Desde los juglares, el papiro, la imprenta hasta internet un largo camino ha recorrido el periodismo. Algunos se empeñan en catalogarlo como el mejor oficio del mundo, porque lo dijo García Márquez, pero con el perdón del “Gabo”, no lo creo así.
En primer lugar, porque hay otras profesiones que dejan saldos muy superiores en materia de beneficio para los humanos y por solo citar un ejemplo, no hay cuartilla que supere al hecho de salvar una vida, aunque desde la palabra certera se pueden preservar también existencias, valores, cultura y hasta naciones.
No obstante, esa aseveración tan categórica y bien lo sabía el que la dijo, va en contra de uno de los preceptos básicos del periodismo, evitar los términos absolutos; sin embargo, es innegable que por los caminos cotidianos de la información hay privilegios espirituales que compensan los sinsabores propios del ejercicio.
Es un lujo que personas extrañas desnuden su alma ante el intruso que llega en dependencia de la habilidad que poseamos para conducir un diálogo; somos testigos de momentos trascendentales; damos voz a seres anónimos; socializamos experiencias, cono-cimientos, descubrimientos y vergüenzas.
Desarrollamos habilidades para sin ser expertos en una materia entender esencias de procesos y métodos que debemos hacer comprensibles a otros; desenredamos números e informes para filtrar entre estadísticas los elementos valederos en aras de sustentar alguna tesis; buscamos lo excepcional y también lo común; damos vuelta al catalejo para escudriñar historias que merecen ser contadas…
Conocer a tantas personas, en tan diversas circunstancias y por tan disímiles motivos, es una de las prerrogativas del oficio que gratifica; mitiga los desasosiegos de jornadas improductivas cuando la rutina hace mella sobre la creatividad, la verdad se vuelve esquiva o el fracaso, la incomprensión, el regaño y la censura son el premio al esfuerzo.
Una enseñanza inicial al adentrarnos por este camino es que: “el médico entierra sus errores, el abogado los encierra y el periodista los publica”, solo asumir ese riesgo ya nos hace osados; además, es una de las especialidades que siempre está sobre la palestra pública, porque quienes nos ven, oyen o leen, juzgan y lo hacen desde su prisma personal.
En dependencia de eso podemos ser “atravesao’s”, insoportables y cosas peores; nuestras madres saben que deben bañarse cada día con rigor para eliminar los retos de excreta verbal sobre ellas, y que, sin importar a qué se dediquen, cualquiera les endilga la condición de mesalinas.
A veces muchos olvidan la condición de humanos, el derecho a equivocarnos, que tenemos días malos, problemas familiares. Y es cierto que la noticia no espera, pero tampoco lo hace el hijo enfermo, la comida sin hacer, la ropa sin lavar, la casa sin limpiar y otras labores del día a día.
Es, como muchas otras, una profesión sin horario ni espacio fijo, pues aunque usted dedique solo unos minutos a ver, oír o leer un trabajo periodístico, tras ese producto hay horas, días y hasta semanas, meses y años de preparación, investigación o búsqueda.
La satisfacción no está en los premios emitidos por un jurado, menos en el salario, que ni siquiera tras el Ordenamiento colma las expectativas, sino está en esas personas que te comentan sobre lo que hiciste, los que se confiesan seguidores, los que llegaron por azares del oficio y empezaron a ser amigos, los que notan que no estás, los que incitan, depositan su confianza al sugerir temas de interés y tantos más que hacen posible robar horas al sueño, al descanso y hasta a la familia cuando una situación así lo requiere.
Y el último año ha sido excepcional por una pandemia que nos puede alcanzar, pero que también nos reclama lanzarnos tras ella e ir donde están los héroes de estos tiempos, no importa el color de la zona, sino el grado de la entrega.
Buscar historias, alertar, compartir informaciones, ser más activos desde plataformas alternativas y cuidarnos lo hemos hecho y seguiremos haciéndolo, sin ansias de protagonismo, pero conscientes del rol que en un escenario de crisis nos corresponde.
Felicidades este 14 de marzo, Día de la Prensa Cubana, para todos mis colegas y para todo ese personal técnico, artístico y de aseguramiento que nos hace posible cada jornada. Éxitos.