Marcado por las muchas historias, dueño de leyendas y éxitos del béisbol pinareño aparece él. El estadio Capitán San Luis, una de las instalaciones más conocidas de Vueltabajo, el albergue de nuestras series nacionales este 19 de enero cumple 56 años de creado.
Innumerables hazañas se han vivido en esta instalación que, con el paso del tiempo, ha hecho soñar a los más escépticos y vibrar de alegría a los fanáticos apasionados y fieles seguidores de nuestro pasatiempo nacional: la pelota.
En el “San Luis” pinareño se atestiguan no solo los jonrones de Casanova o Linares, está también impregnado de los éxitos de Lazo, Guerra, Rogelio… Las hazañas de Vegueros, los campeonatos de Pineda, Jorge o Urquiola.
Llegar a los 56 años se dice fácil, pero no lo es, hay un recorrido marcado por la historia y pasión, dos palabras que de por sí identifican al deporte.
En su interior están las sensacionales jugadas de Giraldo desde el shorstop, los ponches de Costa dominante a su antojo, y las múltiples historias tejidas desde nuestras gradas. El público siempre como protagonista. La conga haciendo de las suyas, con el ritmo y los acordes perfectos, el coro pegajoso; la gritería al árbitro que se equivocó y perjudicó al equipo local.
El estadio Capitán San Luis, en el año de la 64 Serie Nacional y de la tercera Liga Elite, se viste de lujo con nuevos bríos. Reparaciones en varias áreas de la instalación hacen soñar con un buen espectáculo, muy superior a lo que hemos vivido en otras series nacionales.
Velar por la protección de sus recursos, con marcado interés en los colchones, está entre las prioridades que hoy deben tener. Utilizar al máximo los espacios, la construcción de un gimnasio de nuevo tipo y la renta de espacios para ser autosustentables son de las acciones más inmediatas.
Pantalla de nuevo tipo para mostrar el conteo y otras informaciones adicionales; una jaula de bateo portátil y otra en los límites superiores con césped artificial; reparaciones al club house de cada equipo, y el arte dentro de sus instalaciones adornan lo que será este año, nuevamente, el cuartel general de los vegueros.
Aquí se respira un aire de modernidad, aunque quedan brechas por saldar hacia adentro.
La alegría inunda también a los trabajadores de esta instalación que, después de cinco décadas y seis años, aún es el lugar preferido por los amantes del béisbol, el sitio donde no solo llegan los niños. El añoso abuelo que disfruta de la pelota, es el lugar preferido por las multitudes en esta Isla de sueños y realidades, en este pedazo de tierra donde la pelota es más que una pasión.
El béisbol es idiosincrasia; el béisbol es cubanía; el béisbol, junto al tabaco, sigue siendo identidad pinareña y, desde el Capitán San Luis, se defienden, porque las cosas buenas se defienden con el corazón y nunca es suficiente.
El San Luis recibirá los agasajos con un partido de béisbol con los elencos de Viñales y Pinar, como parte de la Serie Provincial.
En pocas jornadas mirará sigiloso las nueve semanas de preparación rumbo a la tercera Liga Elite. Conoce como nadie que para seguir llenándose hasta su máximo esplendor, deben apretar duro los elementos que les permitan brillar como equipo y ser menos egoístas como individuos.
Por estos días, sus pasillos interiores, esos que no son visibles por el público, tienen en la academia provincial Juan Castro a más de 30 peloteros, y quiere que las salas más exteriores se conviertan en gimnasio de trabajo para la fuerza y la parte aeróbica.
Sus trabajadores no duermen, sueñan despiertos, labran la tierra, le pintan con esos colores marrones y verde que distinguen la instalación, la ubican en el mapamundi del béisbol cubano, desde el occidente de Cuba, como el lugar sagrado para los amantes de una pasión que nos sobrepasa en todas las dimensiones posibles.
Felicidades a los trabajadores del estadio Capitán San Luis, felicidades al pueblo que ha logrado mantener viva la tradición de visitarlo y disfrutar de cada espectáculo desde la casa grande de los peloteros pinareños, confiados en que este lugar, es un panteón enorme a la inmortalidad de la pelota local.