Fiel a sus principios humanistas, el Gobierno revolucionario de Cuba puso en práctica en La Habana un plan de mejoramiento integral en los barrios de mayores necesidades.
Aún en medio de un complejo panorama económico, la dirección del país no dudó en iniciar la transformación de 62 localidades en las que, así se demostró, se unen manos y voluntades para optimar la calidad de vida de la ciudadanía de bajos recursos económicos.
El programa social, iniciado en agosto pasado, surgió en los encuentros que el presidente Miguel Díaz-Canel sostiene con regularidad con distintos sectores de la sociedad cubana, entre ellos jóvenes, religiosos, científicos, mujeres y muy en especial con líderes comunitarios.
En cada uno de los grupos que participaron en estas citas, donde predominó el respeto mutuo, la diversidad de opiniones y las experiencias propias y colectivas, se colegiaron distintas ideas para apoyar el trabajo de progreso de los territorios habaneros, la mayoría en lamentable estado, dado la acumulación de problemas en los últimos años.
No es secreto que Cuba vive en medio de furibundos ataques de Estados Unidos, autoproclamado ‘campeón’ de la democracia y de los derechos humanos, que en meses de pandemia —al contrario de lo que dicta la razón y la diplomacia— fortaleció con más de 240 nuevas medidas el bloqueo económico, financiero y comercial que mantiene contra la isla desde hace casi seis décadas.
La voluntad política del Gobierno de trabajar para el bienestar de los humildes, tal como proclamara el Apóstol José Martí, se puso de manifiesto una vez más con la nueva y priorizada tarea de dotar a la ciudadanía, de acuerdo con las posibilidades económicas, de mejores condiciones de vida.
La presencia de Díaz-Canel en algunos de esos barrios, para conocer las preocupaciones de la comunidad y chequear el avance de las transformaciones emprendidas, significó para los vecinos la oportunidad de explicar sus inquietudes y necesidades, y expresar sus criterios sobre ese proyecto colectivo.
Este programa compromete a ministerios, entidades estatales y privadas y a otros organismos que, basados en los planteamientos de los vecinos y el visto bueno de las direcciones municipales, máximas responsables en todo lo concerniente a los barrios, acometen las obras.
Miles de trabajadores de organismos centrales, regionales y voluntarios de los territorios que contribuyen con su esfuerzo —desde una colada de café hasta la batalla con las piedras y el cemento— están movilizados a partir de las primeras horas de la mañana para transformar, en el menor tiempo posible, las viviendas, escuelas, aceras, puentes y calles, comercios estatales, teniendo siempre en cuenta las prioridades identificadas por el pueblo.
Son muchos los asuntos pendientes, y así se lo han comunicado los vecinos al presidente, con suma franqueza y confianza en que todo será resuelto, quizás en mayor o menor tiempo, pero seguros de que nadie quedará abandonado.
Díaz-Canel ‘caminó’ la capital, que es en definitiva la savia con la que se nutre este programa, que ya comienza también a implementarse en otras provincias.
Aunque en esas barriadas nunca ha faltado un médico de la familia en la atención primaria, también era necesario mejorar las estructuras de los consultorios, situar más farmacias y atender a mujeres con tres hijos o más y a los jóvenes desvinculados (del estudio y el trabajo).
En fin, una evolución positiva para los pobladores.
El estilo de trabajo del presidente, y ese es uno de los principios de su gobierno, iniciado hace poco más de dos años, es el del intercambio con sectores y núcleos poblacionales. Así, el legado del líder revolucionario Fidel Castro se cumple a cabalidad con quien se considera uno de sus discípulos.
En el mes de septiembre, estuvo en El Fanguito, ubicado en el municipio de Plaza de la Revolución; en la barriada de La Güinera, municipio de Arroyo Naranjo; en el Consejo Popular de Tamarindo, en Diez de Octubre, y en el Consejo Popular Los Sitios, en Centro Habana, donde conversó con abuelos, madres, padres, adolescentes y niños.
A los jóvenes que ni estudian ni trabajan se les ofrecieron oportunidades para integrarse a cursos y empleos; los pequeños pidieron sus parques, ya algunos en funcionamiento, mientras que los adolescentes aspiraban al establecimiento de los Joven Club de Computación. Los abuelos agradecían y les confiaban al mandatario y a la Revolución el futuro de su descendencia.
Cada barrio ha sido una experiencia diferente, pero con similares circunstancias de abandono —por disímiles situaciones—, ya en solución.
No hemos venido a intervenir los barrios, sino a apoyarlos, proclamó el dignatario, quien retorna de nuevo para ver cómo marchan las obras, qué falta, si los vecinos están complacidos, si las autoridades les preguntan.
El Gobierno no se desplazó con sus ministros y trabajadores a imponer nada en absoluto. Hasta el color de las nuevas viviendas fueron consultadas a sus futuros habitantes. Nada se pasó por alto dada la continua visita de los dirigentes habaneros a distintos niveles.
Son jornadas de entusiasmo y de deseos de hacer por parte de la gente más humilde de la capital, junto a su presidente y su proceso revolucionario.