No había un gran auditorio, apenas éramos 10 personas. Ella estaba allí en representación de su colectivo, algo que ha hecho con frecuencia en los últimos meses; habló con fluidez, naturalidad, sin palabras grandilocuentes, no necesitó mirar ningún papel para recordar estadísticas, y es que su oratoria no requería números, porque llevaban algo mucho más importante: vida.
Primero agradeció a los artistas que donaron batas médicas, nasobucos, máscaras faciales, cabinas de acrílico para entubar pacientes graves; todo eso eran implementos para ayudarlos a protegerse; dijo que estuvieron a su lado desde un inicio preguntándoles que modificaciones hacer a los diseños para que fueran más funcionales.
A los transportistas, que calificó de imprescindibles; los campesinos que contribuyeron con alimentos; las fuerzas del Ministerio del Interior (Minint) en el resguardo; los constructores que mejoraron la instalación… en fin, a todos los que desde marzo han hecho posible que en el hospital clínico quirúrgico León Cuervo Rubio en Pinar del Río se hayan atendido más de 800 enfermos de la COVID-19, de los cuales el 1,5 por ciento ha estado reportado de crítico o grave, y solo han fallecido allí dos.
También habló de los médicos, enfermeras y trabajadores que, sin los recursos del primer mundo, con batas y nasobucos de tela se han enfrentado a la pandemia, superándose a sí mismos, ganando en destreza y ninguno de los de esa institución se ha contagiado. El orgullo con que lo afirmó llenó aquel salón semivacío.
Contó historias sin nombres: de los que no pudieron estar en el nacimiento de sus hijos, al lado de la familia en momentos de dolor, de la ausencia a funerales de seres queridos, de la rotación de 14 días y luego la cuarentena, del tiempo sin ir a la casa…
Y no importa que carezcamos de los detalles, porque ellos han ido a la batalla, cubriéndose sus rostros, sin ánimo de protagonismo; enfundados en ropas y artilugios que otros idearon por amor y donaron con un solo afán: salvar vidas, propósito que lograron con creces.
La doctora Heidy Liana Carbó Rodríguez, subdirectora de atención médica en el “León Cuervo Rubio”, fue la que estuvo allí, en aquella reducida conferencia de prensa en el salón de reuniones de la sede provincial de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), fue voz de esos hombres y mujeres que cada día reciben el aplauso de un pueblo a las nueve de la noche.
Y no importa cuán reducido deba ser el número de personas que asista al acto por el aniversario 62 del triunfo de la Revolución, del cual serán sede en su hospital, porque cuando la unidad deja de ser palabra para convertirse en hechos, otros pueden ser tus ojos, tu voz, tu cuerpo, tu alma, porque, al fin y al cabo, somos más que individuos, si hablamos de nación.