Concluyó el Octavo Congreso del Partido; se cerraron las puertas del Palacio de las Convenciones. Ahora comienza el trabajo en la base, lo que pudiéramos llamar el Congreso en la casa, en el centro de trabajo, en el barrio.
Abril del 2021 ha sido trascendente en la historia de la nación, la que vivió con total normalidad la llegada al poder de la nueva generación de dirigentes políticos. A nadie tomó por sorpresa ese momento. Estábamos preparados para él.
Las importantes discusiones generadas en el Palacio y la aprobación de sus acuerdos son ahora de competencia colectiva, por lo que las órdenes no hay que esperarlas desde arriba: hay que ponerse a trabajar de inmediato.
Con ganas se quedaron los estrategas de la CIA y los enemigos acérrimos de la Revolución cubana que pensaron ver la desaparición de esta, por su fabulada ley de la renovación histórica vencida por la edad. Nada más lejos de la realidad.
En el corazón joven de la Patria no hay dudas, este es un proceso históricamente fértil, cuyo fin es la continuidad misma de la ruta trazada por el Comandante en Jefe Fidel Castro, desde el primer disparo del Moncada, apoyado por las lecciones que bebió de Martí, y que, llegado el momento, no dejó los destinos del país en manos de un imberbe, sino de quien mejor conocía a la Patria: Raúl se sabía apoyado por esa gran tropa de 11 millones de cubanos y una vanguardia selectiva que integra el Partido.
Ahora, cerrados los micrófonos, cada uno en casa, podemos razonar: Raúl también se fue tranquilo, confiado y así lo manifestó: “Ya hemos dicho que Díaz-Canel no es fruto de la improvisación, sino de una pensada selección de un joven revolucionario con condiciones para ser promovido a cargos superiores. Transitó con éxito, durante 15 años, como primer secretario del Partido en las provincias de Villa Clara y Holguín, luego de lo cual se nombró ministro de Educación Superior, vicepresidente del Consejo de Ministros y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, cargos que simultaneó con la atención del frente ideológico en el Partido”.
Entre los hitos que aseguran la continuidad está la concepción estratégica de la guerra de todo el pueblo que mantiene plena vigencia, y tal como refrenda el Artículo 217 de la Constitución de la República de Cuba, ello se traduce en que cada ciudadano conoce y dispone de un medio, un lugar y una forma de lucha contra el enemigo, bajo la dirección del Partido.
“Un pequeño país sin recursos, asediado y cruelmente bloqueado ha alcanzado indicadores que presentan un mejor comportamiento que los de muchos países del mundo y de la región”.
Con esas palabras calificó el nuevo primer secretario Díaz-Canel la heroicidad de Cuba, pero también nos emplazó y convocó: “Debemos en el menor tiempo, con nuestros propios esfuerzos, reconociendo que el camino está en nosotros mismos, Isla adentro, con la menor dependencia externa posible, resolver el desafío de producir los alimentos que necesitamos, el mejor aprovechamiento y uso de las fuentes renovables de energía, la utilización sostenible y con calidad de las potencialidades turísticas, la eficiencia en el proceso inversionista, la orientación de la producción nacional a resolver las demandas del mercado interno, la elevación de la calidad de todos los servicios que se prestan a la población”.
Sobre la misión más importante del país en este momento fue claro el máximo dirigente partidista: “La Tarea Ordenamiento deberá proseguir su proceso de implementación en correspondencia con el cronograma aprobado hasta su total aplicación, y lo más importante, la consolidación de sus postulados y la obtención de los resultados económicos y productivos que contribuirán a la construcción en Cuba de un socialismo próspero y sostenible”.
Para los enemigos de la Revolución que pretenden derrocar el sistema, les dejó también un mensaje: “La Revolución cubana no será traicionada ni regalada a quienes pretenden vivir jugando con la suerte de la Patria. No vamos a permitir que los artivistas –como dicen ellos mismos, entre comillas– del caos, de la vulgaridad, del desacato, mancillen la bandera e insulten a las autoridades. No ignoramos que buscan desesperadamente ser detenidos para cumplir el mandato de quienes les pagan, que no acaban de encontrar víctimas creíbles para sus infames informes sobre Cuba.
“Es bueno advertir al lumpen mercenario que lucra con el destino de todos, a los que piden ‘invasión ya’, a los que continuamente ofenden de palabra y de hecho a quienes no descansan, ¡que la paciencia de este pueblo tiene límites!”.
Estas últimas palabras en negritas son de la Redacción, para evitar que los mercenarios de adentro y allende los mares se confundan y lo olviden; porque aquí, aunque estamos en lucha abierta contra la pandemia, en fortalecer la producción, en mejorar los servicios, en ganar en la exportación, siempre habrá ojos y oídos para los que siembran la cizaña, los que pretenden crear el caos y la inestabilidad social. Estamos listos para impartir la justicia revolucionaria, que también es continuidad.
El Congreso fue más allá de un balance de los últimos cinco años: es la suma de los siete anteriores y de todo lo conquistado desde que el primer soldado rebelde entró en La Habana en 1959. Fue también el esfuerzo de todo un pueblo, con su historia a cuesta, que asimiló las críticas que se hicieron y se proyecta por un futuro mejor, ese que el General de Ejército observa, confiado, desde su trinchera.