Desde el 24 de marzo pasado hubo un silencio aparente en el sistema educacional cubano. De repente, el bullicio diario de las escuelas se convirtió, para el alumnado, en una especie de vacaciones con sesiones lectivas y confinamiento en el hogar, todo forzado por un enemigo sin rostro que no distingue en grados ni edades.
El esfuerzo realizado por el Ministerio de Educación para que el curso escolar no se interrumpiera en su totalidad es meritorio. Las clases televisadas o disponibles en plataformas digitales así lo corroboran, y aunque ha sido válida la estrategia, es innegable que la figura presencial del maestro continúa siendo insustituible.
Quizás hasta para algunos resulte cómodo estar sentado frente a una pantalla y copiar o tomar nota del contenido que corresponda, pero y cuándo surge una interrogante o un razonamiento ¿a quién preguntarle? ¿cómo socializar el conocimiento?
Desafortunadamente, no en todos los hogares los padres exigen de igual forma a los hijos, ni siempre están disponibles o capacitados para aclarar dudas, que, como es lógico, puedan aparecer.
De ahí la importancia de que, en esta primera fase, en la cual directivos y trabajadores del sector educacional se reincorporan a las instituciones, se cumpla el objetivo fundamental: alistar los centros y especialmente a los profesores para reiniciar y culminar el curso en la etapa prevista.
La ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez Cobiella, se refirió en el espacio de la Mesa redonda a las principales acciones a realizar durante la etapa, que incluyen solucionar los problemas que existan en las escuelas para garantizar el cumplimiento de las medidas sanitarias y evitar el hacinamiento.
Es este último aspecto un tema fundamental en la reanudación del presente curso y el comienzo del próximo, pues es una oportunidad para que los docentes atiendan mejor las diferencias individuales de los alumnos y aseguren una superior aprehensión del contenido.
No es lo mismo 45 que 20, una menor cantidad de estudiantes en las aulas podrá contribuir además a mayor disciplina y prevención de la trasmisión del Sars- CoV-2 y otras enfermedades respiratorias.
En esta primera fase, al igual que en las posteriores, es indispensable que los padres mantengan una estrecha relación con la escuela y con los maestros. También es vital estar atentos a cada modificación que se realice y no descuidar el comportamiento de los hijos, máxime cuando hay que extremar las medidas para evitar un retroceso en lo que hemos avanzado.
La familia juega un papel decisivo en la nueva realidad que ha impuesto el coronavirus. Velar para que los estudiantes cumplan las orientaciones de los profesores y que profundicen lo aprendido en el hogar es esencial a fin de que, a pesar de los ajustes, los resultados académicos sean satisfactorios.
El día dos de noviembre está previsto el comienzo del curso 2020-2021. Será un año lectivo más corto que los anteriores, con 31 semanas de clases y cuatro dedicadas a las evaluaciones, razón de más para multiplicar los esfuerzos desde los dos frentes, la escuela y la casa.
Será un curso con limitaciones en la base material de estudio y de vida, debido a que la mayor parte de estos insumos es importada. Tal vez sea esta una cuestión que tenga a muchos padres en vilo, pues los uniformes, el calzado, la merienda… formarán parte de una batalla titánica que también habrá que librar.
Por ahora, la meta es estudiar, y si en las atípicas vacaciones que impuso la COVID-19 se perdió el tiempo, endulzados por alargar el sueño mañanero, ver la programación hasta altas horas de la noche y no dedicarle algunas horas a repasar el contenido, la carrera se acorta y luego de nada servirán los lamentos.
La cuestión no es volver a la escuela para al fin salir del aburrimiento rutinario de la casa. En estos tiempos, el valor de la educación se multiplica sobremanera. El éxito estará en el esfuerzo mancomunado, la disciplina y el interés de todas las partes.