Sentado en un sillón de ruedas, un científico nazi trataba de controlar una de sus manos. Era una lucha constante entre dos extremidades por aplacar movimientos involuntarios, anárquicos.
Así reflejaba Stanley Kubrick al Doctor Strangelove en la película ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú, una sátira política enfocada en el antibelicismo y que incluía el padecimiento de una misteriosa enfermedad en el mencionado personaje.
En 1909, el médico alemán Kurt Goldstein describió por primera vez lo que hoy se conoce como el Síndrome de la Mano Ajena, aunque luego del éxito de la película de Kubrick también se llamó síndrome del Dr. Strangelove.
Al destacado cineasta le llamó tanto la atención lo raro de la enfermedad y decidió usarla en uno de sus filmes, precisamente en este de 1964. Hasta hoy, esta condición continúa siendo un misterio para la ciencia, aunque mucho se ha descubierto sobre ella.
Es un trastorno neurológico poco común que provoca que lo afectados tengan total ausencia de control sobre una de sus manos.
En 2014, un estudio realizado a 150 pacientes arrojó que el síndrome está asociado a daños en la corteza parietal derecha del cerebro, y que lo desconecta de otras áreas corticales, de forma tal que la mano izquierda sea habitualmente la ajena o no dominante.
En el SMA el paciente siente que su extremidad actúa autónomamente, desarrollando movimientos involuntarios que aparentan ser intencionales. Es entonces cuando entra en conflicto o incluso rivaliza con la extremidad opuesta.
Varios especialistas indican que los accidentes vasculares son la primera causa de este síndrome. El signo de la mano ajena puede encontrarse como síntoma acompañante en diversas afecciones y entidades de etiología diversa. La mayor parte de los casos descritos implican accidentes cerebrales de etiología isquémica o hemorrágica.
Por ejemplo, los pacientes que sufren de SMA pueden abrir puertas que se cruzan en su camino o manejar objetos de forma compulsiva sin tener la intención de hacerlo y ser incapaces de dominar su mano.
También puede darse el caso de que el paciente sostenga un vaso con la mano ajena y un pedazo de pan con la derecha e intente llevarlos a la boca al mismo tiempo.
Apuntan los expertos que la enfermedad puede llegar a tal punto que el paciente ni siquiera se dé cuenta de los movimientos que realiza. Incluso llegar al extremo de que la mano le resulte realmente ajena, como si no perteneciera a su cuerpo, a pesar de conservar la sensibilidad en ella.
Actualmente no hay cura para este síndrome, aunque en algunos casos puede desaparecer en la medida que el paciente vaya recuperándose de la lesión cerebral que la haya provocado. También se ha demostrado que existen terapias, similares a las que se realizan en soldados que han perdido extremidades, que pueden ayudar a controlar los síntomas.