El joven Yubislandy Chico Castillo asegura que las primeras nociones sobre el tabaco las aprendió en la secundaria básica, cuando asistía a las escuelas al campo
Muchos años llevaba Yubislandy Chico montado sobre un tractor: prepara tierras por aquí, pica otras por allá… Tantos que ya sabía los secretos del tabaco y de los sacrificios que conlleva su siembra, siempre sujeta al clima, a las lluvias, al invierno, a los ciclones y a la mano del hombre.
Todo ese tiempo lo incitó a pedir tierras y dedicarse a ellas. «Me arriesgué. Yo sabía que el tabaco podía dar un giro a mi vida y a mi economía familiar. El ciclón Ian nos afectó y nos levantamos de nuevo. Después las cosas fueron mejor, pero no nos hemos detenido ni un momento aquí en la vega. Son los mismos trabajadores los que me impulsan cada día, por eso creo que atender a los obreros es tan importante», comenta ahora, un poco nervioso ante las visitas.
Justo en las inmediaciones de los municipios de San Juan y Martínez y San Luis, dos territorios tabacaleros por excelencia (la meca y la cuna del tabaco, como se les conoce), queda la vega de Yusbislandy. Ubicada en el primero, la finca ha cambiado aquellos parajes que distinguen por esta fecha por una enorme casa de cura, un ranchón, las oficinas, un campo extenso de tabaco tapado cubierto por telas blancas y, un poco más distante, la escogida familiar ya casi lista.
A esa infraestructura se sumarán en un tiempo breve los túneles y las casas de fermentación, para cerrar el ciclo: producir la semilla, sembrar el tabaco, beneficiarlo y comercializarlo. Su idea ha sido, sobre todo, invertir en el campo, ese en el que, además, cosecha cultivos varios, una demanda insatisfecha en el municipio desde hace años.
Los sacrificios del tabaco
«¡Mira todo lo que hemos logrado aquí!», dice mientras observa a su alrededor.
En estos momentos tiene ocho hectáreas de tabaco tapado, a razón de 32 000 posturas por hectárea. Prefiere las variedades Corojo 2021 y 2018.
Ha adquirido varios tractores a través del grupo Tabacuba, así como implementos para trabajar la tierra, por mediación de un convenio con una empresa extranjera. De esos equipos, seis están en la finca para ser probados.
«En verdad son muy buenos y humanizan el trabajo. La tierra necesita de todos para su preparación previa a la campaña, porque de ello depende la salud con la que se desarrolle la postura luego de ser sembrada».
Se suma, además, la instalación de paneles solares para garantizar el funcionamiento de la turbina de agua, ya casi lista. Por estas facilidades, más la infraestructura prevista, Tabacuba da un plazo para pagar de entre ocho y diez años. «Da resultado», confirma Yubislandy.
Pero todo no han sido buenas noticias con respaldo de tecnología. Mucho hubo que trabajar para que hoy las hojas de tabaco muestren la calidad requerida.
«Lo más difícil fue tener que regar en las madrugadas. El riego es electrificado y en la crisis energética, cuando llegaba la corriente ahí estaba yo con mis trabajadores, sin horario. Noches de poner dos tractores de frente a la tierra para alumbrar el campo y a esa hora regar.
«Hubo momentos de traer el agua con pipa, de alumbrar con lámparas y celulares, por suerte se ha estabilizado un poco la electricidad y pudimos avanzar. También se empezaron a proteger un poco estos circuitos por la necesidad que tiene el país de sembrar. El primer tabaco que se plantó ya lo recogí y está muy bueno».
Yubislandy sabe que hay una diferencia cuando eres operador y cuando eres el dueño de la plantación: «A mí siempre me gustó el tabaco y lo trabajaba desde la maquinaria, pero no es lo mismo; hay que darle otras atenciones a la tierra, llevo cuatro años como productor y he tenido resultados.
«Las primeras nociones del tabaco las tuve cuando estudiaba en la secundaria básica. Antes se aprendía mucho en la escuela al campo. Uno llegaba y los campesinos te enseñaban todo lo que sabían. La diferencia entre el tapado y el de sol es que el tapado lleva más atenciones culturales, aunque es muy parecido en lo relacionado con la aplicación de los productos. La recolección sí es muy diferente entre uno y otro. Esa enseñanza, lo que sabía del tiempo de operador de maquinaria, más lo que se aprende, porque uno se arrima a gente que sabe, fue suficiente para empezar aquí», comenta.
