El Campeonato mundial juvenil de 1975 en Venezuela a Juan Carlos Oliva López lo marcó para toda la vida. Creyeron en él y lo incluyeron en la nómina a sabiendas de que en el norte revuelto y brutal tenía un hermano multimillonario; una leyenda de las Grandes Ligas que solo hace unos días fue exaltada al Salón de la Fama del béisbol en Cooperstown.
“Yo sabía, a pesar de mi juventud, que encima de mí tenía muchos ojos. Algunos pensaron que abandonaría a mi equipo sin saber que este negro de patas jorobá’ quiere como nadie a su patria. Tony viajó de Estados Unidos a Venezuela. Era mucho el tiempo sin ver a mi hermano. Aquel encuentro fue inolvidable. Todavía hoy lo recuerdo y se me erizan los pelos y es que la sangre corre cuando un cubano se encuentra.
“Como sabía que la dirección del equipo tenía plena confianza en mí, decidí salir del hotel con mi hermano, sin pedir permiso a nadie. Enseguida un periódico venezolano dijo que Juan Carlos Oliva había desertado. Mis compañeros se preocuparon, fueron muchas las dudas, pero ese día cuando regresé con Tony la emoción se multiplicó. Allí todo el mundo lloró. Tony se enojó mucho con el periodista y con el propio periódico. De aquel torneo regresamos a Cuba con la medalla de oro, nadie nos pudo ganar”.
Pero dice Tony Oliva que usted lo tenía todo para jugar en las Grandes Ligas.
“Es verdad, pero mi hermano jamás hizo la más mínima insinuación para que alguno de nuestra familia abandonara el país. Tú no conoces a ese negrito. Todavía dice que se va a morir en Cubita. Es la persona más noble y sana que he conocido. Tú no sabes lo tanto que nos ha ayudado a toda la familia, desde todos los puntos de vista. Y te digo algo más: es un admirador de la Revolución cubana.
“He ido a visitarlo varias veces, incluso allá me operé de mis piernas, me recuperé y regresé para Cuba. Fui militante del Partido hasta el otro día como quien dice, tuve que desactivarme por problemas de salud. Mis ideales siempre los voy a defender.
“Mi hermano llega aquí y esto se llena; y cuando va a Corralito – lugar donde nacieron- es tremendo. Hay que matar puercos y buscar ron y cervezas. Él se queda en Corralito o aquí en mi casa donde tiene su cuarto.
“Su exaltación al Salón de la Fama nos alegró mucho. Hace tiempo que lo estábamos esperando. Mi hermano tiene 84 años, pero está entero. Él hace sus ejercicios, va al gimnasio. ¡Qué dios me bendiga a ese negrito!
¿Él hizo en Cuba varias prácticas de bateo?
“Si, y nos dio palos a todo el mundo. La gente habla de Vinent, a quien le vio excelentes condiciones, pero le dio un batazo que todavía la están buscando. También le dio a Julio Romero, Oscar Romero y a mí también me sazonó”.
Por la manera que usted me habla, percibo que quiere mucho a Tony.
“No solo eso, sino lo que él me quiere a mí. Yo para él soy un dios. Su gran deseo era que yo pudiera representar a Cuba en eventos internacionales. Creo que no lo defraudé. Quizás pude hacerlo mejor, pero me entregué por completo al béisbol. Siempre me insistió que la disciplina era el factor fundamental”.
¿Es decir que usted fue pelotero por él?
“Su pasión por la pelota me llevó a mí y a otro hermano a seguir sus pasos. A él le gustaba mucho que yo le lanzara con chapas o pedazos de tusas para mejorar su sistema de bateo.
“Por allá por Corralito, en Consolación del Sur, un entrenador de nombre Mario Chacón me vio jugar primera base, pero se dio cuenta que yo tiraba duro y me dijo: ‘Oliva usted va a ser pitcher del equipo Cuba’, porque además tenía muy buen control”.
Fuiste un pitcher de malas pulgas.
“La vida me dio la oportunidad de ser hombre desde chiquito. A pesar de que somos diez hermanos, mis padres quedaron solos en breve tiempo. Tuve que hacer una casa de tablas y fibras por la situación que teníamos en aquellos años. Aquello me hizo madurar y no permitir que nadie me pasara el pie. Es verdad, yo era medio ‘ambientoso’. Cosas de la juventud.
