Florencio Fernández Chirino ya no es aquel joven que hace casi tres décadas decidió dedicarse por completo a un cultivo -sustento de su familia durante varias generaciones- para convertirlo en un modo de vida y motivo de sus buenos desvelos en cada campaña.
Al tabaco tapado llegó por su padre, porque así habían hecho también su abuelo, su tío y muchos otros; y hoy cuenta con el apoyo de sus dos hijos; mientras María Esther Marino, la esposa, aguarda el momento de incorporarse al ensarte de la hoja en la casa de cura, en el Consejo Popular San Vicente, a unos kilómetros de la ciudad de Pinar del Río.
Cuando estás en la zafra no hay tiempo para otra cosa que no sea entregarse al tabaco, si quieres que todo salga bien, asegura quien conoce las mañas de un renglón vital para la economía cubana y que desde hace mucho encontró su mejor aliado en las tierras de Vueltabajo, mayor productor de la solanácea en la Isla.
Florencio sembró 1,7 hectáreas en la contienda 2021-2022, de la variedad Corojo 2010, cifra que repite hace algunos años en tanto para lograr la calidad de la hoja aconseja siempre tratar de “darle los golpes a tiempo”, estar por delante en cada actividad cultural en busca de buenos rendimientos y para evitar la incidencia de plagas, lección aprendida de su progenitor.
Prefiero la tracción animal y cuento con dos yuntas de bueyes para la mayoría de las labores, porque mi suelo es demasiado llano, explica con la sapiencia de un experto, ganada a base de esfuerzo y de tantas y tantas horas de escucha a sus mayores. En la Cooperativa de Crédito y Servicios Benigno Acosta todos conocen a este hombre, no solo porque se trata de una comunidad pequeña, sino por su carácter exigente para impedir cabos sueltos que vulneren su campaña.
Sus ojos azules parecen perderse en la vega de contienda en contienda, entre plantas y mantas de tapado, como igualmente pudiera perderse la vista de quien por vez primera visita San Vicente en pleno apogeo de la zafra, pues la zona se convierte en lo que llaman un “mosquitero blanco” cual muestra de la cantidad de áreas dedicadas al cultivo.
Y es que para los cubanos el tabaco encierra una carga cultural enorme, sobre todo para los pinareños, dueños de toda una filosofía popular en torno a ese producto gracias a hombres como Fernández Chirino, de casi 60 años, quienes cargan con la responsabilidad de comenzar una cadena humana que va del surco a los fumadores.