Los jóvenes son decisivos en su enfrentamiento
A lo lejos se divisa el humo, unas veces más blanco, otras más oscuro, según la intensidad del fuego.
El lomerío al norte de la provincia de Pinar del Río tiene algunos de los terrenos de más difícil tránsito para campesinos, trabajadores forestales y el Cuerpo de Guardabosques (CGB).
Kilómetros y kilómetros de bosques de pinares, en los que la vegetación es espesa y el material combustible resulta abundante.
Por si fuera poco, apenas ha llovido este año. Según apuntan los vecinos de la zona, hace casi dos meses que «no cae una gota de agua», y los vientos estos días han sido de hasta unos 45 kilómetros por hora.
Todo ello solo complejiza la situación: el incendio que comenzara hace unos nueve días en las inmediaciones de Arenales había alcanzado este sábado unas 3 234 hectáreas y se combatía desde dos frentes, uno abierto por Minas y otro por San Juan y Martínez, territorio hasta el que llega también el siniestro.
Son más de 500 los hombres del CGB, de las empresas forestales de la provincia y de las de Tabaco que se han adentrado en la montaña. Abren trochas, dan contracandela, una y otra vez, y en muchas ocasiones el viento los ha hecho trabajar en vano y vuelven a empezar.
Disposición y ayuda
Para Roylán García Piñero, jefe de la cuadrilla de la brigada 20 de Mayo, de Guane, circuito Macurije, es una suerte contar con un equipo de jóvenes.
«Tienen disposición, todos llevan ya más de un año en la brigada y son disciplinados. Ahora mismo están abriendo una trocha bien grande para al oscurecer, que es cuando el viento afloja, dar contracandela», dice.
Cuando se trata de incendios, los forestales y el CGB son una gran familia. Sus trabajadores se conocen de contiendas anteriores, de manera que logran coordinar las labores de una forma armónica.
«No obstante, siempre se pasan sustos, acota García Piñero, anoche mismo se me quedaron dos hombres atrapados en la contracandela, pero estamos preparados y se siguen las indicaciones, porque lo más importante es la vida de los muchachos».
William Caro apenas tiene 26 años. Hace siete que trabaja en esta brigada contra incendios del CGB, en Guane. «Es lo que me gusta, dice. Mi abuelo se jubiló aquí, mi tío es técnico de incendio y esto es lo que sé hacer».
Al detalle explica el sobresalto de hace algunas noches: «Veníamos dando una contracandela para evitar que se quemaran unas 50 hectáreas de pino, pero de repente el viento se viró y quedamos entre las dos candelas.
«Eran como las nueve de la noche y no duró más de diez minutos, que rindieron como diez horas, dice ahora más tranquilo. Estábamos en medio de la trocha y las llamas crecieron, pero alcanzaba a ver a mi jefe y compañeros del otro lado. Él nos daba las indicaciones de esperar a que bajaran y de no hacerlo entonces retroceder trocha abajo hasta el veguerío, a unos siete kilómetros. Por suerte, en un momento en el que el fuego se aplacó cruzamos corriendo, había mucho vapor».
El joven cuenta su anécdota más reciente, sin exaltarse. Hace un tiempo, dice, se le quemaron las pestañas y el borde de la oreja derecha. «Siempre hay peligro, pero nos capacitan y somos muy disciplinados».
A su lado van otros dos jóvenes de 21 y 26 años. Edisbel Caro Padrón y Liovanys Graverán Bello, respectivamente, tienen cada uno un año y medio de servicio en el CGB, tiempo suficiente para haber estado en un número importante de incendios forestales, si se conoce que en lo que va de 2025, y contando este de grandes proporciones que aún se combate, suman unos 65 los originados en la provincia. La mayoría, por negligencias.
Edisbel y Liovanys explicaron que la primera misión desde que llegaron a Minas, hace casi una semana, fue tomar todas las medidas para que las casas de tabaco y el caserío más próximo al pie de la montaña no sufrieran afectaciones si el fuego llegaba hasta la zona.
Desde entonces duermen en la tierra, en el camino. Los campesinos del lugar les brindan café; la Forestal les garantiza comida y agua potable, pero no pueden abandonar sus puestos; es la única forma de velar el fuego.
Hace unos días encontraron un río y pudieron quitarse un poco el sudor. «Ya habrá tiempo de descansar», sentencia Liovanys.
«Aquí apenas hay cobertura y conexión; en cuanto entra un poco, enseguida los parientes te caen arriba porque quieren saber de uno. La familia siempre se preocupa», dice William.
Sus historias no tienen para cuándo acabar. Van conversando mientras ascienden una empinada loma. Abajo han dejado los camiones, los buldóceres, los tanques de agua para saciar la sed. El monte hay que estudiarlo para tomar las mejores decisiones.
«Se nos quema el trabajo»
Roylán García Piñero lamenta que trabajan todo el año no solo en el enfrentamiento a siniestros como este, sino en tareas de prevención.
«El monte no es solo madera. Si la quema es baja, como esta, los pinos más viejos se salvan, pero la fauna se lleva la peor parte», acota.
William relata cómo, por delante de ellos, pasan los animales huyendo del calor y de las llamas. «Las jutías, los pájaros, sus nidos, hasta los puercos jíbaros, todo se quema. Incluso un compañero contó cómo en más de una ocasión en otro incendio, alguna jutía en llamas cruzó corriendo la trocha y propagó el fuego de una cuchilla a otra».
«Cada vez que pasa algo como esto, se nos quema el trabajo», recalca el jefe de la brigada con tristeza.
En combate
El teniente coronel Alexander Pereda Burón, jefe del CGB en Pinar del Río, confirmó a Juventud Rebelde, al cierre de esta edición, que aún se combate el incendio. Se ejecutan medidas mecanizadas, se reduce el material combustible para evitar que se siga extendiendo y casi se logra circular con trochas el fuego.
Apuntó que ello permitirá que empiece a quemar hacia adentro y exista una tendencia al control en las próximas horas. Las fuerzas combinadas se mantienen en el área, así como los equipos necesarios.
Señaló que históricamente el mes de abril es el más propenso a los incendios forestales, aunque en 2024 lo fue mayo, a partir de las lluvias de inicios de año.
En las condiciones actuales de sequía, en cualquier lugar de la provincia puede ocurrir un incendio de grandes proporciones, de ahí que el llamado a la población pondere las prácticas amigables con el medio ambiente, y clame por evitar las conductas irresponsables de cazadores y pescadores furtivos, de quienes castran colmenas o circulan en vehículos sin matachispas, acotó.
Entre San Juan y Martínez y Minas de Matahambre se libra una batalla campal. Con jóvenes y hombres de más experiencia se combaten los incendios forestales. De día y de noche, se lucha contra el viento y la maleza, contra el sueño y el cansancio, pero, sobre todo, contra las negligencias que ponen en jaque la tranquilidad de la montaña y de quienes velan por ella.