El calmante después que se aplaque la angustiosa pandemia de la COVID-19, la cual está dejando en la humanidad mucha angustia y dolor, es sin duda la risa. Los cubanos siempre estamos de buen humor y aunque haya crisis nos reímos de los que intentan llenarnos la vida de angustias, limitaciones y hacernos colapsar.
Mientras estallamos en una carcajada nos sentimos plenos de dicha, pues esta nos ayuda a disminuir las hormonas del estrés, al generar menos cortisol y liberar endorfinas del organismo.
Investigaciones recientes dan fe de que la risa regula la presión arterial, ya que mejora la circulación y reduce la posibilidad de padecer de enfermedades cardíacas; refuerza el sistema inmune al estimular que las células anticuerpos se desarrollen a mayor velocidad al modificar la química del cuerpo mediante cambios hormonales, además permite la liberación de una gran cantidad de endorfinas que protegen al organismo de infecciones crónico-degenerativas como las diabetes y el cáncer.
Debe quedar claro que no hay que exagerar con ataques de risa, pues estos pueden causar efectos negativos también. Es conocido lo sucedido a Julián del Casal –poeta y escritor del modernismo– a quien el 21 de octubre de 1893 a un severo ataque de risa le acompañó una hemorragia y la mortal rotura de un aneurisma ante un chiste muy gracioso que hizo un conocido.
Una risa moderada nos llena de placer, sirve de terapia para curar la depresión y la angustia, por lo que exige tomarla muy en serio y tener presente que una sonrisa no cuesta nada y produce mucho, enriquece a quien la recibe sin empobrecer a quien la da y su recuerdo se hace eterno.