La agudización de las contradicciones colonia- metrópoli era una realidad en 1895. Cuba estaba necesitada, urgida de reiniciar las luchas por la independencia. El estado real de cosas no aguantaba más.
José Martí había tejido con guantes de seda esa guerra a la que bautizó “necesaria”. En honor a la verdad no era partidario de un conflicto bélico. Para él este debía tener la velocidad del rayo, pero objetivamente era apremiante hacer a Cuba libre.
Para concretar el propósito había fundado el Partido Revolucionario Cubano (único de su tipo en América Latina y el mundo creado para luchar contra el colonialismo español). A este lo dotó del periódico Patria como “vocero de la guerra”.
En Gómez y Maceo depositó toda la confianza. Los “pinos viejos”, en estrecha alianza con los “pinos nuevos”, eran decisivos para llevar a vías de hecho el suceso libertario.
Suceso que se materializó el 24 de febrero de 1895. Aunque muchos se han empeñado en bautizar este día como el Grito de Baire, lo cierto es que diferentes localidades del país se alzaron en armas (un total de 35), consecuentes con el principio de simultaneidad que José Martí había, tácticamente, diseñado.
Fueron tres años de guerra tenaz contra el coloniaje español, de continuación de nuestras luchas -iniciadas por Céspedes en La Demajagua-, tres años de hechos heroicos, trascendentales como la Invasión a Occidente, coronada por Antonio Maceo al arribar a Pinar del Río.
Fueron también tres años en los que Estados Unidos se mantuvo -como nunca antes- viendo y calculando el momento oportuno para intervenir y frustrar el fin que había animado a los mambises cubanos.
La falta de unidad -esa que hemos considerado palabra mágica- hizo su parte en contribuir con el enemigo a coronar su propósito, al intervenir en la guerra hispano-cubana y al adquirir un nuevo adjetivo: norteamericana.
Impedir a Calixto García su entrada triunfal en Santiago de Cuba y dejar fuera al país del Tratado de París no hizo otra cosa que incrementar las ansias libertarias de este pueblo heroico, que mantuvo en alto el grito de Independencia o Muerte, una disyuntiva que nos ha acompañado siempre.