El 17 de enero es de conmemoración para Pinar del Río. En dos ocasiones estuvo Fidel Castro un día como ese en esta provincia: en 1959, con parte de su caravana de la libertad, y en 2001 para reinaugurar el Palacio de Computación, que ocuparía el que fuese el inmueble de la Sociedad de Instrucción y Recreo de la Colonia Española.
En esa ocasión, aunque en calendario más reciente dentro de la historia, el Comandante dijo: “Ya se llama Palacio de la Computación y ese es un nombre muy respetable, destinado a permanecer tantos años como permanezca la Revolución, es decir, siempre…”, el compromiso permanente del colectivo de trabajo de brindar un servicio de excelencia.
Quiso la historia unir en fechas dos jornadas memorables para esta tierra. La primera, quizás, es como un parteaguas en la memoria de esta provincia.
Cuentan quienes lo vivieron, que desde muy temprano estaba la multitud congregada esperando a su líder tras el triunfo revolucionario, pero no fue hasta pasadas las ocho de la noche que llegó.
Por más de dos horas habló al pueblo: “No había venido a Pinar del Río porque tuve necesidad de permanecer en La Habana durante varios días. Tal era el fervor revolucionario de esta provincia, tan grandes han sido sus méritos en esta lucha, que durante el trayecto entre Oriente y La Habana me llegaron las insinuaciones de numerosos compañeros, pidiéndome que antes de llegar a La Habana viniese a Pinar del Río. No era posible, sin embargo, detener la marcha de toda la columna para hacer un rodeo por la provincia de Pinar del Río, y yo les respondía a esos compañeros: ´No se preocupen, que a Pinar del Río no lo tenemos olvidado, que a Pinar del Río iremos´.
“Hemos llegado tarde, y sabemos que desde hace muchas horas nos estaban esperando; no fue tampoco por nuestra culpa, y es que durante todo el trayecto nos encontramos también miles y miles de pinareños con los que hube de detenerme a hablarles también, en algunos casos, como fue, por ejemplo, en Artemisa, donde todo el pueblo absolutamente se reunía en una concentración multitudinaria que llamó la atención en una ciudad del tamaño de Artemisa. Pero al fin hemos llegado”.
Así decía en los inicios de su discurso a los allí reunidos. Habló sin reparos de la prensa extranjera, de la manipulación mediática que intentaba desacreditar a la Revolución, a la gesta del Moncada, a los Barbudos.
Y, sobre todo, enunció los desafíos, lo que este pueblo tenía que hacer para alcanzar niveles adecuados de justicia social; habló de educación, de salud, de vivienda y del ejemplo que sería Cuba, justamente desde el triunfo para el resto del mundo:
“Quizás una de las injusticias más grandes que se quiera cometer contra un pueblo, quizás una de las canalladas más grandes que se quiera cometer contra una nación, quizás una de las calumnias más repugnantes que jamás se haya lanzado contra una congregación humana, contra una idea justa, contra una causa honrada, es la que en estos instantes se trata de lanzar en el mundo contra el pueblo, contra la nación y contra la Revolución Cubana.
“Repugna, verdaderamente, que en los instantes en que más feliz ha sido este pueblo, en los instantes en que quizás no haya en el mundo otro pueblo más feliz que el pueblo cubano, demostrado en la alegría desbordante de cientos y cientos, más que cientos de miles, millones de ciudadanos, en los instantes en que una nación, cuyos sedimentos se iniciaron hace siglos, y es por primera vez enteramente libre y culmina en triunfo verdadero por primera vez sus esfuerzos para un destino mejor, en esos instantes, los más grandiosos de nuestra patria, los más extraordinarios de nuestro pueblo, cuando ha dado esta nación un ejemplo que ha conmovido al mundo, un ejemplo que no tiene paralelo en la historia de América y quizás en la historia del mundo, sin que con ello exagere, porque se había dado por sentado de que en los tiempos modernos un ejército armado de aviones, de tanques y de todos los equipos modernos de guerra, era absolutamente imposible derrotarlo con una insurrección del pueblo; se daba por imposible que un pueblo desarmado pudiese vencer al ejército en esas condiciones. (…) La Revolución Cubana, al hacer añicos el aparato militar de la tiranía, al desarmar el ejército completo y al poner en fuga a todos los generales juntos, ha puesto el dedo en la llaga de la América Latina, y ha despertado una esperanza extraordinaria”.
Bajo un silencio extraordinario, apenas interrumpido por ovaciones y aplausos, los pinareños escucharon a Fidel por primera vez. En una tribuna improvisada sobre una rastra de la fábrica de refrescos Jupiña, en la intersección de la entonces calle Martí y la avenida Rafael Ferro, este hombre devolvía la esperanza a la que fuera la tierra más olvidada y abandonada del país.
En ese lugar hoy ondea una bandera, y una tarja marca el lugar que desde entonces es histórico en la principal arteria de la ciudad.
Como aquella y otras decenas de veces, se rememoró la entrada de la caravana. Integrada en esta ocasión por jóvenes estudiantes y trabajadores de los diferentes sectores y combatientes.
Un grupo de pinareños recibieron el carné que los acredita como militantes de la UJC, en tanto, Leyanis Carmona Díaz, secretaria de esta organización en Vueltabajo, significó: “Son momentos de definiciones y los jóvenes revolucionarios las tenemos claras, habrá quien intente sembrar el egoísmo, pero somos martianos y fidelista.
“Es momento de asumir con valentía y firmeza ideológica la etapa que nos ha tocado vivir, 65 años atrás ellos sabían que el trayecto no sería fácil, como nosotros sabemos que el nuestro no lo es, porque no parece que cambiará en 2024 el recrudecido bloqueo y la hostilidad del imperio vecino en el empeño de destruir la Revolución, pero como bien aprendimos del Comandante en Jefe, el camino está lleno de obstáculos, pero nosotros somos hombres y mujeres que enfrentamos siempre las grandes dificultades hasta alcanzar la victoria.
“Los jóvenes pinareños seguiremos construyendo sueños y defendien