Fidel los calificó como “médicos del alma”, “constructores de la sociedad”; y aunque en los últimos tiempos el papel de los trabajadores sociales se limita, para muchas personas, a dar o quitar prestaciones, la labor sigue siendo eminentemente humanista a pesar de las dificultades.
Rescatar las ideas fundacionales del programa creado por el Comandante en Jefe en el año 2 000 es uno de los principales retos para lograr la verdadera transformación social que necesita Cuba hoy.
Temas como el perfeccionamiento de las estructuras a nivel de circunscripción, la profesionalización del Trabajo Social a partir de la aprobación de la licenciatura y el mejoramiento de los planes de estudio del nivel técnico superior fueron debatidos en el último encuentro de más de 700 trabajadores sociales con la máxima dirección del país.
EL DESAFÍO DE HACER TRABAJO SOCIAL
En el municipio de Pinar del Río, la cifra de trabajadores sociales ha decrecido. La causa principal ha sido el éxodo, no solo fuera del país, sino a otros empleos en busca de mejoras salariales.
“Actualmente tenemos una plantilla de 78 trabajadores sociales y 14 adiestrados, el número ha disminuido, sobre todo debido a la difícil situación económica, porque ellos siguen apasionados por lo que hacen.
“Esta es una labor mal pagada, no solo salarialmente, sino que cuando te enfrentas a la sociedad, por mucho que ayudes, parece insuficiente. No siempre recibimos lo que damos”, explica Merlys Gort López, directora municipal de Trabajo y Seguridad Social.
Añade que hoy el territorio cuenta con 18 especialistas en los consejos populares con un trabajador social para dos circunscripciones, aunque la aspiración es que haya uno por circunscripción.
Sobre el relevo en el territorio, apunta que el adiestramiento para incrementar la fuerza sale en la actualidad de la escuela de Economía en formaciones de dos años. “Eso no nos ha dado resultados del todo favorables, porque son muchachos que terminan el noveno grado, y cuando llegan aquí no es lo que esperan, no es lo que quieren, y no tienen ningún tipo de compromiso con la comunidad, lo cual es esencial en este tipo de trabajo”.
Por eso tienen como estrategia la formación por un periodo de tres meses a personas con 12 grado con interés de trabajar. “Ahora mismo tenemos una captación de 12, lo que nos ha nutrido y nos ha ayudado”, dice Gort López.
La presencia de los trabajadores sociales no solo debe garantizarse en la comunidad. Ellos también tienen un papel fundamental en las oficinas de trámites cuando estas se activan en caso de desastres o eventos meteorológicos; en las zonas de defensa y en los grupos de prevención.
Reconoce Gort López que es cierto que se necesita de un mayor accionar, que debe perfeccionarse la capacitación y cambiar algunos mecanismos que eliminen burocratismos y trabas.
Al mismo tiempo reafirma las fortalezas con que cuentan hoy en el territorio, a pesar de los bajos salarios y la carencia de recursos con que cuentan para realizar su labor.
“Lo más difícil siempre ha sido la parte económica. La fortaleza es que todos los lugares están caracterizados, la dificultad está en qué hacer con esa caracterización. Nos hemos quedado detenidos, esperando qué hacer.
“Es necesario contar con cierto nivel de autonomía, de decir ‘este caso lleva ayuda económica, un seguimiento, y cuando pase un año la ayuda económica se retira y lo que corresponde es ofrecer opciones de empleo, acompañar y orientar a esa persona en cuanto a su vocación o aptitudes’. Son elementos que están ahí y muchas veces no se utilizan.
“Las funciones del trabajador social se rigen por acuerdos y estos incluyen la misión de aglutinar, orientar, proponer servicios y entregar recursos cuando corresponde.
“El hecho de no solo comprar a Comercio, sino a otros actores económicos nos ha abierto mucho las puertas, pero se deben eliminar cuestiones burocráticas. Los mecanismos tienen que cambiar, porque a veces por la espera a que el Consejo de la Administración apruebe se pierde la posibilidad de compra”, refiere la directora.
El salario de un trabajador social apenas sobrepasa los 3 000 pesos. Además, debe gestionar por su cuenta los recursos necesarios para trasladarse, para realizar los diagnósticos y las informaciones requeridas, pues no existe la posibilidad de hojas, lapiceros ni transporte por parte de la Dirección de Trabajo. Por eso digo que el trabajador social tiene que ser un apasionado de su profesión.
“También hay un concepto erróneo de que a nosotros nos evalúan las políticas, y es todo lo contrario, somos nosotros los que evaluamos, los que valoramos si las políticas gubernamentales funcionan”, concluyó.
EN EL TERRENO
El reparto Cinco de Septiembre (Maica) es una de las comunidades de Pinar del Río que se encuentra en transformación. Hace un año que la Dirección de Trabajo en el municipio se insertó como parte de la intervención integral que acomete el Gobierno.
María Aiza Rivera, primera jefa de unidad de Prevención Asistencia y Trabajo Social, comenta sobre el desempeño que desde todos los frentes se lleva a cabo en una comunidad de características complejas.
“Iniciamos con varias ferias de empleo, se entregaron recursos para las viviendas, prestaciones y otros servicios que brindamos como el asistente social a domicilio (ASD). En el caso de los ASD se han impartido cursos de conjunto con Salud, pues son muchos los casos de ancianos que viven solos, incluso de personas postradas que no clasifican para un Hogar de Ancianos, por ejemplo.
