El dos de diciembre de 1956 arribó finalmente a Cuba, procedente del puerto mexicano de Tuxpan, la expedición del yate Granma, formada por 82 resueltos patriotas encabezados por el líder Fidel Castro Ruz, dispuestos a todo en la lucha frontal contra la dictadura batistiana, con el anhelo supremo de alcanzar la libertad de la Patria.
Resumido el suceso de manera tan apretada, bien pudiera parecer tal fecha un jalón más entre los acontecimientos azarosos de las campañas libertarias, pero aquella jornada difícil se convirtió en un símbolo especial al ser identificada con el origen de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, entonces como naciente y heroico Ejército Rebelde.
Y la trascendencia se ensancha, porque la odisea que significó el tránsito de la pequeña y gastada embarcación por las aguas de un Mar Caribe en tormenta invernal, fue prueba decisiva para la moral de aquel grupo de valientes que ya habían tenido que desafiar en la tierra hermana riesgos y asechanzas muy peligrosos.
Para poder embarcar e iniciar el viaje con todo el sigilo de la clandestinidad desde el embarcadero del río Tuxpan, estado de Veracruz, México, aquellos hombres afrontaron el acoso de perseguidores como sicarios enviados por Fulgencio Batista, el FBI estadounidense, la vigilancia de las autoridades del país sede y hasta pasaron días en prisión.
Cuando después de intensos preparativos que incluyeron la búsqueda de recursos, hombres y entrenamiento militar en el mayor secreto posible, la nave conseguida por un amigo fiel pudo alistarse y finalmente resultó atestada hasta el copete con hombres y unos pocos armamentos.
La llegada a la inhóspita playa cubana, donde más que atracar encalló la desfallecida embarcación, significó también en la historia nacional el día en que el sueño de la libertad definitiva retornó a la sagrada tierra cubana.
Aquel punto se ha visto como una singular antesala, pues el plan estratégico, cumplido a sangre y fuego a partir de entonces, era internarse en la Sierra Maestra, que sería el escenario principal de la campaña libertaria.
Acompañaban a Fidel en su mayoría patriotas cubanos y algunos revolucionarios latinoamericanos, incluso un italiano, entre los cuales ya sobresalía desde los entrenamientos clandestinos el argentino Ernesto Guevara de la Serna, poco más tarde el legendario Che.
Con la responsabilidad de segundo al mando de la expedición estaba el destacado periodista y comunista habanero Juan Manuel Márquez, y en las filas ya estaban combatientes que se harán legendarios como Camilo Cienfuegos, Juan Almeida y Raúl Castro, quienes llegaron a alcanzar el grado de Comandante en la trascedente campaña.
Nucleados junto a Fidel, estaban con el alma henchida de amor e ideales para cumplir el compromiso hecho por el joven abogado dirigente, fundador del Movimiento 26 de Julio: “…en el año de 1956 seremos libres o seremos mártires”.
Aquella Odisea caribeña, sin cantos de sirenas, pero sí con las amenazas del gran Cíclope norteño y las de sus lacayos isleños, comenzó la larga cadena de pruebas que luego en el escenario principal se harían más intensas.
Quienes habían cantado el Himno Nacional y la Marcha del 26 de Julio, cuando salieron mar afuera, supieron vencer los primeros designios del destino en cuanto a condiciones meteorológicas se refiere. Ello les sirvió de preparación para todo.
Nada los hizo cambiar sus intenciones, porque aquel plan libertario, luego convertido en el definitivo, no era asunto nacido en un día o resultado de una decisión caprichosa, pese a que tenía mucho de acto de fe.
La Patria sufría la imposición violenta e ilegal, tras un golpe de estado, de una sangrienta dictadura que perseguía y mataba, tras bárbaras torturas en muchos casos, a sus mejores hijos, sobre todo jóvenes.
Y había más razones impulsoras: las condiciones socioeconómicas de los humildes, fundamentalmente, eran inhumanas, debido a que el poder estaba usurpado por una casta oligárquica encabezada por Batista, totalmente plegado, como sus antecesores, al poder injerencista extranjero.
La expedición del Granma fue también una necesidad nacida de hechos anteriores, protagonizados por jóvenes revolucionarios, como los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes. Sus sobrevivientes, tras ser liberados de prisión y con Fidel al frente, fundaron el Movimiento 26 de Julio y otros núcleos destacados del sector estudiantil.
El dictador se había visto obligado a liberar a Fidel Castro y a sus compañeros en mayo de 1955. El joven abogado decide viajar a territorio azteca, buscando un país neutral que le diera más posibilidades de organizar la lucha nuevamente, algo imposible en Cuba.
Volviendo al viaje, los expedicionarios pudieron enterarse por la radio de la noticia del levantamiento de Santiago de Cuba organizado por el héroe Frank País en apoyo al desembarco. En la zona donde se esperaba el arribo, Celia Sánchez, del M-26 de Manzanillo, había coordinado la ayuda entre los campesinos de la Sierra Maestra.
Hubo un nuevo retraso el primero de diciembre por las acciones de rescate del expedicionario Roberto Roque, quien cayera accidentalmente al mar. Luego de su encuentro sano y salvo el Granma reinició la navegación.
Nunca olvidaron los agónicos resoplidos por fallas y falta de combustible que ya daba la vieja nave al pasar por el esperado Faro de Cabo Cruz.
Cuando se detuvieron por fallas en los motores, su carga humana también estaba hambreada y exhausta, pero las duras pruebas se diría que empezaban a arreciar.
Encallada la embarcación a unos dos kilómetros de playa Las Coloradas, llegar a tierra firme cubana fue otra aventura inenarrable.
Estaban atrapados y paradójicamente resguardados por la maleza y en los lodos de un espeso manglar, lo cual obstaculizaba el paso al tiempo que los protegía de la aviación batistiana que intentaba cazarlos.
El día 5 fueron sorprendidos y ametrallados desde el aire por fuerzas del ejército en el sitio llamado Alegría de Pío, donde acamparon en un pequeño cayo de monte al costado de un cañaveral. Era evidente la inseguridad del enclave, pero el enorme cansancio de la travesía les impuso detenerse.
Pequeños grupos pudieron escapar por diferentes vías, algunos descendieron al llano y otros se reagruparon en torno al Líder de la expedición, Fidel Castro, y formaron el núcleo principal de lo que posteriormente sería el Ejército Rebelde.
Por suerte, las múltiples resonancias de aquel desembarco histórico, que pudo cumplir fielmente sus proclamas, hoy engrandecen a la Patria.