Con la certificación de las producciones de mango, guanábana y yuca, el campesino usufructuario Onay Martínez Díaz, desde su finca Tierra Brava, está en condiciones de comenzar las exportaciones de esos tres productos, a tono con las necesidades de la economía cubana en momentos de intensificación del bloqueo norteamericano y de la crisis mundial agudizada por la COVID-19.
En declaraciones aseguró que se han eliminado trabas en el proceso y ello propició la apertura en el Banco de las cuentas en CUC y en Moneda Libremente Convertible, de cara a la comercialización en el exterior.
Mediante Cítricos Caribe esperan introducir la cúrcuma con fines exportables, una especie con uso en la gastronomía y con múltiples beneficios a la salud, la cual está en los planes de este año.
Añadió que proyectan hacer estudios de mercado en la Zona Especial de Desarrollo Mariel /ZEDM) y antes de que finalice este calendario, aspiran arrancar con la exportación de viandas beneficiadas o congeladas para ese destino.
Insistió en la conveniencia de potenciar la capacitación para que estas acciones puedan ser efectivas, pues sería oportuno conocer qué documentos o permisos regulatorios deben presentarse para consumar el negocio y a qué lugar en específico deben acudir los interesados, entre otras dudas.
Al abordar el tema del extensionismo, el cual considera de mucha importancia, y ” lo ve con buen augurio”, debido al rol que puede desempeñar camino a las exportaciones, reflexionó que no solo es producir y hacerlo con ciencia, sino también transmitir las buenas prácticas, que van desde la parte agrícola hasta la comercialización en el exterior.
Primera en alcanzar la categoría de avanzada en el manejo sostenible de tierras en el país, está inmersa la finca en esas labores agrarias, ya hay cinco campesinos integrados al proyecto del ovino Pelibuey, con animales salidos de Tierra Brava y entregados además con áreas de pastos, y toda la tecnología de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA).
En el ámbito científico trabajan con asesoramiento también de la Universidad de Pinar del Río y con la Asociación Cubana de Técnicos Apropecuarios y Forestales (ACTAF) , además de la cátedra de Agroecología.
Cuenta Martínez Díaz que una vez la fábrica de La Conchita no pudo asimilar su producción de mango, la finca tuvo pérdidas y buscando una solución al problema nació la microindustria, que está resolviendo surtidos a la población, algo que le causa mucha satisfacción.
En su quehacer está involucrada toda la familia, tíos, sobrinos, primos, esposas, y de ella salen más de una tonelada de alimento mensualmente, incluso producciones que antes desechaban, ahora se aprovechan, como es el caso del pimiento más pequeño o marchito, que tras un proceso de hidratación es recuperado y marinado, al igual que otras verduras.
Y así, entre sueños y el trabajo intenso, transcurren los días en Tierra Brava, una finca que en estos tiempos de pandemia se ha crecido para aportar alimentos a la población.