En la parihuela es donde se decide la cosecha”. Es la primera frase que recibo de Servilio Jesús Córdova Torres al acudir a su encuentro para que me conceda esta entrevista.
A sus 70 años, “Jesusín”, como lo conocen todos, no le quita la vista de encima a su tabaco. Quizás, sea esa constancia la que le valió merecer el título de Hombre Habano 2019 en la categoría de producción.
“Yo digo que a la vez que uno empieza a recolectar tabaco en la parihuela se decide la cosecha en cuanto a daños mecánicos. Voy revisando todo lo que me traen los sacadores, pongo el tabaco en planchas y lo voy hojeando, la hoja que esté rota la saco. Si no estoy, está mi hijo, esto es un trabajo que lleva exigencia y chequeo constante”.
En la zona conocida como Barrigona, en el municipio de San Luis, Jesusín dedica una hectárea y media al tabaco tapado y un lote de 50 000 plantas al de sol. Además, en dos túneles garantiza la postura de los productores de la CCS Camilo Cienfuegos, a la que pertenece, y abastece a un campesino de la Leopoldo Troche.
“En el tapado sembré Corojo 2020, una variedad en periodo final de prueba que es resultado de la Estación Experimental del Tabaco de San Juan y Martínez, creada por la máster en Ciencias Nancy Santana Ferrer; y también planté 3 000 posturas de la variedad 2021 de Eumelio Espino Marrero, que aunque está jubilado sigue aportándole al tabaco.
“La 2020 es muy resistente a todo esto del cambio climático y a las constantes enfermedades que atacan al tabaco, específicamente la pata prieta. Crece con las hojas de manera más vertical y tiene una separación entre nudos muy pequeña. Sus colores en el secado son muy bonitos, los que realmente dan la capa de exportación”.
Conversamos en la casa de tabaco, la cual cobijó por dentro con guano buscando la forma de mejorar el secado, pues regula la temperatura. Ya mostraba más de 2 000 cujes cosechados solo de libra de pie, uno y medio y primer ligero. El segundo ligero y los finos los lleva a la kalfrisa para luego terminar con el gordo y la corona también en la casa de cura.
“En esta campaña ya logramos el objetivo, agrícolamente hablando. Este tabaco viene con muy buen porte. No tiene la mancha verde que ha sido una pesadilla para los productores. Ahora es cuestión de tiempo. Nunca digo cuánto voy a obtener de capa, siempre trato de superar la cifra del año anterior, no para competir con nadie, sino para superarme a mí mismo en cuanto a resultados, y así voy creciendo”.
Hace cinco campañas que Jesusín no usa alambre de púas para el tapado, primero por el déficit que existe y segundo porque con el viento le rompe la tela. Decidió entonces sustituirlo por alambre dulce y de conjunto con sus obreros diseñó unas presillas que les permite maniobrar la estructura sin dificultad y además protegerla. “Tengo pacas de tela de hace 10 años”.
SEGUIR LA TRADICIÓN FAMILIAR
Cuando le pregunto por sus inicios en el tabaco al instante menciona a su padre y me resume su trayectoria en aras de no descuidar la faena: “Siempre he estado vinculado al tabaco porque estaba al lado de mi padre. Tuve la posibilidad de matricular en la facultad después del servicio militar y luego la universidad. Me hice ingeniero agrónomo. Eso me ayudó mucho porque vinculé la práctica que aprendía con él y la teoría que se obtiene en la universidad.
“Un tiempo estuve trabajando en el sector estatal, pero sin desatender el tabaco. Cuando perdí a mi padre no trabajé más con el Estado. Vine para la vega de forma directa, porque la herencia y la tradición familiar no se podían acabar.
“En el 2008, la Empresa de Acopio y Beneficio de Tabaco San Luis hizo un llamado para el tabaco tapado. Siempre habíamos cultivado de sol y dije ‘si el tabaco de sol lo cogíamos bueno y con resultados porque se trabajaba bien, entonces en el tapado hay que hacer lo mismo y cumplir con lo que dice el instructivo técnico’.
“En mi primer año obtuve capa, cuando vi que lo había conseguido supe que podía seguir. En el segundo año también y así, desde esa fecha hasta hoy, he llegado a coger hasta el 46 por ciento. La pasada campaña tuve daños por la pata prieta, todavía no he terminado el beneficio, porque lo llevé a lo que llamamos el ‘rebeneficio’ o un reproceso para que fermente mejor.
