Este 13 de agosto se conmemoran los aniversarios 95 del nacimiento del líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz, y 64 del asesinato de los mártires pinareños Sergio y Luis Saíz Montes de Oca. Sobre los vínculos entre estos tres grandes de la Historia de Cuba, profundiza Guerrillero
“Mataron a Sergio y Luisito” murmuraron los vecinos del pueblo de San Juan y Martínez la noche del 13 de agosto de 1957. “Los balearon”, repitieron de portal en portal. “Mataron a los hijos del juez”, escuchó Esther Montes de Oca, por accidente, de boca de un desconocido, al tiempo que las piernas se le doblaban y un dolor negrísimo se le metía en el estómago, en el pecho y por último en el alma, porque aquellos niños, los hijos del juez, eran sus hijos.
“Cuerpos que yacen dormidos / abrazados al cemento / de una calle y una estrella…” había escrito tiempo antes el menor de los hermanos, Sergio Saíz, cual si hubiera presentido su muerte.
Tenía apenas 17 años y por su seriedad y coraje lo habían nombrado jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio en San Juan y Martínez y secretario de la Asociación de Alumnos del Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río, donde denunció los fraudes escolares y la venta de notas por parte de profesores corruptos.
Frente a los docentes de dicho centro de estudios, leyó una jornada su texto ¿Por qué no vamos a clases? Fue un acto de osadía que le pudo haber costado una expulsión del bachillerato, pero a Sergio no le tembló la voz al expresar:
“Hay mucho de comercial en el estudiante solo preocupado por la obtención de un título…Ser estudiante es algo más que eso, es llevar en su frente joven las preocupaciones del presente y el futuro de su país, es sentirse vejado cuando se veja al más humilde de los campesinos o se apalea a un ciudadano. Es sentir muy dentro un latir de patria, es cargar bien pronto con las responsabilidades de un futuro más justo y digno…
“…El régimen pretende presentar a los ojos del mundo que Cuba es la realización del nirvana budista, que a la juventud solo le interesa el rock and roll, que, en la tierra, ‘donde el suelo tiembla, pero los hombres no’, ni siquiera el Pico Turquino está alzado, en fin, que Dios no ha mudado para acá el paraíso por falta de tiempo o de congestión en el tráficocelestial. ¿Yno contribuiremos nosotros a dar esa impresión si tranquilamente volviéramos a clases y abofeteando a nuestros muertos, declaráramos de mayor importancia un teorema de Física o Geometría que la sangre que diariamente se derrama para conquistar la libertad? Un pueblo donde los estudiantes no vayan a clases, donde la escalinata grita airada su dolor al mundo no es precisamente un remedo de paraíso de Adán y Eva. Es por eso que no vamos a clases, señores profesores”.
Luis Saíz compartía las mismas ideas de su hermano pequeño. Era un muchacho apasionado y sensible que componía versos hermosos y sacaba suspiros a las muchachas del pueblo dada su bella figura y su facilidad de palabras.
Dominaba el inglés a la perfección, tocaba el violín desde niño y era un excelente mecanógrafo.
La Universidad de la Habana acogió sus estudios de Derecho, carrera en la que destacó desde un inicio. Se incorporó al Directorio Revolucionario desde su fundación y no hubo mitin estudiantil que no contara con su presencia.
Al decretarse el cierre de la universidad en noviembre del ‘56, regresa a su pueblo natal y se incorpora a la actividad revolucionaria como coordinador del Movimiento 26 de Julio en dicho territorio.
Sergio y Luis eran inseparables. Dicen que existía complicidad entre ellos y que daba gusto verlos tan amigos e incondicionales el uno para el otro.
El día que los asesinaron planeaban una acción para festejar el cumpleaños de Fidel Castro. Sentimientos de lealtad los unían a ese líder, que, con unos pocos hombres y armas, había iniciado una guerra a muerte contra la dictadura criminal imperante en el país, provista de un ejército poderoso y bien pertrechado, superior militarmente a la guerrilla nucleada en las duras condiciones de la Sierra Maestra.
Los hermanos Saíz veían en Fidel al guía y artífice indiscutible de la Revolución. Abrazaban sus ideales y se identifican con el alegato de autodefensa pronunciado por este, al ser juzgado por los sucesos del Moncada.
Al igual que Fidel, creían en la necesidad imperiosa de una Reforma Agraria que otorgara las tierras a quienes de veras las trabajaban: los campesinos, urgidos de una vida digna y del cese de la explotación a que eran sometidos a diario.
Coincidían además en la necesidad de educar al pueblo y de ofrecerles herramientas para su crecimiento espiritual. Hablaban de extender la cultura, las escuelas, los museos y los cinematógrafos.
En el documento “¿Por qué luchamos…?”, considerado el testamento político de ambos mártires, declararon:
“(…) No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de un pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento las hemos depositado en los brazos de la Revolución cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista- sin más esperanzas que ver algún día cumplidos estos sueños (…)”
En los hospitales de campaña donde el estudiantado cubano apoya hoy la labor del personal de Salud, en las pesquisas poblacionales, en el acto solidario de servir de mensajeros a personas vulnerables, en los surcos donde crece el sustento, en los laboratorios y en las universidades, está vivo, más que nunca, el legado de aquellos sanjuaneros puros de corazón y del Comandante al que tanto admiraron.