Quizás el título de estas líneas, a priori, destaque su interés al pensar que pudiesen tratar sobre una arremetida furiosa contra las mipymes, pequeños negocios, o aquellos que consistentemente realizan ventas de portal.
Pero no. Quisiera que nos enfocáramos hacia lo positivo de estas empresas personales, pues más allá de todos los criterios diversos que las circundan, la realidad es que son altamente factibles, rentables, y de a poco, desde cierto ángulo, también han ayudado al país a ir saliendo del pozo económico en que todavía nos encontramos.
Digo esto, porque en ocasiones –como muchos nos cuestionamos de forma subconsciente– comparamos a estos emprendedores y sus gestiones con las empresas estatales, los sistemas de pago de las mismas y el cumplimiento de sus objetos sociales.
Habrá, por supuesto, quien dirá que ambos escenarios no son equiparables, pero nada más lejos de la realidad, ya que nuestra empresa estatal socialista tiene tantas o más ventajas comerciales que un privado. Es una verdad innegable, pero que no las veamos o que nos importe poco, es otra cosa.
Y hablaba de la rentabilidad, pues hoy gran parte de las empresas estatales presentan pérdidas económicas en sus gestiones, pérdidas millonarias en algunos casos.
Otro de los asuntos es que la unificación de algunos sectores, principalmente de comercio o gastronomía, tampoco ha rendido los dividendos esperados y se han convertido en meros revendedores.
No es menos cierto que se han dado pasos y se les han otorgado facultades, pero no las suficientes si me preguntaran.
Es usual durante recorridos periodísticos observar y escuchar a directivos o gestores quejarse por la falta de recursos y las trabas que deben sortear cada día… que si la materia prima, que si falta de fuerza de trabajo, entre otros.
Hablan de problemas reales, pero no enfocan el actuar en las posibilidades y potencialidades que se tienen para un desarrollo óptimo de sus fuerzas productivas.
De forma objetiva las limitaciones están, pero si se ven solo las dificultades y no las soluciones, será entonces imposible alcanzar la prosperidad que se necesita.
Un primer paso sería revisar minuciosamente la cartera de productos reales y objetivos de cada uno de los centros en cuestión, su viabilidad, sus fichas de costos y su encadenamiento pre y post productivo.
Luego, evaluar las condiciones financieras y establecer estrategias de trabajo factibles, con márgenes posibles y no leoninos, que permitieran solvencias sin planes absurdos de cara al 2050.
A la par, ahorrar cuanto recurso exista y despojarse de alabanzas y reservas en planes que solo sirven para autoengaños y complacencias. Tanto el ahorro como las reservas constituyen pilares primordiales para un buen manejo y desarrollo.
En este punto, la objetividad es de vital importancia… Entonces, ¿por qué las mipymes son rentables y financieramente activas? La respuesta es obvia, porque son privadas y cualquier pérdida, disonancia, despilfarro o estadística disonante duelen, por mínimas que sean.
Lo más importante de estas líneas es que cada uno de nosotros debe ser indispensable y altamente productivo desde su rincón. Los líderes, y no jefes – entiéndase la diferencia– deben ser más receptivos y abiertos con la juventud, con las nuevas ideas y el cambio, que por ley de vida toca siempre a las puertas.
En la Cuba de hoy, la empresa estatal socialista necesita ser mucho más ambiciosa que cualquier actor económico o negocio privado floreciente. Debe emprender un nuevo camino de forma proactiva, pues la búsqueda constante de soluciones y habilidades de mercadeo y comercialización serán la clave.
La moraleja es precisamente esa, que debemos ser emprendedores, sí, como los privados. Que nos duela de verdad y que nos asista la vergüenza cuando incumplimos, que se nos oprima el corazón cada vez que Cuba se achique a causa de procederes equívocos.