“Di unos cuantos pelotazos avisados. Si tú ya me diste tres hits en un juego, ¿cómo vas a venir después a tocarme la bola? Quienes hacen eso merecen un bolazo pa’ las costillas. Si usted da un jonrón ¿por qué tiene necesidad de reír para humillar al lanzador?”
¿Y qué pasó con Bárbaro Garbey?
“Esa ha sido una de las broncas más grandes que se recuerden en el béisbol cubano. Primero tengo que reconocer que Bárbaro Garbey, de quien se habla poco, es uno de los peloteros más grandes que ha dado Cuba, pero era un hombre complicado que jugaba demasiado fuerte la pelota.
“Hubo un juego, que no recuerdo bien donde fue, en el que se tira en tercera y pica a Hirán Fuentes y yo desde el banco hice un comentario que el coach de tercera parece que lo escuchó y se lo dijo a él. Al poco tiempo, en un juego decisivo en el ‘Latino’, me traen de relevo y viene él a batear. Tú sabes: primer lanzamiento pa’ las costillas. Ahí nos dijimos unas cuantas palabras. Se va a primera protestando. Próximo lanzamiento, se va pa’ segunda y prácticamente le metió los spikes a Félix Iglesias en la cara. Mi amigo, no me pude aguantar. Salí corriendo y le caí encima. ¡Qué bronca! ¡Cómo se puso la leña! Al cabo del tiempo su mamá vino a verme y logró que nos diéramos la mano y de ahí surgió una buena amistad. Al poco tiempo él se fue del país y por allá conoció a mi hermano”.
¿Y qué hace hoy Juan Carlos Oliva?
“Todavía estoy trabajando aquí de asesor en el municipio de Consolación. Me sacaron de entrenador de picheo del equipo Pinar después de tan buen trabajo y nunca nadie me dio los motivos; pero bueno, ellos sabrán”.
Hoy nuestro béisbol no anda bien.
“Eso me duele mucho. Cada vez que miro pa el terreno que tengo frente a mi casa y veo muchos más muchachos jugando fútbol que pelota, me recomo el hígado. Se ha perdido la motivación. Hay que jugar pelota. ¿Cómo un campeonato de béisbol provincial en la base va a tener cinco o seis juegos?
“Hay que enamorar a los niños, hay que ir a buscarlos donde quiera que estén, no podemos dejar eso a la espontaneidad de los padres. Revisa para que tú veas: casi todos los integrantes del equipo Pinar del Río son del municipio cabecera, y si vas a la Eide lo mismo sucede. En 1980 al mundial de Japón Cuba fue con cinco hombres de Bahía Honda. Allí había un gran potencial, pero allá fueron a buscarlo. Eso se perdió, mi hermano”.
Dígame los tres mejores lanzadores del béisbol cubano.
“Lazo, Rogelio y Vinent”.
¿Y los dos mejores peloteros?
“Casanova y Linares”.
¿En ese orden?
“No, Linares le saca unos punticos, pero vi a Casanova hacer cosas increíbles. En Santiago, Vinent lo tuvo tomando ron todo un día y llegó con los ojos como dos tomates y en el primer inning le dio jonrón a Alemán. Tremendo, ni el mismísimo Vinent se lo podía creer”.
¿Manager?
“Pineda, ¡qué clase de hombre ese! Serbio, Jorge Fuentes y Alfonso”.
¿Fidel Castro?
“Para mí todavía está vivo. Un día quise hacerme una foto personal con él y cogí tremendo empujón de su escolta. Después nos hicimos una colectiva con el equipo. Vivía preocupado por nosotros, por las atenciones que nos daban. Que diosito me lo tenga en la gloria”.
Por Oliva supe que ya anda por los 67 años, es el menor de diez hermanos y que a pesar de haber recorrido el mundo siente terror por los aviones. Me cuenta que en su juventud vivió años en Orozco, usó diente de oro y que los más allegados le decían Colmillo. Para llegar a su victoria 100 en series nacionales antes debió probar el sabor de seis fracasos. Su esposa, presente en toda la entrevista, expresa cordialidad y exquisitos modales de educación.
Una cerveza marca el final de la cita de esta tarde de un diciembre nublado. Antes, en su móvil aparece un moreno marcado por los años. Usa lentes, se nota fuerte y vigoroso. Es Tony Oliva quien me dice: “Periodista, dígale a los cubanos que los llevo en el alma”.