Alguien pudiera asegurar las experiencias de Los Palacios en huracanes, y aunque esas no impidan los destrozos, resguardan vidas y recursos, y hacen posible el éxito en tiempo de recuperación, donde el tocar casa a casa les suma, preliminarmente, unos 3 000 daños en las viviendas, más otros en instituciones estatales y zonas comunes con su más desbastadora apariencia.
Fueron casi cinco horas de estancia entre nosotros, soplando bien duro, nos dicen. Mientras mujeres y hombres —tal vez no los suficientes— recogen ramas y pintan contenes, en tanto la Empresa Eléctrica del municipio, levanta postes y logra, a siete días del evento, un aproximado del 60 por ciento de clientes con servicio.
A Carlos Manuel de la Cruz Palacios, intendente de Los Palacios, (valga la coincidencia), se le ve con un mapa que ubica mejores y peores situaciones; envía pipas de agua; reubica grupos electrógenos; activa —para elaborar alimentos— centros de Comercio, cuentapropistas y a micro, pequeñas y medianas empresas; libera delegados de circunscripciones y comparte los pocos recursos con los más necesitados, entre otras prioridades…
¿A dónde podemos ir a intercambiar los recuerdos de aquel lunes que se hizo martes entre desvelos y sustos? Tal vez, ya la presa La Juventud no incomunica a San Diego de los Baños. Mucho cambió allí después de vientos y lluvia.
Que nadie se imagine igual el panorama de ese pueblito paradisíaco, ubicado a 75 metros por encima del nivel del mar en Los Palacios. Tal como lo habían hecho Gustav e Ike en 2008, y otros tantos fenómenos meteorológicos en años anteriores, Ian entró para no ser olvidado.
SAN DIEGO, CURARSE PARA CURAR
Allí llegamos siete días después de Ian, y sus huellas eran visibles. La tranquilidad pasmosa de un pueblo aún sin servicio eléctrico y poca agua, por tramos con viviendas y centros destrozados, solo era perturbada por el insistente sonido de sierras ubicadas en el parque frente al balneario de aguas medicinales que da fama internacional al lugar.
Unos poco árboles todavía en pie, pero maltrechos, dan idea de la majestuosidad de los parques antes de Ian. Casi todo está en el piso y una brigada de la UEB Agroindustrial Los Palacios (Forestal) fracciona cada milenaria planta, para facilitar el traslado cuando lleguen los camiones especializados.
Tania Rodríguez Díaz, jefa de producción de la UEB, señaló que desde el propio martes comenzaron a despejar primero las vías de acceso al Consejo Popular. Ahora se concentran en los tres parques, “donde hay árboles de maderas preciosas y otros a aprovechar para elaborar carbón”, asegura.
Luego, el esfuerzo ha de concentrarse en las 500 hectáreas de bosques dañados en el municipio, para aprovechar cuanto sea posible y luego repoblar.
Muy cerca, en calle 29, entre 38 y 40, una brigada de Comunales se enfrentaba a una inmensidad de basura, en su mayoría ramas de árboles ya fraccionados por los compañeros de la Forestal.
Ocho hombres y cuatro mujeres, sin más implementos que sus manos y algunas escobas, tiraban a un camión los desechos en una jornada que se prometía intensa, máxime sin el apoyo de los vecinos de San Diego.
Bienvenido Valdés, técnico integral de esta zona comunal, asegura que han sido días de mucho trabajo, con fuerzas y medios propios, más dos camiones de la Defensa Civil. Aunque la mayoría de sus trabajadores sufrieron también perjuicios en sus viviendas, están allí devolviéndole la higiene pueblo.
Así encontramos a Margarita Márquez Márquez, quien perdió el techo de su casa a causa de un viento cuya fuerza jamás había sentido. “Fueron varias horas de miedo, con un rugido aterrador afuera», rememora como quien quisiera borrar el recuerdo de ese día con la misma presteza con que ahora borra de las calles sandiegueras las huellas de Ian.
Cerca también, en el despalillo BD-16 San Diego, muchos se afanan sin descanso, pese a que del huracán golpeó sus hogares de una u otra forma. El techo de la añeja instalación, que a todas luces data del siglo XIX, perdió bastantes fibras y se mojó parte de la hoja acopiada.
Al momento de nuestra visita habían secado gran cantidad y rescatado parte del techo para volver a colocarlo, pero faltaba por hacer.
Edilia Rosa Hernández Ruiz, pesadora, prefiere no hablar de números que cuantifiquen pérdidas. Confía en el empeño para salvar gran parte de las 30 toneladas que acopiaban.
Varios integrantes del colectivo reacomodan las hojas que aún guardan humedad, mientras otros, incluso voluntarios de la comunidad, arreglan el techo para resguardar las secas.
Muy cerca una algarabía denota la vida de San Diego, sus niños, la mayoría de completo uniforme y todos con su pañoleta azul o roja, mostraban la mayor de las alegrías en un centro escolar, el Ciro Redondo García, de los 31 afectados, que aún con huellas visibles, no se permitió estar cerrado mucho más de una semana.
MÁS MIRADAS Y MANOS PARA ACOMPAÑAR
Allí también, con su ropa de campaña, algunas ojeras y mucho de cansancio, pero igual de resistencia, Daniel Calero Mesa, quien en tiempo de recuperación, preside la zona de defensa 210 605, daba indicaciones y controlaba otras.
Comentó acerca de las cinco comisiones de trabajo que andan por cada una de las familias perjudicadas, cuatro de ellas con difíciles realidades por lamentables problemas de salud, que perdieron todo y pernotan en el hotel de Comercio, el Libertad, donde con carbón y bríos les cocinan, pues ni gas licuado tienen, y por supuesto tampoco electricidad.
Así, aún sin apreciar ni un liniero para dictaminar los daños, con un balneario perjudicado, tres parques de estar sin sus milenarios árboles, más el de La Güira destruido, con insatisfacciones por no recibir la leche de los niños los dos días anteriores, pero con increíble hospitalidad, San Diego ha de ser sanado de esta sacudida natural, pues consta en su obligación curar a otros.
Habrá que llevarle, por los caminos agrestes de su geografía, más soluciones y alternativas. No hay tiempo que perder, sobre todo si hay historias como la de Raydel Pérez Díaz, damnificado por tercera ocasión por eventos climatológicos, que ahora recoge de su escaparate a la intemperie algunas mudas de ropa para secar en otra casa, donde está su hijo de cuatro meses, su mayor pensamiento.
O la fatídica anécdota de Raquel Martínez Díaz, nacida acá, que fue a vivir a Consolación del Sur y una enfermedad la lisió hasta dejarla invalida, de ahí el retornar para estar cerca de la rehabilitación en el Balneario. “Compramos, mi hija, mi nieto de 12 años y yo, una casita, pero Ian se la llevó”. ¡Sin comentarios!
Este pueblo, caracterizado por la hospitalidad con el doliente, bendecido por aguas medicinales, precisa más manos, incluso de las suyas para recuperarse.
Con esfuerzo propio, en espera del necesario apoyo exterior, los sandiegueros vuelven, después de 14 años, a estar en el punto de partida de un largo trayecto para renacer. Si en 2008, luego del paso devastador de dos fenómenos meteorológicos similares lograron salir adelante, no será distinto en 2022, razón para que este equipo regrese, pues aún hay latidos en nuestras agendas que debemos compartir.
Escrito por: Yudaisis Moreno Benítez y Adianez Fernández Izquierdo / Periódico El Artemiseño