Hace cerca de 40 días que no ven a su familia, y aunque las medidas de prevención lo prohíben, todos desean el calor de sus seres queridos, pero más que todo llegar a casa con la alegría de saber que cumplieron con el deber que la Patria les impuso, en una situación de inmediata contingencia para la que no estaban preparados.
Ellos, sin vacilar, dieron el paso al frente cuando se les llamó para enfrentar un complejo escenario del que no se tenía precedentes hasta el momento.
Fueron los primeros en acudir al lugar y permanecer allí por poco más de 15 días. Este equipo médico fue el que comenzó el trabajo en la zona de aislamiento de la comunidad Camilo Cienfuegos en la provincia Pinar del Río, al detectarse los primeros casos de coronavirus.
Guerrillero tuvo la posibilidad de conversar con ellos en la casa de visita de la CPA Eliseo Caamaño, en la localidad de Pilotos, donde ahora toman un merecido descanso y cumplen con la etapa de cuarentena epidemiológica tras el relevo necesario.
LOS PROTAGONISTAS
Eridanys Benítez García y Ernesto Fidel Becerra Cruz, ambos médicos residentes de segundo año de la especialidad de Medicina General Integral (MGI), comentaron sus vivencias. Este matrimonio joven, residentes además en la comunidad, explicaron que al momento del llamado sintieron que tenían una deuda con sus vecinos.
“Hace cerca de año y medio que comenzamos a laborar en la ‘Camilo Cienfuegos’, en todos los consultorios de la zona. Nos tocó vivir esta experiencia ya en el lugar y diagnosticar y evaluar los primeros casos confirmados.
“En el plano personal fue una experiencia única, pues para un médico todavía en formación enfrentarse a esta compleja situación epidemiológica fue impactante”, comentó él.
“Cada día el trabajo fue bien exhaustivo. Comenzábamos desde temprano para determinar las acciones para la jornada y tomar decisiones con respecto a casos, pesquisas y otros temas”, explica ella.
“Lo que siempre nos mantuvo en pie fueron los aplausos en las noches; en ocasiones derramamos algunas lágrimas pues sentir el calor de toda una comunidad era abrumador. Ese calor humano nos hizo sentir mejores profesionales y mejores personas.
“El último día de trabajo, antes del relevo, muchos pacientes y la población en general querían que los visitáramos para despedirnos de forma personal, pero siendo sincera tengo que decir que no tuve el valor.
“El día de la partida yo sentía que no debía irme, que lo que estaba haciendo estaba mal. Así era nuestro nivel de compromiso para con esa comunidad, imagino que haya sido igual para el resto de los compañeros”, afirmó Eridanys.
Dentro de las experiencias que ambos guardan tras este periodo intenso de labor, sin duda la detección de los primeros menores con la enfermedad los marcó.
“Eso fue algo muy duro de vivir. Estos niños eran nuestros pacientes, y al diagnosticarlos sentimos algo así como una especie de desconsuelo, pues la epidemia apenas comenzaba en Cuba, en nuestra comunidad, y nadie sabía a ciencia cierta lo que podría pasarles.
“Pero verlos volver en las ambulancias, libres de todo mal, sin duda fue lo más impactante. El recibimiento de los vecinos fue indescriptible, con aplausos llenos de vida. Eso es algo que aprieta el pecho y no cabe en solo palabras”, agregó la joven doctora.
Tras la pregunta obligada, ambos sostuvieron que limitar la vida en pareja también fue complicado, pues cerciorarse de cumplir cabalmente con las medidas establecidas tras muchos años de complicidad no era nada sencillo.
Por su parte, Juan Carlos Rodríguez Chacón, psicólogo y jefe del departamento de Salud Mental del municipio de Consolación del Sur, dijo que desde el primer momento supo que debía jugar un papel en esta guerra.
“Siempre estuve al tanto de la evolución de la enfermedad en el mundo, y cuando se decretó el cierre de la comunidad no esperé. Nuestros conocimientos debían apoyar a todos los colegas y consolar a la población de ese lugar.
“Me incorporé de inmediato y no sentí temor al hacerlo. Estuve todo el tiempo seguro y confiado, pues sabía que al lado de colegas y demás profesionales de la medicina cubana estaría bien”.
Confiesa que la experiencia, aunque muy peligrosa, también fue hermosa.
“Creo que todos los que estuvimos allí y los que se encuentran hoy, hicimos y hacen cosas muy importantes. Personalmente tuve que enfrentarme a situaciones que no se estudian en los libros en las que se debe improvisar y actuar de forma más operativa y práctica.
“Fue increíble observar y participar en situaciones de peligro donde aparecen rasgos humanos como la solidaridad, el compañerismo, la ayuda. Todo lo nuevo genera incertidumbre, pero el ser humano se crece ante los obstáculos, y en mi caso la disposición a dar el paso al frente siempre fue inquebrantable pese al peligro que corríamos todos”, afirmó.
Rosmely Inouye Viñals y Alejandro Gómez Marimón, ambos especialistas en primer grado de MGI, expresaron que al dar el paso al frente y llegar al lugar se les agolparon todas las emociones.
