Se nombraba realmente Antonio Sánchez Díaz, y dicen que se distinguía por su asombrosa puntería y el coraje en el combate, aquel soldado del Ejército Rebelde llamado luego Comandante Pinares, quien con el apelativo de Marcos cayera hace 55 años en Bolivia –el 2 de junio de 1967- como integrante de la guerrilla internacionalista encabezada por Ernesto Che Guevara.
En la casa de unos campesinos de la aldea de Peñón Colorado fue sorprendido junto a su compañero Casildo Condori Vargas, boliviano, mientras cumplían una misión de reconocimiento y avituallamiento. Allí fueron ultimados.
Treinta y nueve años tenía al morir el Comandante Pinares, el nombre con el cual definitivamente pasó a la historia, quizás porque se sabía que le gustaba mucho. Y es que sus camaradas del Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra, lo llamaban sencillamente “Pinares” cuando todavía no era Comandante, aludiendo a su tierra de origen, Pinar del Río.
Nació en la localidad rural de San Diego de los Baños el 7 de diciembre de 1927, miembro de una familia numerosa y pobre que trabajaba en tierra arrendada, de sol a sol, en el cultivo de tabaco. Desde los siete años acompañó a su padre en las faenas del campo, y acudía a una escuelita pública.
Sus allegados coinciden en que era un niño vivo, enérgico y muy alegre, amante de las bromas, aunque nada permisivo con lo mal hecho. De joven fue aficionado a la caza con armas de fuego, lo que le permitió hacerse de una buena puntería que después lo distinguiera con el fusil y la ametralladora durante la guerra liberadora en la Sierra y el Llano.
De chico apodado Tite, en la adolescencia sentía necesidad de conocimientos y progreso. Al vencer el séptimo grado matriculó en la escuela de Comercio, al tiempo que cumplía labores de campesino y albañil.
La conciencia de aquel joven inteligente y amante de la justicia fue madurando en medio de su bregar arduo por la vida. El golpe de Estado de Fulgencio Batista en 1952 fue decisivo en ello, como para tantos de sus contemporáneos. El destino de Cuba, pensaban, ameritaba un cambio drástico y ejemplar.
Como antibatistiano confeso participó en manifestaciones y algunas acciones de sabotaje.
A pesar de esto, no lo envió ninguna célula del movimiento 26 de Julio cuando decidió, por voluntad personal indetenible, viajar desde Pinar del Río hasta el Oriente del país para incorporarse a la lucha liberadora iniciada en 1956 por Fidel Castro.
En abril de 1957, después de un segundo intento, Antonio Sánchez Díaz llegó a la Sierra Maestra y se presentó ante la dirección del Ejército Rebelde. Allí nadie lo conocía, pero su determinación y firmeza fueron posiblemente la mejor carta de presentación.
Por su fuerte complexión física, su primera tarea fue cargar la única ametralladora de calibre 30 con que contaban. Lo de su acertada puntería vino de forma inmediata y el arma lo acompañó a todas partes durante un año.
En aquel medio tan hostil, escenario de cruentas batallas, desarrolló su intrepidez natural y valentía, sin perder la jovialidad y alegría propias de su personalidad.
Ganó el grado de capitán en el combate de Purialón, en la Batalla del Jigüe, donde cayera en combate su jefe, el Comandante Andrés Cuevas.
Con ese mismo grado partió de El Salto, en la Sierra Maestra, en agosto de 1958 como jefe de la retaguardia de la Columna invasora liderada por el Comandante Camilo Cienfuegos, quien por su heroico desempeño en la lucha insurreccional le asciende a Comandante del Ejército Rebelde el 4 de enero de 1959, en Ciudad Libertad.
Y continuó la forja de una personalidad revolucionaria, entregada y noble, dentro de la obra iniciada el primero de enero de ese año. Ocupó diferentes cargos en las Fuerzas Armadas Revolucionarias y realizó estudios en escuelas militares que cualificaron sus conocimientos.
Su hermana Cristina siempre ha recordado la felicidad y orgullo que a él le produjo ser elegido miembro del primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba en 1965.
El 20 de noviembre de 1966 el Comandante Pinares arribó a Bolivia, luego de dar el sí al llamado del Guerrillero Heroico para ir a combatir por la libertad en algún lugar de Nuestra América. El Che lo consignó en su Diario: «A mediodía llegaron Marcos y Rolando. Ahora somos seis…».
En la última anotación referida a Marcos y fechada el 15 de abril, aparece: «Se completó el armamento del grupo, asignando la ametralladora 30 a la retaguardia (Marcos), teniendo como ayudantes a los de la resaca».
Dos días más tarde se produjo la división de la guerrilla en dos grupos, y Marcos formó parte del dirigido por Joaquín (Vitalio Acuña), integrado mayormente por enfermos, sobre el cual se desataría una feroz persecución.
A 55 años de la desaparición física del héroe cubano, patriota e internacionalista, se siente una certeza, sin estridencias ni augurios: él vive en la historia y en la memoria.