En el vasto panorama de la poesía cubana, pocos nombres resuenan con la fuerza y la pasión de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Nacida en Puerto Príncipe (hoy Camagüey) el 23 de marzo de 1814, Tula, como era conocida, se erigió como una de las voces más auténticas del romanticismo hispano, desafiando las convenciones de su tiempo y dejando una huella imborrable en la literatura.
Desde temprana edad, Gertrudis mostró una inclinación natural por las letras. Su espíritu inquieto y rebelde la llevó a trasladarse a España a los 22 años, donde consolidó su carrera literaria. Su obra abarcó diversos géneros, desde la poesía lírica hasta el teatro y la narrativa, pero fue en la poesía donde su voz encontró una resonancia particular. Sus versos, cargados de emotividad y profundidad, exploraron temas como el amor, la libertad y la espiritualidad.
Uno de sus poemas más emblemáticos, «A él», refleja la intensidad de sus emociones y su capacidad para plasmar el desgarro del desamor:
«No existe lazo ya; todo está roto:
Cuán ciego estuve al confiar mi dicha
A un corazón falaz, de hielo y roca,
Que mi pasión y mi ternura olvida.»
En estos versos, la poetisa desnuda su alma, mostrando la vulnerabilidad y la fuerza que caracterizaron tanto su vida como su obra.
La poesía de Avellaneda no solo se centró en lo personal; también abordó temas sociales y políticos. Su poema «Al partir», escrito antes de su viaje a España, es una emotiva despedida a su tierra natal:
«¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo
Como cubre el dolor mi triste frente.»
Este poema no solo refleja su amor por Cuba, sino también la melancolía de quien deja atrás sus raíces en busca de nuevos horizontes.
La obra de Gertrudis Gómez de Avellaneda trasciende el tiempo y el espacio. Su legado es un testimonio de la capacidad de la poesía para expresar lo más profundo del ser humano y para desafiar las normas establecidas. En el Día Mundial de la Poesía, su figura se erige como un faro que ilumina el camino de las generaciones presentes y futuras, recordándonos el poder transformador de la palabra.
Hoy rendimos homenaje a Tula, la cubana que, con su pluma ardiente y su espíritu indomable, nos enseñó que la poesía es, ante todo, una expresión de libertad y pasión.