Desde el pasado 15 de noviembre y hasta el 22 de diciembre se celebra en Cuba la jornada por el Día del Educador. Sirvan estas líneas como reconocimiento a quienes han dedicado su vida a esta noble labor
“Un profesor trabaja para la eternidad: nadie puede decir dónde acaba su influencia”. Henry Adams
“Enseñar, en cualquier esfera, es lo más lindo de este mundo. Nada se compara con lo que sientes cuando vas por la calle y alguien dice: ‘¡Mira, mi maestra!”’.
De esa forma, Lilia Rosa Silva Rojas resume su amor por el magisterio. A sus 81 años mantiene el espíritu de aquellos años mozos, cuando egresaba de la Escuela Normal para Maestros e iniciaba un camino del que no se ha podido apartar nunca. Hoy se desempeña como coordinadora de la carrera de enseñanza Primaria en el Centro Universitario Municipal (CUM) de San Luis.
¿Qué es lo más reconfortante, lo que más atesora del magisterio?
“Que la gente vea lo hermoso que es educar. Me regocija ir a una escuela y hablar con los maestros, los niños, y si voy a un círculo, ahí sí… ver cómo aprenden tanto me llena, me hace vivir”.
UNA OPCIÓN PARA TODA LA VIDA
Son varias las generaciones de sanluiseños que recuerdan a Lilia Rosa, no solo como maestra de Primaria sino como directora, y hasta por su constante labor en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Nos recibe en la sala de su casa de puntal alto y robustas columnas, nos pide un momento para acicalarse, luego nos cuenta de su niñez y adolescencia en pleno capitalismo, de cómo se hizo maestra y se enamoró de lo que hace.
“Fui una niña feliz. Mi mamá trabajaba en el ensarte y escogida de tabaco, mi padre era constructor. Realmente, ellos trabajaban muy duro para que a mi hermano y a mí no nos faltara nada. Además, se preocupaban mucho por nuestra educación.
“Asistí a una escuela pública, pero con muy buenos maestros, allí me eduqué hasta sexto grado. Cuando aquello la enseñanza Media era privada, hice séptimo y octavo, porque no se hacía noveno, luego ingresé a la Normal para Maestros, que era una de las dos opciones que había, lo otro era la Escuela de Comercio y no me gustaba.
“Me quedé casi en lo último del escalafón, al que quedó por encima de mí no le interesaba la opción del magisterio, a mí me tocaba entonces, pero aun así tuve que pagarle para poder ingresar. Él tenía problemas familiares y era bastante pobre, tuve que darle 200 pesos para que me cediera la plaza”.
Inició en la escuela primaria Frank País como maestra sustituta. Allí, en la comunidad de Barrigona, rememora con mucho orgullo los días de la Campaña de Alfabetización:
“Alfabeticé a un grupo heterogéneo de 15 personas, unos más jóvenes y otros adultos. Todavía hay algunos que están vivos y lo recuerdan. Había que ir por la noche, con lámparas para alumbrarnos y bostas de res por los mosquitos”.
Desde aquellas primeras experiencias se dio cuenta de que le gustaba ser maestra, y que era Primaria la enseñanza que le apasionaba. Por eso no accedió cuando le propusieron ir a dar clases a la Media y tuvo que asumir la dirección de la escuela José Martí, hoy convertida en secundaria.
“Fue un cambio muy grande, aquello fue un llanto tremendo. Era un nuevo claustro, una nueva comunidad y no tenía preparación alguna para dirigir, no era como ahora. Pero en la práctica lo aprendí, enfrenté aquello y fui ganándome al personal. Me ayudaron mucho. Estuve 12 cursos dirigiendo”.
La labor como directora le apuntaba hacia otros caminos, ahora en la Dirección Municipal de Educación: “Ahí sí que me dio como un ataque, porque ya me sentía cómoda, preparada, y tenía mi claustro, ‘pues tienes que formar otro’, me dijeron. Primero estuve al frente de la subdirección metodológica hasta que se hizo la nueva estructura y pasé a atender Primaria, Especial y Prescolar. Fueron 20 años y seis meses”.
La investigación y la bibliotecología también formaron parte de su carrera hasta que decidió jubilarse en el año 2000. Los años siguientes los dedicó a trabajar con la Estadística y el Censo de Población en el Partido Municipal, pero después de poco más de una década decidió retomar el magisterio en la enseñanza Superior.
SEMBRAR EL RELEVO
La vida de Lilia Rosa ha estado marcada también por las organizaciones de masas, especialmente por la FMC, de la cual es integrante desde su fundación y ha asumido varias responsabilidades.
Hoy agradece la posibilidad de asesorar a las nuevas federadas, de intercambiar y de aportar desde su experiencia.
“También asumí el CDR en la zona, nunca he podido negarme a ninguna tarea, me satisface poder ser útil a mi barrio, a mi comunidad, a mi pueblo”.
Con cariño atesora las medallas 23 de Agosto y la Ana Betancourt, pero en un lugar especial guarda el recuerdo de haber compartido con Fidel en el V Congreso de la FMC. “Contener la emoción al tenerlo delante no era fácil”.
En varias oportunidades pudo estar en presencia del Comandante en Jefe, incluso, en algunos de los 11 seminarios impartidos por José Ramón Fernández, cuando fungía como ministro de Educación.
“El ‘Gallego’ era una persona muy afable, intercambiaba mucho con la gente. La modesta preparación que tengo se la debo a él. Era muy constante, sistemático, reconocía mucho la labor de los docentes. En cada jornada por el Día del Educador hacía llegar cartas de reconocimiento a los maestros, y eso era muy gratificante.
“Aquella generación nuestra estaba muy bien preparada, y le digo que la mejor medalla que tengo es el acompañamiento del pueblo en todas las tareas y en todos los lugares. Me siento muy reconocida, por lo que voy a trabajar en el magisterio mientras tenga fuerzas”.
Lilia Rosa tuvo dos hijos, quienes de alguna manera siguieron sus pasos en la docencia:
“La hembra estudió Contabilidad y luego de hacerse doctora en Ciencias se ha dedicado a enseñar, y refiere que le gusta mucho. El varón estudió Cultura Física y es entrenador de softbol”.
Y aunque la vida no le dio nietos, intenta transmitir siempre todo su conocimiento a los pequeños que tiene cerca, sobre todo a los del barrio.
¿Qué cree del relevo del magisterio en Cuba?
“Pienso que hay que prepararlos más y mejor. Tenemos jóvenes muy capaces y siempre algunos que se destacan, pero eso debemos potenciarlo, porque necesitamos un buen relevo. Hay que enamorarlos, entusiasmarlos, demostrarles que sí se puede, a pesar de todas las dificultades por las que atravesamos.
“Viví el periodo especial, viví el capitalismo. La juventud de ahora no sabe nada de eso, porque les tocó la parte buena, por eso tenemos que hablarles. Hasta a mis hijos que pasan de los 50 se los digo siempre. Hay que luchar y trabajar para salir de los problemas.
“Mis padres tuvieron que sacrificarse mucho para educarme. Recuerdo que mi madre se sentaba en el portal y no permitía que nadie llegara a hablar mal de la Revolución. Yo sí estoy convencida, a mí nadie me marea”.