Imagina que estás en una fiesta, la música suena fuerte y las risas llenan el ambiente. De repente, alguien te ofrece una pastilla o un cigarrillo extraño. En ese momento, puede parecer inofensivo, una forma de encajar o, simplemente, de experimentar algo nuevo. Pero, ¿te has detenido a pensar en las posibles consecuencias de ese pequeño «experimento»?
Las drogas suelen presentarse como una vía de escape, una puerta hacia la diversión sin límites. Sin embargo, detrás de esa fachada atractiva se esconde una realidad oscura.
Las drogas no discriminan, afectan a personas de todas las edades y contextos. M……, por ejemplo, es un joven que conozco, y por eso lo tomo como referencia. Su nombre no es lo importante. Desde niño, lleno de aventuras y ansias de vivir, al crecer, trabajaba, iba al gimnasio, gustaba de las fiestas en los bares más conocidos, y compartir, en una misma noche, hasta con dos mujeres diferentes era muy normal para él.
Pero la vida de este joven cambió drásticamente cuando se hizo adicto a determinados medicamentos con bebidas alcohólicas, que ya después no le bastaban para desencadenar esa sensación que sentía al inicio de ingerirlas. Fue buscando algo más fuerte para vivir esas sensaciones y comenzó a consumir marihuana. Al poco tiempo, la madre se da cuenta que su hijo estaba desarrollando un episodio psicótico y acude al médico en busca de ayuda.
Su historia es un recordatorio de cómo una decisión puede desencadenar una serie de eventos que llevan a la pérdida de control sobre la propia existencia. Este problema, que antes parecía distante, ha tocado las puertas de nuestras comunidades, perjudicando a familias y, sobre todo, a nuestra juventud.
Uno de los factores que contribuye a esta situación es la percepción de riesgo. Algunos adolescentes y jóvenes subestiman las consecuencias del consumo de sustancias, considerándolo una simple diversión o una forma de escapar de la realidad. Sin embargo, esta falta de conciencia puede llevar a resultados devastadores.
Las drogas no solo afectan la salud física al causar desde problemas cardiovasculares hasta trastornos neurológicos, sino que también impactan profundamente en la salud mental. Trastornos como ansiedad, depresión, e incluso psicosis, son comunes entre los consumidores habituales, así como aislamiento social, dificultades académicas y conflictos familiares y sociales.
Es esencial que como sociedad abordemos este problema desde múltiples frentes. La educación juega un papel fundamental, por lo que debemos informar a los jóvenes sobre los riesgos reales del consumo de drogas y promover estilos de vida saludables. Las familias también tienen una responsabilidad crucial: fomentar la comunicación abierta y estar atentos a cambios en el comportamiento de sus hijos.
Aunque existen, es vital que proliferen más las políticas públicas efectivas que restrinjan el acceso a estas sustancias, y que se implementen y den a conocer constantemente programas de apoyo para aquellos que buscan rehabilitarse. La colaboración entre instituciones educativas, autoridades sanitarias y organizaciones comunitarias es clave para crear un entorno seguro y de apoyo para los jóvenes.
Promover una autoimagen positiva y dotarlos de herramientas para enfrentar situaciones de presión puede reducir la probabilidad de consumo, así como una educación temprana sobre los riesgos asociados al consumo de drogas y el desarrollo de habilidades para la toma de decisiones.
La participación en actividades extracurriculares: deportes, artes y otras de carácter recreativas puede servir como factor de protección al proporcionarles un sentido de pertenencia y propósito, unido a que es crucial que quienes están en contacto directo con los adolescentes y jóvenes puedan identificar signos de alerta y actuar de manera oportuna. Conocer las señales de alarma y cómo abordarlas es fundamental en la prevención.
No podemos permitir que las drogas roben el futuro de nuestra juventud. Es responsabilidad de todos actuar, educar y apoyar para construir una sociedad más saludable y consciente.