El mundo volvió a ganar en el plenario de la ONU, lo que significa que Cuba se multiplicó por 184 veces y que cada representante que dijo Sí a su favor excluyó la hegemonía del imperio, que además de inmoral es mentiroso.
El discurso del representante estadounidense nunca había sonado tan falso y vacío de argumentos como este. ¿Qué diría ese señor cuando vio en la pizarra gigante que sus palabras solo estaban apoyadas por él y el acólito israelí? Incluso, no podemos darle la posibilidad de la duda a su favor de las tres abstenciones, porque está demostrado que no lo hacen por Cuba, sino porque la presión del imperio es demasiada.
Nada ha cambiado en el panorama mundial de los últimos 62 años en la sede de la soberana Asamblea, excepto demostrarnos que en política los estadounidenses tienen dos partidos hacia lo interno, pero para el exterior solo hay uno: el de la gran oligarquía.
Si mal quedó su representante, peor aparece ante el mundo el presidente Joe Biden, que ha removido algunas de las secuelas políticas de Donald Trump, pero en diplomacia con respecto a Cuba está actuando como si fuera su canciller.
Quién iba a decir cuando los discursos de campaña del demócrata que este estuviera después de cinco meses en el cargo como representante del republicano Trump contra los cubanos y sin el menor rubor.
Una vez más podemos estar satisfechos de lo que piensa el planeta de nosotros. Esos discursos sobre la labor en defensa de la salud cubana por el mundo; el alto prestigio de nuestra ciencia y su aporte de candidatos vacunales, más el reconocimiento de los grupos regionales y en especial de la Unión Europa resultan una gran vacuna en una dosis para los cubanos.
Ahora sí podemos decir que tenemos la vacuna universal de los pueblos, porque ni la secuela de la anterior administración estadounidense nos pudo contaminar.
La votación del 23 de junio abre brechas para el futuro. Ahora nos toca a nosotros: en Nueva York ganamos, pero hay que seguir luchando para combatir a la COVID-19 aquí; abrirnos camino en la alimentación; fortalecer la economía y trabajar en pos del desarrollo.
A modo de anécdotas podemos recordar que, si no fuera la seriedad de la ONU, todavía se escucharían las carcajadas en las calles de Nueva York por las palabras del diplomático que cayó de primo, mientras explicaba cómo su país está para proteger a los cubanos y ayudar en la economía y más aún “cuántos aportes” hicieron a la salud en medio de la virulencia. Muchos pensarán que no debemos hacer leña del árbol caído, pero, señores, al pobre le cayó el palo encima.
Es sabido que estás votaciones no resultan vinculantes, eso quiere decir que el país impugnado no está obligado a aceptar, pero a la larga resulta bueno, no habrá para la nueva administración un foro internacional en que no le saquen en cara su caída.
Para los pinareños, ya escuchados los discursos, está el continuar la dura tarea sanitaria, porque nos queda mucho por hacer: lo primero parar la transmisión, pero sin dejar de detener la producción que es el complemento de equilibrio contra del bloqueo.