“En los barrios se ve al trabajador social como el sujeto que trae, y no es así. La única satisfacción que tiene un trabajador social es que las personas se sientan agradecidas por la labor que estás haciendo, y en comunidades complejas, como esta, por ejemplo, en ocasiones no sucede”, subraya.
Conversamos en las afueras del reparto. Antes de adentrarnos en el “Maica” esperamos por la trabajadora social, que vive en el “Hermanos Cruz”. A pesar de la lluvia, llega en el rango de la hora pactada, en un triciclo, como casi siempre cuando se pone difícil el transporte.
PUCHITA
Hace cinco años que Jaisbely Madera Madera se dedica al trabajo social. Mientras caminamos por las calles del “Cinco de Septiembre” se nota el cariño de los vecinos. Cada dos o tres viviendas alguien la aborda para plantearle alguna situación; otras veces ella se para a indagar, a preocuparse. Nadie le dice Jaisbely, sino Puchita.
Daisy Izquierdo Capote es una joven discapacitada que está protegida por la Asistencia. Actualmente estudia el cuarto año de la carrera de Derecho y vive con su niña pequeña, aunque su madre la ayuda en lo posible.
“Fui el primer caso de la comunidad que recibió un techo después del huracán Ian. También me dieron fogón, lámpara y me dan ayuda de alimentos. La verdad que sin el empuje de Puchita no hubiera sido posible. Ella ofrece lo que le dan, si tuviera recursos para más estoy segura de que lo haría. Es difícil lidiar con todo el mundo pidiendo y exigiendo recursos”, dice la joven.
El caso de Daisy es una de las satisfacciones de Puchita; sin embargo, actualmente su mayor preocupación en la comunidad es la situación de Bárbara, una señora peritada que está a cargo de un hijo adolescente y tres nietos.
“Es un caso crítico. El hijo no quiere ir a la escuela, ya está evaluado en el grupo de prevención. Personalmente la acompañé al politécnico Primero de Mayo a matricularlo y él ha ido a una sola clase.
“Le dimos facilidades para el círculo de la nieta más pequeña, el varón está ya en un seminternado y a la nieta mayor, que tiene 12 años, le damos un seguimiento por Salud y otros factores por la edad precoz que tiene, proclive a embarazo y demás. Es una situación que lleva seguimiento constante”.
Así es el día a día de Puchita. Confiesa que, aunque es licenciada en Cultura Física siempre quiso ser trabajadora social, pero cuando empezaron los cursos para La Habana no tuvo la posibilidad de sumarse.
“Luego me enteré que habían abierto un curso en el Pedagógico. Recibí una formación de tres meses y a partir de ahí me incorporé. Casi todas las semanas iba al Órgano para si había posibilidad de integrarme a alguna brigada, pero me decían que estaba todo cubierto. Hasta que una amistad me dijo que había capacidad aquí en el Maica. Dije ‘bueno, pues voy para allá’. Empecé y poco a poco le fui cogiendo la vuelta. Me gusta lo que hago, en esto me retiro”, cuenta.
La inquietó sobre lo complejo de insertarse en una comunidad tan difícil y además alejada de su zona de residencia.
“Primero, mi problema del labio nunca ha sido motivo de complejo para mí, pero imagine empezar nueva en una comunidad con las características que tiene esta. Fue duro, siempre hay quien te quiere ofender y faltar el respeto. Pero tengo un carácter fuerte, y sé sobrellevar las cosas.
“A los dos años de estar aquí, embarazada de cinco meses, tuve que retirarle el módulo de alimento a un caso de un niño bajo peso, porque la madre estaba vendiendo el módulo. Se lo dije al bodeguero y la mujer me fue pa’ arriba. Me subió la presión, me descompensé totalmente, fue una situación dura.
“A través de los años he ido adquiriendo experiencias y modelando la comunidad, de forma tal, que los conozco a todos, me sé todos los rincones, sé cómo actúa cada cual. He tenido la posibilidad de irme a otros lugares que me quedan más cerca de la casa y no he querido. Aquí a veces me he quedado hasta pasadas las nueve de la noche, porque en horas del día no encuentras a las personas en su vivienda, y hay que hacer el trabajo, porque lo lleva.
“Lo más complicado ha sido lidiar con los casos de niños y adolescentes que no quieren incorporarse a la escuela, con el estado constructivo de las viviendas, sobre todo, cuando las soluciones no están en mis manos”, asegura.
De repente encontramos a Ismael González Álvarez (El Nene). Nos pide que lo acompañemos a su vivienda, o a lo que un día fue su vivienda. En un interior, un montón de tablas se acumulan alrededor de una cama personal. Desde el paso de “Ian”, El Nene se queda en casa de su sobrina en la carretera de Viñales, y cada día se traslada a pie hasta la escuela primaria Leopoldo Febles, donde trabaja.
“Puchita es un tren, gracias a ella me han ayudado con cama, colchón, sábanas, calzoncillos, pero he planteado mi problema de la vivienda a todo el mundo y hasta ahora nadie me da respuesta. Estas tablas las he conseguido por mi cuenta. Yo sé que ella no puede hacer más”, alude El Nene.
“Hay cosas que se me van de las manos. Sin embargo, sientes el agradecimiento de la gente, aunque a veces solo vengas a acompañar. Es lo más gratificante de este trabajo y he recibido el apoyo de todos en situaciones difíciles, familiares, de salud. Te das cuenta de que hay buenos sentimientos a pesar de todo.
“Un trabajador social siempre tiene que creer que puede ayudar a alguien. Es una labor que lleva paciencia y humanidad. Tiene que apasionarte y no te puedes cansar nunca”, sentencia.