La Química, la investigación, la perseverancia y el magisterio son algunas de las cosas que unen a cuatro profesores de la Casa de Altos Estudios de Pinar del Río. Desde los laboratorios de la Universidad Hermanos Saíz Montes de Oca llevan más de tres décadas dedicadas a la ciencia y a la innovación, acariciando el sueño de generalizar resultados y que su conocimiento rinda frutos en el orden económico-social para la provincia y el país.
Hasta lo que hoy se clasifica como residuo del procesamiento del pino y otras maderas, ellos lo utilizan como materia prima para la obtención de productos diversos, con una amplia gama de aplicaciones en la farmacología y elaboraciones industriales, entre las que destaca la cosmética, por solo citar una de ellas.
Los doctores en Ciencias Elena Cordero Machado, Uvaldo Orea Igarza, Juan Francisco Pastor Bustamante y el máster Juan Carlos Díaz Gispert tienen, además, en común que los cuatro son jubilados, reincorporados a la docencia y enamorados de su labor, gran parte de la cual la realizan en el Grupo de investigación para el aprovechamiento de la biomasa vegetal, adjunto al Centro de Estudios Forestales, perteneciente a la Facultad de Ciencias Forestales y Agronómicas.
30 AÑOS ES MUCHO TIEMPO
Transcurría 1989 cuando la Universidad de Leningrado, hoy San Petersburgo, se interesaba en alianzas para el procesamiento del follaje de los pinos, después pasó lo que todos sabemos, el derrumbe del campo socialista, el periodo especial, y las proyecciones se diluyeron. Luego renacieron con la posibilidad de montar una planta a partir de la transformación de la de Sulfometales en Minas de Matahambre; esta vez sucedió que quienes salieron a adquirir la tecnología no eran entendidos en la materia y buscaron opciones muy costosas e inaccesibles.
Esas derrotas no mellaron el espíritu de estos investigadores. La mirada de Elena brilla con solo evocar esas proyecciones malogradas, porque sigue viva la ilusión; aunque a los siete estudiantes que ha preparado los perdió, “todos se han ido”, y tras esa frase está el fenómeno de la emigración, que no es nuevo, pero tampoco se detiene.
Entre los problemas que enfrenta actualmente está carecer de un molino para el procesamiento de las acículas, las hojas del pino son muy duras y necesitan triturarse para extraer y separar sus aceites, ácidos, clorofila, cera… a partir de los cuales ha desarrollado una serie de productos de usos médicos diversos para el tratamiento a dermatitis, úlceras, eczemas, quemaduras, estomatitis, micosis, leucopenia y sangramiento de encías, entre otras patologías; están confirmadas las propiedades citotóxicas y cicatrizantes; también tienen aplicación en la veterinaria, en la industria de la perfumería y la cosmética; con la ventaja añadida de que el residuo puede emplearse en el alimento de aves y ganado.
Con pesadumbre admite que los resultados son a nivel de laboratorio y de banco, que no han podido ir más allá. Asegura la experta que con una tonelada de forraje hoy se podrían obtener ganancias muy superiores a las que se derivan del procesamiento de la madera que aporta ese volumen de ramas, y acota Igarza, quien es su esposo, además, que todos los estudios están avalados y certificados por el Centro Nacional de Sanidad Agropecuaria (Censa) y resalta que son resultados que tributan a una economía circular.
Él, que se ha especializado en el uso de la corteza y tratamiento a la madera, acumula sus propias decepciones. Sueña con implementar el tratamiento de residuales que en la actualidad se vierten al río Guamá y contaminan esas aguas; lo que considera el primer paso para el proyecto de reanimación de esa cuenca concebido como parte del desarrollo urbanístico de la ciudad.
También un molino pone coto a su investigación sobre preservación de la madera para prolongar su durabilidad, resistencia a insectos, bacterias, hongos y medio ambiente. Dos tesis de diploma ya han tenido este proyecto como tema que busca la modificación química desde la nanotecnología.
Un mejor uso de la luz solar, y por ende ahorro de energía, es posible a partir de la deslignificación de la madera y su empleo en puertas, ventanas y hasta paneles en techos; no obstante, admite que en este caso se trata de un proceso costoso.
MÁS QUE DINERO
El más avezado, en cuanto a resina de pino se refiere, es Pastor, uno de los gestores de la planta que hoy procesa la misma. La automatización para humanizar el trabajo y agilizar el proceso de obtención de la colofonia y la trementina es uno de los más recientes propósitos, que, como otros, aguarda por financiamiento.
Estos derivados, la colofonia y la trementina, tienen un amplio uso industrial en la fabricación de barnices, pinturas, pegamentos, fósforos, cosméticos y productos de higiene; así como la cera para el recubrimiento de frutas y vegetales; sin embargo, entidades nacionales todavía importan estas materias primas en lugar de emplear las nacionales, que asegura Pastor, son de muy alta calidad.
Con 78 años, si algo no posee Pastor, es miedo a llamar las cosas por su nombre, y a su juicio, esto se debe a que tras esas importaciones hay beneficios económicos personales como los viajes.
A pesar de esa insatisfacción, es él quien ha logrado en mayor grado la materialización de sus investigaciones; pues la planta, aún con tecnología obsoleta, existe, funciona y aporta a la economía del país.
Gispert lamenta que no han encontrado oídos receptivos a sus propuestas, a pesar de tocar muchas puertas. El último intento lo hicieron el pasado seis de octubre en un encuentro con productores, empresarios privados y estatales; dolorosamente fueron estos últimos los que menos representados estuvieron, incluso entidades con potencialidades y necesidad de beneficiarse de estas investigaciones, entre las cuales hay algunas que hasta el pago del salario a sus trabajadores constituye un problema.
Los premios de Relevante que ha obtenido con las cápsulas de hoja de guanábana no han sido suficientes para que este producto se encuentre disponible, pese a sus conocidos beneficios para el tratamiento a infecciones respiratorias, dolores articulares e hipertensión.
Reconoce que la ciencia lleva dinero, pero sabe que lo más difícil ya está hecho, y es el aporte desde el conocimiento y la investigación.
MUCHO MÁS
Este grupo de científicos tiene mucho más que ofrecer, pues han creado formulaciones a partir del eucalipto, la estevia, el coco y otras especies vegetales, que no alcanzan estas páginas para reflejar pormenorizadamente y cuyos usos son diversos.
Tras décadas de esfuerzos y constancia acunan la esperanza de que un proyecto que deberá iniciar en enero de conjunto con Biocubafarma, que mostró interés en el concentrado provitamínico y los ácidos grasos y resinosos, los lleve a lograr el propósito de producir a gran escala y dejar atrás las muestras en pequeño formato de sus creaciones.
El llamado a emplear la ciencia y la innovación, como fuerza motriz para dinamizar la economía, ha de ser más que palabras y formar parte del pensamiento de nuestros empresarios, independientemente de la forma de propiedad bajo la cual gestionen sus entidades.
Duele que investigaciones fructíferas lleven más de tres décadas esperando por la implementación, máxime cuando la mayoría de ellas tributarían a la solución de problemas de alta incidencia en la población como es hoy el déficit de medicamentos; que no se utilice el resultado del conocimiento en aras del aprovechamiento eficiente de recursos disponibles: los bosques; que se cataloguen como residuos materiales valiosos para la diversificación de las producciones nacionales.
Cuales alquimistas, el Grupo de investigación para el aprovechamiento de la biomasa vegetal encontró fórmulas para convertir en oro cada parte del árbol, recordemos que abrir sendas a la prosperidad, desde la riqueza que se posee, es el desarrollo local, ese que tanto nos apremia lograr.