Los cubanos están convocados para elegir el próximo 26 de marzo a los 470 diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) en un ejercicio democrático que propone a los electores votar por todos.
El voto unido no resulta una coyunda para quienes acudan a las urnas, sino una de las opciones, pues por ley, el elector puede decidirse por uno, por dos o por todos los candidatos que aparecen por su circunscripción (nivel básico del sistema de gobierno en el país).
Pero es considerado una demostración de unidad de la ciudadanía en el respaldo al modelo social y político.
Aunque esto parezca retórica a algunos, en realidad desde el 1 de enero de 1959 de forma casi permanente el país ha bregado contra viento y marea para salir adelante bajo las presiones de todo tipo de sucesivos gobiernos de Estados Unidos.
La máxima expresión de esa hostilidad es el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos y reforzado con el paso de los años para intentar derrocar al Gobierno.
Así, desde las primeras elecciones para el Poder Popular en octubre de 1976, el voto unido es apreciado como respuesta a todas las presiones externas, y al explicar esa motivación, el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, dejaba claro en febrero de 1993 que “es una cuestión política: es la estrategia de los patriotas, es la estrategia de los revolucionarios”.
En tantos años el acoso a la isla no ha cambiado, más bien se ha recrudecido, y en este momento, cuando la situación económica resulta en extremo difícil, esa estrategia sigue vigente.
A ello se suma que, aunque las campañas insisten hasta el cansancio en la supuesta ausencia de democracia, en contraste, las elecciones en Cuba se caracterizan por una amplia participación popular que va más allá de la posibilidad de los electores de nominar y elegir directamente a sus representantes.
También se convierten en cada ocasión en un verdadero movimiento popular a todos los niveles, pues de las alrededor de 200 mil personas que intervienen en el trabajo electoral, menos del uno por ciento son profesionales.
El resto son trabajadores, estudiantes, jubilados y amas de casa que voluntariamente integran los diferentes órganos, conforman las mesas de votación y actúan como colaboradores y supervisores.
Incluso los niños son activos participantes, pues los miembros de la organización de pioneros custodian las urnas durante la votación, algo inexistente en el resto del mundo.
Sucede lo mismo con la labor de las comisiones de candidaturas, encargadas de elaborar y presentar los proyectos de candidaturas de los diputados, así como de los presidentes y vicepresidentes de las asambleas municipales del Poder Popular.
En un país donde existe un solo partido, el Comunista, este ni nomina ni elige y ese proceso transcurre con la participación ciudadana, pues las comisiones de candidaturas están presididas por la Central de Trabajadores de Cuba.
Las integran igualmente representantes de las principales organizaciones de la sociedad civil como los Comités de Defensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas, las organizaciones estudiantiles y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, a las cuales pertenece el 90 por ciento de la población.
Además, las comisiones tienen independencia funcional y la facultad de consultar a cuantas instituciones y entidades estimen pertinentes, lo cual es garantía de seleccionar a quienes realmente merecen ocupar esa responsabilidad.
Esos nominados pueden ser desde personalidades reconocidas mundialmente en sus respectivos campos de acción, hasta sencilla gente de pueblo, sin faltar religiosos, empresarios privados y representantes de la diversidad sexual, que en conjunto forman lo más parecido a la sociedad cubana actual.
Ese es otro elemento importante, aseguran los partidarios del voto unido, para que cuando el elector esté a solas con su boleta, pueda ejercer libre y con seguridad su elección por todos.