Se puede ir al encuentro de la península de Guanahacabibes, en Pinar del Río muchas veces y siempre ante cada regreso, algo nuevo te sorprende, quizás el canto de algún ejemplar de su extensa fauna, un rinconcito íntimo en alguna de sus cuevas, o simplemente, esa paz que cada vez más penetra en el cuerpo para brindar sensaciones de éxtasis y sosiego.
Envuelta en un gran halo de misterio, el silencio y la soledad en sus costas y bosques, solo es interrumpido por tonadas de pájaros como el ruiseñor, el picoteo del pájaro carpintero construyendo su morada en el tronco de algún árbol o por el sonido de las iguanas en la maleza, al huir de la presencia humana.
Y si esperas algún rato sin hacer movimientos llamativos, te sorprenderá la voz chillona de alguna que otra cotorra, que en aquel entorno, señorea a sus anchas, aunque en su hábitat resulta muy desconfiada y es lógico, pues el hombre, entre otros factores propició en buena medida la reducción de sus poblaciones, para adoptarla como mascota.
Y es que la cotorra cubana (Amazona leucocephala) es, sin dudas, la especie más carismática de la fauna cubana y bien domesticada, resulta parlanchina y simpática, como ningún otro ejemplar y llega a profesar verdadero amor hacia quien la cuida.
Verónica, la mascota de un vecino, todo lo repite y ya completa un amplio vocabulario, en el que no faltan palabras ofensivas hacia la esposa de su dueño, y en cambio a este último le profesa verdadera simpatía y amor.
Libre en la casa sin intentos de escapar, lo sigue adonde quiera que se dirija, hasta que él decida dedicar unos minutos al juego tendido en el suelo, y entonces ella le riega el cabello y hace cosquillas con el pico hasta hacerlo reír y hasta le da el “piojito”.
Parece feliz, es el sitio que conoce, pues desde muy pichoncita fue arrancada de su hábitat y trasladada hasta allí y ahora teme levantar vuelo hacia los árboles, e insertarse en un mundo para ella desconocido, suerte que aún corren algunos ejemplares en la Isla, debido a la caza ilegal, pese a los esfuerzos por su protección.
Cubierta de un plumaje con vistosos colores, entre los que predominan diferentes tonalidades de verde, rojo y blanco, su algarabía constituye un obsequio de la naturaleza a la campiña cubana, y los aborígenes la llamaban caica, paraca o higuaca, en tanto en las provincias orientales es conocida como loro o perico, y en las occidentales como cotorra o cotica.
Según el Libro rojo de los vertebrados en Cuba, la cotorra cubana era visible en bosques de toda la nación pero sus bandos disminuyeron tiempos atrás considerablemente.
Según EcuRed, desde la época de la colonia, la deforestación y su captura indiscriminada, puso a esta especie en peligro de extinción.
Gracias a la protección que se ha desarrollado en los últimos años las poblaciones en Cuba se han recuperado.
Hoy buena parte se concentran en áreas protegidas, como es el caso de la reserva de la biosfera Península de Guanahacabibes, donde velan celosamente por su preservación, y también en Mil Cumbres, zona pinareña de singular belleza paisajística radicada en las montañas del municipio pinareño de La Palma, en la cual desde hace algunos años se emprendió el fomento de la especie.
Sin dudas, en cada uno de esos sitios, Verónica sería mucho más feliz, hablando el mismo lenguaje de sus congéneres y recibiendo el cortejo de la pareja o avistando entre tantos troncos un hueco desusado, en busca de condiciones para la llegada de la descendencia.