El 33,8 por ciento de la extensión territorial de la provincia Pinar del Río está comprendida dentro del Plan Turquino, programa que el pasado dos de junio arribó a 36 años de creado, y que mantiene como propósito el desarrollo integral de estas zonas, en los ámbitos productivo y social, sobre la base de la conservación del medio ambiente.
Dentro de esa área se encuentran 76 asentamientos poblacionales, siete urbanos y 69 rurales, los habitantes representan poco más de un décimo de los pinareños, garantizar servicios básicos a los mismos es un reto, dada las características geográficas y dispersión en nueve municipios.
LUCES Y SOMBRAS
La incuestionable belleza de las serranías del occidente las convierte en espacios con potencialidades para el desarrollo sostenible del turismo de naturaleza, histórico y cultural, así como el fomento de diversas actividades agropecuarias.
El deterioro de los viales, insuficiente disponibilidad de medios de transporte para el traslado de cargas y pasajeros, así como el deficiente estado de las redes de abasto de agua, son dificultades con las que lidian los moradores de esos predios, e incentivo para la migración hacia otros lugares.
Solucionar estos problemas no sólo incidirá sobre la calidad de vida de los pobladores, sino que permitiría seguir contando con hombres y mujeres que desplieguen en esos pintorescos parajes actividades económicas que beneficiarían a toda la sociedad.
Por las características de dichos entornos son ideales para la apicultura, el cultivo del café, frutales e incremento del patrimonio forestal, por sólo citar algunas de las actividades más lucrativas, entre las que vale incluir la cría extensiva de cerdos.
La formación en oficios indispensables para esas localidades, como herreros, desmochadores de palmas, tejedores de yarey… ha de ser prioridad en aras de preservar costumbres ligadas a las esencias de los montañeses; sin que ello esté reñido con el acceso a la formación profesional o materialización de otras oportunidades que a la larga permitan imbricar tradición y modernidad.
Entre las usanzas arraigadas en los campos está la conservación de alimentos, que hoy tributan a la creación de empleos e implementación del programa de Seguridad y Soberanía Alimentaria y Nutricional (SAN).
Sainé Toledo Martínez, administradora de la mini industria “La Complaciente”, en el consejo popular San Andrés, del municipio de La Palma, explica que aprovechan los picos de cosechas de las diferentes frutas; sirva como ejemplo que produjeron tres toneladas de pulpa de mango en el mes de junio, asegura que tiene excelente calidad, la embotellan y goza de aceptación entre sus clientes.
Plátano, yuca, coco, son otros productos que procesan, tiene contratos con varias cooperativas de la localidad lo que permite al colectivo de seis trabajadores, laborar establemente, y aportar a la satisfacción de necesidades de sus coterráneos.
Las diferentes estructuras productivas también contribuyen a que en la cocina donde aseguran los alimentos para los dos círculos infantiles de la comunidad haya alimentos frescos, afirma Jesús Cruz Gutiérrez, quien dirige el centro en el que la búsqueda de alternativas es tarea cotidiana.
Ante el déficit de combustibles crearon un fogón artesanal de carbón, lo hicieron ellos mismos, conscientes de que su aporte al cuidado y educación de los infantes es esencial para que las madres sigan siendo entes activos desde sus diferentes puestos en la sociedad.
UN POCO MÁS
Escuelas, consultorios, salas de video y televisión son otras instituciones con presencia en las serranías, aunque no todas tengan el óptimo estado constructivo ni el equipamiento idóneo, son espacios desde los cuales se obra por la instrucción, salud y cultura de los pobladores.
Las montañas no escaparon a los embates de Ian a su paso por el territorio, resarcir los daños es un proceso paulatino en el que se priorizan los servicios básicos como el abasto de agua, la elaboración de alimentos, las comunicaciones y recuperación de instalaciones educativas y de asistencia médica.
El Plan Turquino busca beneficios directos para los hombres y mujeres que salvaguardan riquezas naturales, depositarios de nuestras más rancias tradiciones campesinas, laboriosas y amables. Montañeses sencillos, para quienes la sociedad cubana diseñó un programa con la intención de disminuir los rigores de la vida rural.