Reconoce que recibió mucha ayuda del jefe de Tabaco tapado de la empresa de acopio y beneficio del tabaco Hermanos Saíz: «Cuando la gente ve que hay interés, te dan la mano. Uno se esfuerza porque quiere hacer las cosas bien, y ahí es donde viene el resultado».
Hacer el bien
Este joven destaca no solo por la calidad de su tabaco o por lo que ha logrado hacer en un tiempo relativamente corto, sino porque tiene la certeza de que cuanto haga tiene que revertirse también en su localidad.
Por ello es referente en el territorio cuando se habla de ayuda a centros de Salud y Educación: «La primera vez que hice un donativo fue en los tiempos de la Covid-19. Recuerdo que llegué a la salita de terapia de San Juan y Martínez y no había aire acondicionado. Eran momentos muy difíciles los que enfrentaba el país, y hay que verse con un enfermo en esa situación. Ayudé a poner el aire y llevé unos quintales de comida», recuerda el joven con la sencillez que caracteriza a los hombres del campo.
«Yo no soy religioso, pero de ahí para acá se me han abierto muchas puertas. Lo recompensa Dios, quizá por eso de hacer un bien que se revierte después. Y yo me siento a gusto haciendo eso, es muy bonito; por eso mientras pueda voy a seguir ayudando en lo que pueda y donde haga falta», asegura.
La escuela especial del municipio de San Juan y Martínez, el comedor de la escuela de la cooperativa Hermanos Saíz, el hogar materno, una farmacia y la Casa de niños sin amparo familiar de Pinar del Río son algunos de los centros que conocen de la bondad de Yubislandy. Equipos electrodomésticos, splits, aires acondicionados, viandas y carne de cerdo figuran entre los recursos donados.
«Los campesinos tabacaleros tenemos un tesoro en las manos y a veces no sabemos aprovecharlo», dice como una sentencia. «Incluso creo que el hecho de ofrecer empleo a las personas de la zona es también una forma de ayudar, porque así tienen la posibilidad de tener más ingresos para la familia», comenta el muchacho que labora con 20 trabajadores a tiempo completo, aunque en el pico de la campaña llega a contratar entre 30 y 40. También están en ese tiempo las mujeres del ensarte.
Los trabajadores: El corazón de la finca
«Yo siempre digo que somos una gran familia. En la finca se les garantiza merienda y almuerzo, cobran ahora 2 000 pesos, ya después baja un poco, pero siempre esos 20 obreros tienen trabajo aquí.
«Y se les ayuda si tienen un enfermo, no se les rebaja el día, se les acompaña si necesitan viajar para el hospital porque tienen que estar contentos, solo de esa forma van a cuidar el trabajo, lo van a hacer lo mejor posible, y así todos nos sentimos mejor. Si ellos están al lado mío en todo momento, ¿cómo no vamos a estar con ellos cuando lo necesiten?», va explicando el muchacho casi como para convencernos de la importancia que le da a su gente.
«Además, no piensan que cobran 2 000 pesos y se van, piensan que tienen trabajo aquí todo el año; no van a permitir que nadie le haga daño al tabaco, porque al final las ganancias se reflejan en sus bolsillos también.
«Eso sí, no hay horarios. En plena campaña es de lunes a domingo: A veces nos cogemos un rato ese día para descansar, pero el tabaco no sabe de feriados. Todo el mundo es pegado al surco, haciendo lo que haga falta y en cualquier momento».
Yubislandy (que ya no es asociado a una cooperativa, sino productor vinculado a la empresa), a pesar de tener mucho trabajo, deja los pendientes para dialogar con quien llega a su finca; esa en la que recibe la ayuda de la familia. No para un segundo, pero siempre anda por esos lares: dentro del campo o en la casa de tabaco, y menos tiempo en la oficina.
Bajo su conducción están los demás. El trabajo en equipo, insiste, es lo que ha permitido que la finca, una vega fina de primera, crezca en la calidad de sus hojas y también desde el punto de vista humano, por el calor y armonía de la gente que la hace producir.