfaga remató al infatigable combatiente.
En su testamento político había asegurado: «Si caemos, que nuestra sangre señale el camino de la libertad. Porque, tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo. Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo».