Uno de los principales logros de Cuba es la tranquilidad que perciben sus ciudadanos en las calles, y por eso siempre nos vanagloriamos de que podemos ir y venir sin peligro, incluso, hasta que los niños van solos a sus escuelas si son cercanas, y de que juegan libremente en los parques y en los alrededores de sus viviendas.
Por estos días hemos escuchado sobre hechos de violencia perpetrados supuestamente en la ciudad pinareña, más comentarios de los que nos gustarían. En cualquier esquina una historia diferente, eso hay que resolverlo de alguna forma y de la mejor manera, e informar a la población.
Romper y tratar de resquebrajar la paz que reina en nuestras calles, es algo que añoran algunos, no tan amigos, sin embargo, ese gusto no se lo podemos dar a nadie, ya sean a personas sin escrúpulos que delinquen y arremeten contra la integridad física de otros, como tampoco a los que exageran e inventan historias para crear un clima de pánico y desesperación.
Recordar que la violencia social es un fenómeno que se desencadena por la falta de valores, de educación, nivel de vida y hasta por la situación económica. Se manifiesta y enraíza en países donde sus habitantes no tienen un sistema que incluye a todos en los programas fundamentales.
Cuba, amén de la situación económica que atraviesa por causas conocidas, tiene uno de los sistemas de Educación más inclusivos del mundo, en el que es obligatorio que todos los niños alcancen el noveno grado, una vez superado este nivel se garantiza la continuidad de estudios para la enseñanza Media Superior y para la Superior.
Asimismo se trata con la salud y con otros derechos elementales que protegen a menores de edad, ancianos, mujeres y embarazadas, fundamentalmente.
Aunque lejos de la perfección, en las escuelas cubanas se trabaja arduamente en la formación de valores, encaminados muchos de ellos a sembrar el amor y respeto por los demás, a compartir lo que tengamos con los necesitados.
Desde la Primera Infancia hasta la Universidad se enfatiza siempre en algo importante para el ser humano: el respeto al derecho ajeno y a la vida.
Pero no todo puede quedar en el terreno de los centros educacionales, hay una parte importante que corresponde a la familia, y que es insustituible, y tal vez ahí esté el talón de Aquiles.
Los padres no pueden desentenderse de la educación de sus hijos, es en el hogar donde primero se aprende a ser honesto, humilde, disciplinado, trabajador, responsable.
En casa los niños, adolescentes y jóvenes no deben percibir rasgos de violencia ni faltas de respeto, porque es la familia la encargada de ser el ejemplo de sus descendientes, siempre sustentado en la consideración a los más ancianos, que son los pilares.
Tampoco funciona el algoritmo de satisfacer todos los caprichos de hijos y nietos, eso es fatal, pues desencadena en manifestaciones de irrespeto, malos comportamientos y desvíos del camino correcto.
Si un adolescente o joven, aunque sea solo uno, exhibe rasgos de violencia, mucho más si trascienden, tenemos que acoger como seres sociales la parte que nos toca y preguntarnos en qué fallamos, siempre con el afán de corregir.
Por el momento, hay una tarea clave a esta hora y es la de concientizar, eso nos toca; por supuesto, también se hace necesario actuar.
Nada ni nadie puede ni tiene el derecho a empañar la tranquilidad ciudadana. Nos toca enfrentar la realidad y ser consecuentes con la verdad, esta puede ser también la única vía para de desmentir en casos de falsos comentarios e historias mal intencionadas, que pueden tener el fin de sembrar el pánico.