Amigo lector, realmente no sabe cuántas veces al día pensamos en usted los de al lado de acá de estas páginas. Para todos los colegas es igual… es una especie de relación de amor-odio –no hacia usted, a usted lo idolatramos– lo espinoso viene con la separación de la noticia, el chisme, lo noticioso y lo que a usted le interesa.
Debo decirle, querido amigo lector, que sentarnos frente a la máquina de escribir o a la pc, con tan solo el silencio de la noche y una página en blanco a unas escasas cuartas de visión, es terrorífico.
Sufrimos, padecemos, damos vueltas, fumamos, nos tomamos una taza de café, y otra, y otra –si la hay– pero el síndrome de la dichosa hoja en blanco sigue ahí, impávido.
Y es entonces, cuando ya las tensiones del hogar bajan, que hacemos frente al miedo al ridículo, de la incomprensión y de la inseguridad de una palabra o número mal redactado.
Comenzamos la nota con el lead del primer párrafo con el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué del hecho que se va a narrar, y confrontamos entonces otro de nuestros dilemas: responder a las críticas de nuestros editores o a las sugerencias de ustedes.
Por supuesto, chismes tenemos –como usted– cientos, miles, quizás más de los que nos gustaría saber o poder escribir sobre ellos…
Por ejemplo, a diario podríamos decirle cuántos quiosquitos se construyeron en la esquina, dónde y cuándo sucedió ese accidente, el precio de lo agropecuario y sus violadores, al dedillo los números del plan de la vivienda y sus cifras “reales”, y lo relacionado con las noticias que corren como bolas.
Y así, día a día, sorteamos noticias y otros géneros, llenando y vaciando cual disco duro con obsolescencia programada nuestro cerebro, para que usted se lleve a su cama pensamientos, ideas e informaciones, siempre con la mejor de las veracidades y lo permitido.
Por supuesto, no es un secreto, igualmente tenemos y nos llegan informaciones “prohibidas”, pero de alguna forma también las manejamos y nos las arreglamos y barajamos para decirlas.
“Periodista, hable de esto… hable de esto otro”. Temas no nos faltan, esté seguro de eso.
Sin embargo, el tiempo no nos alcanza para analizarlo todo como usted quisiera, y a pesar de que los periodistas, dudosamente contemos con una suerte de “imagen” y ciertos “privilegios”, no siempre tenemos las de ganar frente a la cotidianidad. En el imaginario popular no sufrimos ni pasamos trabajo, pero para nosotros, el día a día es más complicado que para la persona común.
Si “aceptamos” un regalo, podemos caer en complicidad y perdemos objetividad debido a un supuesto compromiso; si mentimos, usted será juez y parte, y si decimos una verdad cruda, también nos juzgará por igual, debido a la frialdad y a la rudeza.
Y no, no nos pagan por peligrosidad, pero por difícil que parezca, este trabajo sí es peligroso… anécdotas, todos los colegas tienen cientos, al igual que este servidor, a quien una vez amenazaron seriamente de forma anónima.
Aun así, salimos a la calle gracias a usted. Somos lo que somos, porque usted existe amigo lector, porque usted –como dije líneas arriba– nos exige, nos mide, nos juzga, nos compromete, nos señala, nos exhorta, nos informa y nos apunta en la dirección correcta.
Somos nosotros los afortunados de contar con su interés por nuestro semanario cada viernes en las mañanas, de esperar para leer a este o aquel colega porque lo siguen o gustan de su escritura filosa, mansa, irónica, etcétera.
Gracias a usted llevamos comida a nuestros hogares y gozamos de una popularidad inmerecida, ya que son los verdaderos protagonistas de nuestras historias y noches de desvelo, a solo unas cuartas de visión de una hoja en blanco.
Gracias por andar de nuestra mano 24/7, y por tener la confianza de que siempre trataremos de ser mejores espejos de la realidad que lo rodea.
Por ello, este escriba quisiera felicitar a todos y cada uno de ustedes en este 2025, convencido de que, en este nuevo año, seremos nuevamente cómplices, amigos, amantes y, por qué no, hasta enemigos a corto plazo durante otros 365 días.