A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd.” (Alphonse de Lamartine)
Hasta hace poco el promedio de fallecidos en la provincia de COVID y otras enfermedades era de 17 personas diariamente, pero para tomar como ejemplo dos jornadas recientes, del domingo 22 para este lunes, hubo 44 y la cifra fue superada en las 24 horas siguientes al reportarse 51 defunciones.
Así lo dio a conocer Osmany Azcuy Herrera, director provincial de Servicios Comunales, quien apuntó que hasta el cierre de julio han ocurrido 600 decesos más de lo habitual.
EL FIN DE UNA TRADICIÓN
La única certeza con que llegamos a la vida es la muerte; no por sabida es menos dolorosa y aunque la forma de despedir a nuestros seres queridos está condicionada por creencias religiosas, formación cultural y educación familiar, entre otros muchos aspectos, lo cierto es que las ceremonias mortuorias constituyen una expresión de la idiosincrasia de un pueblo.
Eso también lo modificó la COVID-19: el último adiós en Cuba ya no es un momento en el que se reúnen familiares y amigos por horas alrededor del féretro para entre llanto, conversación y hasta alguna que otra risa ofrecerse acompañamiento y consuelo por la pérdida irreparable.
Los protocolos redujeron el tiempo de velatorio a dos horas, con un número mínimo de dolientes y si el occiso era sospechoso o positivo al SARS-CoV-2 en el momento del deceso se sella el ataúd y en el interior colocan el cuerpo dentro de una bolsa.
Hasta hace poco debía darse sepultura directo en la tierra y de emplear una bóveda familiar solo podría abrirse cinco años después, periodo que se había fijado para la exhumación en cualquier caso. Esa medida fue modificada y se redujo el tiempo a dos, normativa que también aplica para los entierros anteriores a su puesta en vigor.
Otro de los cambios es que pueden emplearse nichos. Sobre estos, Azcuy dijo que depende de la disponibilidad que exista de los mismos y que las capacidades están actualmente en ampliación en varios puntos de la provincia.
Con respecto a los velatorios, si los allegados deciden prescindir de él y proceder al entierro directo es una opción viable. Por ejemplo, el pasado martes 24 hubo 14 entierros de esa forma.
También se limita el número de personas que pueden concurrir al cementerio en el momento de la sepultura para evitar las aglomeraciones.
LA ESPERA
Entre el tiempo del fallecimiento de una persona y la recogida del cuerpo hay un compás de espera. Son los trabajadores de servicios necrológicos los encargados de hacerlo, ya sea en policlínicos, centros de aislamiento y viviendas, al igual que en los hospitales. En los dos primeros casos, Salud Pública tiene que habilitar un local para depositar los cadáveres hasta el traslado.
Dada la situación epidemiológica deben cumplir con estrictos protocolos en aquellos casos cuando la causa de muerte puede estar asociada a la COVID-19 con el empleo de medios de protección y hasta un procedimiento para cerrar la bolsa mortuoria, para que en el interior de la misma se depositen los guantes usados.
Resaltó Azcuy el asesoramiento ofrecido por los especialistas de Higiene y Epidemiología, así como la facilitación de los recursos para que los trabajadores de Comunales cuenten con la seguridad requerida.
Señaló que la manera en que ellos proceden con los servicios funerarios está determinada por los certificados de defunción que emiten los especialistas de Salud Pública, pues son ellos quienes definen la causa de muerte.
En la actualidad hay demoras en la recogida de los cadáveres, condicionada por las dificultades que presentan en cuanto a disponibilidad de carros fúnebres y ataúdes.
De los 19 vehículos para servicios fúnebres que existen en la provincia, solo siete están en funcionamiento por la inexistencia de piezas de repuesto para su reparación. Como alternativa se han contratado particulares, de los cuales tres están en la ciudad de Pinar del Río y uno en Los Palacios.
Se concreta a través de la Unidad Estatal de Tráfico la posibilidad de que cada municipio pueda recurrir a esta solución, en dependencia de la existencia de carros con las características necesarias y voluntad del propietario para asumir la prestación del servicio.
Al bajo coeficiente de disponibilidad técnica se suma que al trasladarse carros desde la ciudad capital, donde se encuentran los hospitales provinciales, hacia municipios se inhabilita la posibilidad de otro uso por varias horas.
En cuanto a los sarcófagos, el directivo explicó que su construcción está a cargo de Industrias Locales y que han presentado carencias de recursos; no obstante, se adoptaron medidas y en colaboración con varias entidades ofrecen solución al problema.
CAPACIDADES
Con respecto a las capacidades en nichos, reiteró un inconveniente ya conocido porque, por las condiciones ambientales, en muchos casos al momento de realizar la exhumación es imposible proceder con la misma por la momificación del cuerpo. Esto ocurre con mayor frecuencia en los cementerios de Puerto Esperanza, Santa Lucía y La Fe.
En el Cementerio Municipal de Pinar del Río concluyeron una batería de 24 nichos y se encuentran dos más en construcción, también se ejecutan en otros siete territorios y comenzarán en Viñales, La Palma y Minas de Matahambre, pendientes de empezar las obras por la carencia de cabillas.
Sobre la existencia de áreas para sepultura en tierra no hay dificultades y agradeció el apoyo de Recursos Hidráulicos, incluso de la brigada de La Habana que se encuentra laborando en la provincia y de las fuerzas del Ministerio de la Construcción por la facilitación de retroexcavadoras para abrir las tumbas.
Aseguró que en cada cementerio hay un control riguroso de la ubicación de los cuerpos, pero carecen de los medios para la confección de identificación, lo que corre a cargo de los familiares.
Admitió que en estos días se han presentado atrasos en los servicios por todos los elementos expuestos, ya que el sistema tiene una capacidad logística diseñada para una cantidad de defunciones y se han visto superados, pero la voluntad de que cada pinareño pueda despedir a sus seres queridos de la forma apropiada prima entre los trabajadores de Servicios Comunales.
Resaltó el acompañamiento de las máximas autoridades de la provincia para contribuir a gestar soluciones.
DOLOR Y…
La muerte, sea por COVID-19 u otra causa, deja dolor en los sobrevivientes; si a ello se suma que esta esté matizada por demoras, aunque sean más que comprensibles las causas, la pena se convierte en martirio.
Además, se entronca con tradiciones culturales como no realizar el sepelio en tierra, la imposibilidad del acompañamiento e, incluso, hasta de cuidar a ese ser amado en sus últimos momentos. Por ende, urge aunar voluntades para mitigar la intensidad del sufrimiento.
En el sector no estatal puede todavía encontrarse un caudal de respuestas y no solo para la transportación, sino construcción de ataúdes, confección de lápidas o cruces y que sean servicios disponibles, tal vez hasta costeados por los propios dolientes, pero que existan.
Las muertes que hoy enlutan a tantas familias de pinareños no han de ir cargadas de nada más, porque el proceso de duelo, que se extenderá más allá del funeral, es una experiencia personal que un mal recuerdo puede dificultar.