“Fue como un shock. No estábamos preparados para lo que íbamos a enfrentar, pero aun así la vocación fue más fuerte y decidimos quedarnos una vez decretada la cuarentena”.
La premura de la misión, confiesan, les hizo correr con los preparativos y olvidar la mitad de los avituallamientos necesarios para este tipo de contiendas.
“Se nos quedaron la mitad de las cosas. Fue todo muy rápido”, comentó ella.
“Estábamos recién salidos de una guardia cuando nos incorporamos y como pareja decidimos asumir el reto. Había que ayudar a nuestros colegas con todos los procesos respiratorios que estaban saliendo en esa zona”, agregó él.
A ellos también les costó adaptarse a las nuevas condiciones debido a su matrimonio, y entre risas y complicidades ocultas, jocosamente argumentaron que durante ocho años compartiendo literalmente todo, fue sumamente difícil mantener la distancia uno del otro.
“Fue complicado aislarnos, pero sabíamos de la necesidad de protegernos y siempre fuimos estrictos con todas las medidas. Trabajábamos en zonas distintas y al tener posibilidades de infectarnos el uno al otro, pues nos cuidábamos más. Aún en estos días somos precavidos”, comentó Rosmely.
“Al no tener condiciones para muchas cosas como la desinfección de la ropa y otras, la población siempre nos ayudaba, lavaban nuestras ropas y nos planchaban los nasobucos. Las personas de la comunidad siempre estaban atentas a todo lo que nos hiciera falta. Ellos nos apoyaron mucho y desde aquí aprovechamos para agradecerlo”, mencionó Alejandro.
Miriam Martínez Martínez, licenciada en laboratorio clínico, también formó parte de este equipo de vanguardia. Portadora de noticias malas o buenas, argumentó que siempre acompañaba y consolaba a cada paciente que llegaba a sus manos para realizarse la prueba.
“En particular fue muy interesante desde el punto de vista médico, pues se me exigió más dedicación, profesionalidad y a pesar de las ansiedades y miedos, logramos dar lo mejor de todos nosotros.
“Como ser humano también sufrí junto a la población los diagnósticos en tiempo real. Esos 15 minutos eran sumamente lentos sin importar cuántas veces lo realizara.
“En cuestión de minutos me llamaron y tomé la decisión de acudir. Fue una sorpresa la solicitud, pero me dio fuerzas, porque desde cierto punto de vista sentí el orgullo de que se me confiara tan importante trabajo, que se pensara en mi para realizar esta labor de impacto”.
Por último y no menos importante, el doctor Frank Ravelo González, director del policlínico con servicios de hospitalización Primero de Enero y jefe de este equipo, narró la historia desde su inicio.
“Comenzamos el primero de abril con las condiciones un poco deterioradas, al punto de que se decreta la restricción en la comunidad. Primera vez que se aislaba a un sector poblacional por este motivo desde el triunfo de la Revolución.
“Una zona de alrededor de 1 430 habitantes. Una población con sus características intrínsecas debido a que era principalmente agrícola y la mayoría de su fuerza de trabajo eran hombres que desde las dos de la madrugada estaban en pie para labores agropecuarias.
“Pesquisar diariamente esa cantidad era sumamente difícil, pues había que escucharlos, darles charlas educativas y atender sus necesidades y problemas, que también eran parte de nuestro trabajo.
“Sin dudas, las primeras 72 horas fueron críticas, porque eran momentos tensos de llegar y recoger a un grupo en una ambulancia y lidiar con toda la comunidad y recomenzar nuestro trabajo de cero. Fue arduo.
“No existían horarios para el trabajo. Desde bien temprano reuníamos al equipo para discutir casos. Pesquisar desde la mañana y hasta cerca de las 12 de la noche con sobrebatas, gorros, guantes y nasobucos, no nos fue sencillo. A veces eran las dos de la tarde y bajo el sol abrasador recorríamos las calles con esas protecciones. El calor era sofocante y trataba de doblegar la voluntad. Pero estábamos conscientes de que nos iba la vida si no extremábamos los cuidados”.
Ante la comparativa de esta situación frente a misiones internacionalistas, Frank aseguró que, sin duda, esta última contienda superó las anteriores.
“Tuve la suerte y el honor de comenzar en 2003 el Barrio adentro en Venezuela, en Carabobo, y mucho después estuve en la amazonía de Brasil; pero este aislamiento que vivimos durante 15 días para mi representaron cerca de cinco años en una misión. Todo este proceso desencadenó un estado emocional y sensorial sin precedentes para todos.
“El apoyo de la población siempre fue el mejor regalo y el motor impulsor. Esos aplausos siempre a las nueve de la noche, sumados a toques de cacerolas, silbidos y otras iniciativas nos hacían sentir que nuestro trabajo era valorado y nos daba fuerzas para seguir. Cosas como esas te tocan el corazón.
“Siempre pensamos que estamos preparados para todo desde el punto de vista humano y sentimental, pero la vida te demuestra que no es así. Por suerte salimos victoriosos todos de esta etapa y durante estos días de asilamiento epidemiológico solo nos queda esperar un poco más para ver a nuestras familias.
“Indiscutiblemente todos nosotros nos acordaremos de la comunidad Camilo Cienfuegos por el resto de nuestras vidas”.