Con sus playas de aguas transparentes, virginidad, soledades y misterios, además de todo un arsenal de leyendas a cuestas, la península de Guanahacabibes, justo en Pinar del Río, el extremo occidental de la isla, enamora.
Aproximarse a ese istmo, es como llegar a un remanso de paz, al abrigo de extensos bosques, donde se refugia una flora y fauna de marcado endemismo y a donde llegan cada año especies de aves migratorias que huyen de las frías temperaturas invernales.
Y en torno a sus colinas, abundan historias de corsarios y piratas refugiados allí para cometer fechorías, mientras su presencia dio rienda suelta a fabulaciones increíbles sobre tesoros, las cuales contadas por los lugareños, toman cierto acento enigmático que suele vagar por la península, de escasa densidad demográfica.
La más conocida es la leyenda de María la Gorda, quien cuentan fue una indígena venezolana traída a la fuerza en un barco pirata y abandonada a su suerte, mientras otros la caracterizan como la hija de un navegante español que naufragó en esos dominios.
Dicen que la rolliza mujer se asentó en la Ensenada de Corriente, en el extremo occidental de Cuba, y para sobrevivir suministró comida y compañía femenina a los tripulantes de cuanto navío se aventuraba por el área y hoy su nombre lo lleva el Centro Internacional de Buceo asentado en esos predios.
Como para corroborar la presencia en la península de malhechores, sitios frecuentados por ellos tomaron sus nombres, y aparecen en mapas y derroteros Portugueses, Cabo Francés y la Cueva Enrique y el Limeño, por solo citar algunos ejemplos.
Textos de páginas digitales hacen referencia al primer acto de piratería protagonizado en las proximidades de Pinar del Río, el cual se remonta al 15 de marzo de 1537, realizado por franceses, apoyados por la estratégica posición geográfica de la Península.
También esa zona cuenta con tesoros concretos, como los yacimientos arqueológicos hallados en el cueverío de la región, consistentes en residuarios de los guanahatabeyes, como platos, cucharas y percutores de piedra.
Antes tierra olvidada, con el triunfo de la Revolución, el destino de los hombres y mujeres de Guanahacabibes cambió por completo, al tocar a sus puertas el auge económico y turístico de la zona, impulsado por la Oficina para el Desarrollo Integral de Guanahacabibes (ODIG).
Ahora con una naturaleza más conservada, fruto de la marcada conservación de sus ecosistemas, sus parajes acentuaron su belleza, bajo un sol, que insiste en proporcionar cada día hasta el último de sus rayos a esa tierra solitaria y virginal.