Los meses de julio y agosto de este 2022 distaron mucho de ser el añorado periodo vacacional de estudiantes, maestros y padres. Los tradicionales meses veraniegos trajeron sinsabores que pesarían, si se ponen en una balanza, más que las horas de ocio, descanso y divertimento que muchos pinareños tuvimos.
No sería necesario enumerar las razones para tal afirmación, sino que se impone reflexionar sobre cómo ese complejo escenario en que vivimos repercutirá, irremediablemente, en el reinicio de un periodo lectivo cargado de desafíos.
El próximo lunes reinician las clases en Cuba. En recientes declaraciones a la prensa, Ena Elsa Velázquez Cobiella, ministra de Educación, expresó que en los centros educacionales se toman todas las medidas higiénico-sanitarias para prevenir la transmisión de enfermedades como la COVID-19 y el dengue.
Remarcaba la titular que “se están haciendo análisis de todas las medidas. A diferencia de otras etapas, se impone la presencialidad, y cada provincia, municipio y escuela deben prever lo necesario para que el proceso docente-educativo no se afecte”.
Y tal vez ahí radiquen las principales preocupaciones de padres y maestros, pues es imposible no cuestionarse el impacto negativo que las dificultades que atravesamos puedan tener en el desarrollo cognitivo de los educandos, en el rendimiento académico y la calidad del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Resulta ilógico pensar que luego de una noche sin dormir un estudiante asimile nuevos contenidos o se muestre activo en clase. Pero tampoco un profesor podría planificar una lección atractiva, dinámica o motivadora cuando no ha podido pegar un ojo matando mosquitos o echando fresco con un cartón.
Como dice el refrán, no se puede pedir peras al olmo. Pero la educación en Cuba es prioridad y de ella depende el futuro del país. Por eso es indispensable que durante los meses restantes exista consenso entre las partes, comprensión, flexibilidad y buena voluntad.
La COVID-19 hizo que el sistema educacional prescindiera de la presencia física del maestro y se volcara al plano virtual, televisivo. Y si somos realmente francos, hoy se ven los espacios vacíos en la preparación de los estudiantes.
Es por eso que el reinicio de este periodo lectivo, al igual que el nuevo curso que empezará en noviembre, requerirá de un esfuerzo extra por parte de todos. La familia, como escuela principal en la formación de los hijos, ha de ser comprensiva en temas escolares, pero más que todo ser partícipes del proceso para que llegue a término feliz.
Por su parte, las instituciones han de mostrar tolerancia, paciencia y recurrir a estrategias eficaces que permitan siempre sumar y no restar, aunar en vez de disgregar para que su objeto social se cumpla como debe ser.
Durante una visita a la provincia para chequear los preparativos de la reanudación del curso escolar, Eugenio González Pérez, viceministro de Educación, insistió en que la escuela debe organizar los horarios para aprovechar la energía al máximo, pero también enfatizó en la importancia de que los docentes prioricen su preparación metodológica como garantía del proceso.
Imbricar a la comunidad y a la familia en las labores de higienización y limpieza en las escuelas, como convocaba el viceministro, puede ser quizás el primer paso para que lo que resta del curso se materialice de la mejor manera, aun en medio de las dificultades.
Se espera que la situación energética del país mejore para fines de año, pero como el propio Presidente afirmara recientemente, los buenos augurios que se pronosticaron el pasado mes de junio no se concretaron, y el verano se tornó tenso, aún lo es.
La voluntad del Estado cubano es garantizar las condiciones indispensables para la continuidad del curso, que las aulas reciban al estudiantado de la mejor manera, incluso a pesar de tantas carencias que afectan a todos.
Los próximos meses incluirán, probablemente, horas de estudio a la luz de velas o lámparas recargables; cabeceos incontrolables frente a la pizarra y hasta alguna que otra ausencia injustificada. Por eso requieren de un esfuerzo extra de parte de todos, para que siga siendo la escuela el núcleo central y primordial de la educación.