El patio de Milagros, proyecto comunitario del municipio de Los Palacios, quizás debiera llamarse El patio de los milagros. Cuesta trabajo creer que el hermoso entorno natural, que hoy ofrece al visitante, fuera antes un basurero colindante con el cementerio del lugar.
“Esto estaba feo, lleno de escombros y basura hasta los topes; el Gobierno venía y limpiaba y al poco rato ya estaba la gente tirando basura de nuevo”, me cuenta Milagros Báez Martínez, líder de la iniciativa sociocultural que hoy tiene allí su sede.
Da gusto conversar con esta palaceña, que ya vive la tercera edad, pero muestra una energía y un espíritu casi juveniles. Comienza uno a entender entonces cómo logró vencer la maleza impenetrable que nos describe con recursos mínimos.
“Empezamos mi esposo y yo con una escobita y una guataca, después la delegada de la circunscripción se acercó y me preguntó qué estaba haciendo, le dije que aquí el Gobierno no iba a gastar más petróleo en las limpiezas, el petróleo somos nosotros, ella también nos ayudó”, recuerda.
La limpieza de aquel terreno libró a la comunidad del hedor y la contaminación inherentes al vertedero en que se había convertido. Hoy, es el aire fresco de los árboles frutales el que campea en el lugar. Bajo la sombra de aquellos, crecen múltiples plantas ornamentales, y hasta hay espacio para la siembra de varios cultivos: yuca, boniato, plátano.
Pero los beneficios no terminan ahí. Casi sin proponérselo, Milagros fue gestando un espacio para la actividad cultural y recreativa de la gente de todas las edades en los barrios El Cementerio e Indaya, del consejo popular Los Palacios Sur.
“El círculo de abuelos no tenía dónde hacer los ejercicios y los traje para acá. Todas las mañanas nos reunimos, nos tomamos un té de plantas medicinales y todos los miércoles sesiona aquí la cátedra del adulto mayor. Pero también celebramos cumpleaños, unos 15; los niños vienen aquí a jugar, hay un taller de manualidades”, continúa contando la maestra, devenida líder comunitaria.
Con el apoyo de la Dirección Municipal de Cultura, el patio mantiene una programación cultural sistemática. Otros organismos como el Inder también colaboran en el diseño de acciones de recreación y esparcimiento sano.
“El barrio se siente muy contento, aquí nada más hay que sonar una lata y un palo pa’ que esto se llene, se hace caldosa y se reparte para todo el mundo”, asegura.
Milagros, quien se ha ganado el apelativo de “madrina” en el barrio, conoce las particularidades de cada una de las familias de la vecindad. Allí, donde hay niños o ancianos, lleva algunos de los alimentos que producen en el patio; donde hay problemas de alcoholismo o violencia, intenta aconsejar; donde vive algún discapacitado, se interesa por sus necesidades.
“Le toco la puerta a la gente y conversó con ellos. Cuando la Covid hacía cocimiento y lo repartía por las casas; con el ciclón (Ian) me metí en todos los barrios e hice el levantamiento junto con el personal de la Vivienda, y todo el mundo cogió su poquito en la distribución de los materiales”.
Como iniciativa comunitaria, El patio de Milagros ha recibido decenas de reconocimientos; incluso, su gestora fue invitada al congreso internacional Comunidad 2023, organizado por el Consejo Nacional de Casas de Cultura en octubre pasado.
Sonriendo, con cierta picardía, Milagros habla sobre la experiencia: “En el Congreso yo acabé, porque allí expuse mi póster y supieron lo que era Milagros, y les dije que este patio a la agenda 2030 de las Naciones Unidas va a hacer su aporte”.
Ella no ha necesitado grandes estudios o metodologías para lograr todo el resultado que ha tenido en su proyecto. Guiada, principalmente por la voluntad de servir al otro, Báez Martínez ha conseguido materializar un auténtico ejemplo de cómo la comunidad puede transformarse con sus propios recursos desde la acción cultural, un camino idóneo en estos tiempos de carencias económicas.
“La comunidad ayuda mucho cada vez que los convocó. Este es un espacio que ha venido para quedarse”, me dice con plena seguridad, y yo le creo, porque ya se ha podido comprobar que para Milagros, haciendo honor a su nombre, no hay imposibles.