Tras el reciente anuncio del gobierno de Panamá de renunciar a los Juegos Centroamericanos y del Caribe en el año 2022, la cita corre el peligro de suspenderse, en lo que sería su primera cancelación desde la II Guerra Mundial.
Una ola de protestas de ciudadanos panameños por deficiencias en la atención sanitaria en medio de la pandemia terminó por doblegar los deseos de las autoridades de organizar la justa regional, para lo cual se habían iniciado algunos trabajos constructivos, pero la mayoría estaban pendientes.
Luego de analizar la situación, desde las altas esferas panameñas decidieron que el presupuesto dedicado a las obras deportivas estaría mejor empleado en reforzar las condiciones de atención de salud en todo el país.
Afortunadamente, la decisión se hace con bastante tiempo para que la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (Odecabe) pueda encontrar una variante, es decir, una sede alternativa.
Históricamente, ha sido México la que ha dado el paso al frente cuando ocurre este tipo de situaciones, porque tiene la infraestructura necesaria como para asumir las competencias sin necesidad de construir nuevas instalaciones.
No obstante, la Odecabe informó sobre la comisión de nuevas sedes, coordinada por la vicepresidente Sara Rosario, que evaluará las posibles opciones para elegir una alternativa.
Personalmente, no creo que surjan nuevas propuestas por la crisis que inevitablemente acompañará a la pandemia, pero nunca se sabe. Hay tiempo todavía, y en dependencia de cómo la enfermedad haya golpeado a cada nación, podría evaluarse la posibilidad de acoger los Juegos, siempre con la premisa de no tener que construir nada.
Por eso a priori me vino a la mente México, que ya ha celebrado estos certámenes en el DF (tres veces) y Veracruz, y unos Panamericanos en Guadalajara.