“Buscó siempre estar detrás de lo trascendente. Cuando escogió su nombre, escogió un nombre reivindicativo, ya que la indigenitud del cubano estaba solamente resumida en pequeñas páginas en los libros escolares…
“No se llamó el cacique o el behíque, quiso ser el Indio Naborí, aquel que se identificaba con el trabajo, así evocaba Eusebio Leal al gran decimista que fue Jesús Orta Ruiz en un fragmento del documental Cristal de aumento.
Este 30 de septiembre, el también periodista y escritor cumpliría 100 años y en su obra poética dejó plasmada su historia, la de su Patria, la de su gente.
Cuenta su hijo Fidel Antonio Orta que nunca quiso escribir sus memorias, ni siquiera cuando se le acababa la existencia.
“A mí me parecía que había tenido una vida tan intensa que sería triste que se fuera sin escribir sus memorias. Le decía ‘te las escribo yo, y poco a poco te las voy leyendo’. Me dijo no, ‘lo que yo quiero dejar para la posteridad, es que lean mi poesía”’.
Y en su obra tan cubana, tan popular y tan rica recogía un abanico de sucesos, intimidades, recuerdos, no solo plasmados en sonetos y espinelas, sino en ensayos, crónicas, artículos…
Todo ese caudal valió luego, cuando en 1998, al presentar la conferencia Biografía de un improvisador en Las Palmas de Gran Canaria, para que fuera declarado el 30 de septiembre el Día Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado.
UNA CÁTEDRA PARA HONRAR SU NOMBRE
En medio de una jornada de homenajes y tributos a lo largo y ancho de la Isla, se creó recientemente en la universidad de Pinar del Río Hermanos Saíz la cátedra honorífica Jesús Orta Ruiz, con el objetivo de contribuir a la promoción del punto cubano como patrimonio inmaterial y la décima.
No solo se encargará de estudiar la obra del Indio Naborí, sino que servirá para impulsar el estudio de la poesía cubana y pinareña.
“Es algo muy serio el tema de la décima en Cuba, es ella nuestra estrofa nacional, pero es identidad, mito, fascinación, y hay que potenciarla sin perder nunca las raíces y puntos de vista que le pueden aportar las investigaciones que pueden salir de esta cátedra.
“Que se convierta entonces en un hervidero de tesis, de trabajos de diplomas en función de rescatar el quehacer de los poetas locales, que se convierta en un fenómeno que nos trascienda, y que no se quede a mitad del camino”, expresó Fidel Antonio Orta, director de la Oficina de Investigación y Promoción Cultural Indio Naborí.
RECORDARLO CON SU DÉCIMA
Para el intelectual se convierte en un honor hablar del improvisador, el repentista, el renovador de la décima iberoamericana. Para el hijo es un orgullo recordarlo entre décimas y anécdotas, como él hubiera querido.
Así deleita Fidel Antonio Orta a un auditorio pinareño, presto a escuchar pasajes de la vida de su padre:
“Una de las particularidades de la grandeza del Indio es que nunca tuvo la posibilidad de partirse en dos, fue el gran improvisador de finales de los años ‘30, luego los ‘40 y ‘50 y al mismo tiempo el gran escritor de décimas.
“Fue un hombre que desde muy joven tuvo una conciencia de clases y a partir de ahí empieza todo el desarrollo de su fenómeno. Y aunque ha significado mucho para Iberoamérica, prefiero quedarme con la jerarquía que tiene para la cultura cubana.
“Con solo 17 años, en 1939, primero cantó y luego escribió el famoso poema Desalojo Íntimo:
Compay que triste está el río
como solloza la palma,
para siempre murió el alma
del guateque en el bohío,
aquella que en el bajío
endulzó mi amarga suerte,
anoche se quedó inerte
y yo no sé en que carreta
se me fue por la secreta
guardarraya de la muerte.
“Nunca dejó de cantar, de improvisar, aunque tuviera que hacerlo sentado en el sillón de su casa. Recuerdo una controversia con el inigualable Pablo León. Mientras más cantaban mejores poetas eran los dos. Él estaba emocionado porque en el público estaba sentado su maestro, quien lo enseñara a leer y a escribir de forma voluntaria. Fue quien lo descubrió, cuando todavía le decían Jesusito.
“El viejo emocionado improvisó una décima que terminaba diciendo que Rodolfo Díaz Moya había querido hacer una joya de un pedazo de carbón. La respuesta de Pablo fue:
Cuando Moya te aplicó
su lección por vez primera,
sabía que el carbón era
más diamante que carbón.
“Muchos lo recuerdan como el poeta que escribía para la Revolución por su Elegía de los zapaticos blancos o el Poema del 26 de julio, otros prefieren recordarlo como el gran sonetista, el hombre que escribió Una parte consciente del crepúsculo.
“Pues que lo recuerde cada cual a su manera, pero que lo recuerden y que junto a él también tengan presente a todos los grandes de la décima cubana, de la poesía cubana”.
Rememora Fidel Antonio una controversia con Eloy Romero, cuando este último terminó: Tú no eres más que mi sombra y mi sombra va detrás. Su respuesta fue:
Y tu sombra ¿va detrás?,
a que sombra te refieres,
tú no tienes sombra, tú eres
una sombra nada más,
siempre una sombra serás,
que nadie siente ni nombra,
y si acaso no te asombra
lo que digo, que te asombre,
tú eres la sombra de un hombre,
yo soy un hombre sin sombra.
“Él tenía una clara vocación hacia Cuba, no es un mito, pero sí fue un hombre tierno, un padre amantísimo. Nunca perdió su vínculo con el pueblo, recibía en su casa al más importante y al más simple.
“Así nos enseñó a todos sus hijos. En las postrimerías de su vida escribió un texto que se llama En el aire, que refleja su compromiso con los más humildes, con la tierra que lo vio nacer:
Blanco caminito abierto,
entre la crecida malva,
de ti salí con el alba
hacia un horizonte incierto,
en mi andar he descubierto
más de una avenida hermosa,
con pino, laurel y rosa,
pero nunca me sentí,
tan del aire como en ti
detrás de una mariposa.