¿Sientes irritabilidad, dificultad para dormir, fatiga, frustración, tristeza, dolor en algunas partes del cuerpo? Si experimentas alguno de estos u otros síntomas por estos días puede ser que estés sufriendo del síndrome de fin de año o síndrome de diciembre, como también le llaman.
El último mes del año puede ser complejo para el estado emocional de las personas. En él se imbrican la acumulación del cansancio de todo un año, un aumento de la carga laboral, la necesidad de cumplir con compromisos sociales y la añoranza por quienes no están.
Estos y otros temas pueden desencadenar en efectos dañinos para la salud. De acuerdo con algunos expertos en ese contexto de “clima emocional masivo”, en el que existe una presión social por sentirse feliz, surge lo que se conoce como síndrome de fin de año y que se caracteriza por atravesar una fase de tristeza e insatisfacción y hasta sentimientos de culpa.
Muchas veces, explica la ciencia, que la tendencia de quienes vivimos en sociedad es a relacionar las celebraciones con la proximidad de nuestros seres queridos, algo que genera tristeza al no poder estar con ellos debido a fallecimientos, distancias geográficas o conflictos comunicacionales.
Según datos de la OMS, en la transición del final del 2022 hacia 2023 la ansiedad y la depresión aumentaron en un 25% en todo el mundo, y esto fue debido a que además del estrés laboral, social y económico, se sumaron hitos importantes como elecciones o cambios políticos o el saldo negativo y agotador que dejó la Covid-19.
Apuntan varios psicólogos que, en ocasiones, cuando acaba un año sin que se solucionen nuestros problemas entramos en una fase de auto-culpabilización que puede llevar a la melancolía.
Pueden ser frecuentes los episodios de ansiedad y depresión con miedos y posibles decepciones, pues es común ver el final del año con preocupaciones y añoranza por los objetivos no alcanzados, y esto se materializa con más fuerza el 31 de diciembre.
Explican algunos psicólogos que todo está relacionado con la forma en que entendemos el tiempo porque pensamos mucho en los ciclos. El cambio de año se ve como el final de uno de esos ciclos o el cierre de un grupo de oportunidades.
Es cierto que siempre se reflexiona sobre lo que pasó o dejó de pasar, de las metas propuestas, de las pérdidas o las ganancias, y ese balance nos produce felicidad o tristeza en función de lo sucedido, entonces es ahí donde aparecen las insatisfacciones con uno mismo y luego el estado depresivo.
Para evitar sufrir del síndrome de fin de año, expertos recomiendan evitar comparar los resultados con los de otras personas; reflexionar sobre los retos que has superado y no en lo que no has conseguido; conocer tus límites y pensar en el futuro, además de hacer expectativas ajustadas a la realidad y tener la certeza de que no todo está bajo control.
El término de un año solo marca el principio de un nuevo ciclo en el que puedes cambiar tu actitud ante la vida y recurrir a pensamientos que reporten bienestar a tu salud mental. Pensar en el presente, puede ser un buen comienzo.