Regresar a casa, sano y salvo, es la mayor aspiración de todo el que sale a luchar contra los molinos de vientos. Preocupaciones y temores van en la mochila del viajero y, en su morada, los seres queridos lo aguardan con la mesa servida.
Ya cenan con sus familias los 52 miembros de la brigada Henry Reeve que volaron hasta Italia para el combate contra la COVID 19, luego de 14 días en centro de aislamiento, por prescripción sanitaria, tras el arribo a la patria el 8 de junio. Antes del retorno, un encuentro con Miguel Díaz-Canel les reafirma su convicción de quedar firmes, en la primera línea de combate, para dar la batalla contra todo evento que ponga en riesgo la vida, sin escatimar distancias ni tiempos.
En Pinar del Río, funcionarios de Salud Pública y pueblo organizado los aguardó en la calle para vítores de agradecimientos, orgullo y admiración, y en algunos rostros se atisbó la humedad que producen los ojos cuando las emociones se encuentran.
Los doctores Norge Jesús Martínez Ramírez, Tomás Perdomo Silverio y Emiliano Rivera Salas, ya están en sus sitios. Hasta Minas de Matahambre, Consolación del Sur y Sandino llegarán las anécdotas de Lombardía, sin que puedan evitarse comparaciones de sus vivencias con la de esta pequeña isla bloqueada que, a golpe de resistencia, dio sentencia al mundo, una vez más, sobre la valía de su sistema de salud.
Para Martínez Ramírez, especialista en medicina interna, la interacción con el primer mundo fue una experiencia inédita. “A primera hora los médicos sintieron un poco de recelo de interactuar con nosotros, pero muy rápido se percataron de que la medicina nuestra, independientemente de que no tenemos tanta tecnología, tiene dominio del método clínico como nadie en el mundo”, contó a la prensa.
Recuerda el día que trabajaban en el Hospital de Campaña atendiendo personas ancianas y una le dice a otra: “Ellos son diferentes a los médicos de aquí, ellos conversan con nosotros, nos dan la mano”, la interlocutora le respondió: “Ellos son ángeles, derrochan humanidad y por eso están aquí, para salvarnos”, alega con voz rasgada, como si se interpusiera un nudillo en la garganta.
Archivar estos recuerdos en la memoria, recibir el amor de un pueblo trabajador, llegar al regazo de la familia y el barrio, son las ofrendas más sagradas para estos guerreros justicieros, triunfantes.