“Debemos terminar por un 30 o un 31 por ciento de capa, y tampoco fue el mejor año porque me fracturé un pie y empezamos la campaña un poco tarde, mi hijo estaba solo. Todo eso influyó, pues al tabaco lo que usted le deja de hacer verde se le olvida, pero seco tiene una memoria que es una maravilla”.
UN GUAJIRO DE CIENCIA
Según Jesusín el error más grande de los productores es no cumplir lo que dice el instructivo técnico, ni respetar lo que escriben los científicos del Instituto Nacional del Tabaco de conjunto con las estaciones experimentales.
“En el librito está todo escrito, se actualizó en el 2012. Hay veces que no podemos hacer la totalidad de lo que dice, pero si cumplimos el 80 o el 90 por ciento, los resultados serían superiores en cuanto a la calidad con que ejecutemos las labores.
“Trabajo mucho con la ciencia y la técnica, pero aplico mayormente productos biológicos, porque en nada afectan a los cultivos y tienen menos residualidad en el tabaco. Hago cosas que quizás otros no hacen.
En un foro nacional de agroecología se nutrió de las investigaciones de otros productores del país. Desde entonces cultiva algunas especies que le ayudan a mejorar el suelo.
“La moringa, por ejemplo, es muy buena para el desarrollo vegetativo, porque tiene un ácido que estimula el crecimiento. También aplico la sábila para el estrés de la planta. Cuando termina la campaña siembro terciopelo, frijol caupí, entre otras leguminosas, y veo los resultados en el suelo, ellas tienen la propiedad de fijar el hidrógeno mediante una bacteria que actúa en su sistema radicular”.
No hay secreto en su buen hacer, solo, como él mismo dice, cumplir con lo que indican los científicos, que para eso están: “El tabaco lo cosecho a dos hojas, tal y como lo emite la planta, ¿por qué voy a alterar el proceso y coger tres o cuatro, si con dos basta? Le doy al campo las vueltas que sea necesario. Me ha dado muchos resultados.
“Me gusta darle cultivador a la tierra con el buey o la mula, pero siempre usar la guataca, ya que cada vez que mueves el suelo lo oxigenas y cada vez que lo oxigenas se desarrolla la planta y mejora en todos los aspectos.
“Desde la pasada campaña aplico la trichograma para evitar las plagas. En este campo tengo cerca de 15 tarjeticas a razón de 100 a 120 000 individuos en cada una. Es un organismo que parasita el huevo del insecto y no se reproduce, y uno de los medios biológicos más efectivos, pero lo aplico en la col, el pepino y en los frijoles también. Lo traigo del Centro de Reproducción de Entomófagos y Entopatógenos (CREE) de aquí de Barrigona.
En medio del campo nos señala una tarjetica de cartón llena de punticos negros. Como todo un experto en la materia explica que lleva una dosis por hectárea, pero él le pone dosis y media. “No me implica perder económicamente, sino lo que representa. No fumigo este tabaco desde que le puse la tela”.
PREMIO AL SACRIFICIO
“Realmente me sorprendí con el premio Hombre Habano”, me dice mientras la emoción casi le brota de los párpados. Había sido nominado en la campaña 2016-17, pero esa vez salió electo Virginio Morales Novo, alguien que significó mucho para la historia del tabaco. La próxima vez lo volvieron a nominar y eligieron a otra persona, esta vez de San Antonio de los Baños. Entonces, al tercer año de ser nominado resultó ganador en la categoría de producción.
“Nunca trabajé para eso, pero fue inolvidable. La gala fue en Pabexpo, cuando subí a recibir el premio me dio por llorar, era la alegría de saber hasta dónde habían llegado mis resultados. Es algo muy estimulante y no es llegar, sino mantenerse”.
LA NIÑA DE SUS OJOS
A sus 70 años lo hace todo en la vega, o casi todo, como él mismo dice: “Hasta hoy me siento fuerte. Ya en la casa de tabaco no me subo tan alto, pero los demás trabajos los hago todos. El desbotonado no dejo que nadie me lo haga”.
Y como ha sido tradición familiar también ha legado a su hijo el amor por el campo. “Él es enfermero y un día quiso dedicarse al tabaco de lleno. Le dije que era duro, pero lo quiso así. Realmente es mi brazo derecho y tenemos la posibilidad de ser dos personas que aman lo que hacen”.
Algunos años atrás le aseguró a una colega que el tabaco era la niña de sus ojos. Y no hay nada más cierto, se nota al verlo acariciar celosamente las hojas como el tesoro más preciado. Así es Jesusín, uno de los hombres habanos que hacen de Vueltabajo la tierra del mejor tabaco del mundo.