Ni lo pensé cuando me la sugirieron: a sus 29 años Rosmery González Rosales me pareció de entrada la muchacha ideal para ocupar este espacio de Guerrillero. Joven, pinareña, entregada a lo que hace y enamorada de su tierra: La Palma. Una mujer común que se siente cubanísima.
Dio la casualidad que estuviera ella esa mañana otoñal en espera de que finalizaran unos trámites que estaba haciendo. Me di a la tarea de ir trazando en mi mente un cuestionario que me permitiera indagar con hondura en su vida. En cuanto nos dimos la mano y me sonriera con humildad, comprendí que sería muy fluido el diálogo. Como ocurrió.
“ME HICE NIÑA MIRANDO AL MAR”
Y, ciertamente, fue esta la impresión que tuve en cuanto me habló sobre su origen y primeros años en una de las colinas que embellecen el entorno natal, desde la que se avizora la costa norte de Cuba y su límpido mar azul. Antes, en tierra que bordea el mangle, cual inevitable punto de referencia para la vista, ese gran almacén tan conocido que –a orillas del viejo camino empedrado- posibilita a historiadores locales dar rienda suelta a su sapiencia en relación con el embarcadero decimonónico al que este conducía, y que tantísimo implicara para el surgimiento del poblado de La Palma.
“Tenía tres años cuando mi papá y mi mamá se separaron… Y entonces me fui a vivir a Sanguily, con mis abuelos. A los seis me mudé con mi madre y mi padrastro a Magueyes, hasta que, cosas de la vida, me enamoré y me casé con un muchacho de donde nací”, y ríe entre dientes, de seguro divertida por las trampas del destino.
En la escuela emplazada en el batey del extinto central transcurrió la primaria. Y de ahí, a cursar la secundaria en el no muy lejano centro mixto Julio Antonio Mella, teniendo a la vista la chimenea ya inerte. El parteaguas que significó la matrícula en el Invasión de Occidente, de Cajálbana (décimo y onceno), acabó con el retorno a tierras de los abuelos. Sería esta la época, en el año final del pre, en que empezaran a brotar algunos de sus sueños rotos; esos a los que haremos referencia en los párrafos por venir.
“QUERÍA ESTUDIAR UNA CARRERA MILITAR”
Podemos pasarnos infinito tiempo concibiendo planes para futuros y de un día para otro la veleta gira en sentido contrario, y no sucede lo que añoramos. Es el caso de esta joven que ahora se quita los espejuelos para indicarme sus ojos, sin el menor complejo, a pesar de que fueran ellos los culpables por defecto de la primera desilusión.
“No sé bien ni cómo fue…, pero en 12 me entró el barrenillo de coger una carrera militar. Aquello llegó a ser una obsesión. A todos en la familia nos parecía bien, y ya me veía con el uniforme verde olivo en medio del orden y la disciplina. Pero, en cuestión de minutos, todo se vino abajo. En cuanto la comisión supo que padecía de miopía me pusieron una cruz al lado, y hasta ahí las clases, como en el dicharacho. Había que pensar en otra cosa; en darle un rumbo diferente a mis aspiraciones”.
Y estas se centraron de inmediato en la ingeniería Hidráulica, su otra gran pasión. Sin embargo, el curso 2011-2012 se caracterizó por el otorgamiento de un escaso número de carreras técnicas. De ahí que el hecho de haber optado de antemano por una especialidad de corte militar se convirtió en un hándicap imposible de evadir, e hizo inviable que pudiera ella continuar estudios sin las siempre molestas interrupciones. Era obligatorio el impás en el universo estudiantil.
“EN CASA, QUÉ VA: A GANARME EL DINERITO CON HONRADEZ”
No es Rosmery mujer de quedarse en casa al amparo de nadie. Sin tomar respiro comenzaron las gestiones para hallar trabajo, y bien pronto encontró ella la manera de ganarse la vida. La oportunidad inicial se le dio en el Censo de Población y Vivienda que tuviese lugar en Cuba, en diciembre de 2012; estreno que la adiestraría para enfrentar en lo adelante cualquier tipo de tarea, por compleja que se presentase. Al concluir el evento, sin tener a mano empleo mejor remunerado ni reconocido socialmente, no sintió la menor pena y aceptó la contrata como auxiliar de limpieza en el motel La Palma, lugar en donde la vi muchas veces empuñar los aperos con la frente en alto y la sonrisa a flor de piel.
“Lo hacía, como haría cualquier labor honrada. Pero volvió la compañera y se cerró la contrata. En el periodo que permanecí en Estadísticas, por el censo, había aprovechado para matricular en el curso de auxiliar pedagógica, y seguí también preparándome por mi cuenta con la ilusión de un día volver a optar por alguna carrera universitaria. Incluso, en esa etapa que te cuento pasé la preparación nocturna en Sanguily, tres veces por semana, para los exámenes de ingreso a la Educación Superior; pero al momento de la verdad le cogí miedo a la prueba de Matemáticas, y no me presenté. En ese transcurso, salí embarazada, con riesgo, y al parir mi niño fui a vivir con mi esposo a la casita en Río Blanco, cerca de la escuela donde aún trabajo”.
En el 2016, y gracias a los conocimientos adquiridos durante el curso para auxiliar pedagógica, es ubicada en esta función en el referido centro de enseñanza Fructuoso Rodríguez Pérez, y en muy breve lapso pasa a ocupar la plaza de maestra multigrado, en sustitución por ese entonces de una compañera que se acogiera a licencia de maternidad. Allí permanece aún, entregada al máximo, y a gusto con sus estudios como licenciada en Educación Primaria, a punto de culminar el tercero de los cinco años.
“NO COGER MIEDO… Y ECHAR PA’LANTE”
“En verdad soy muy bien llevada con la gente. Me gusta pararme y hablar con todo el mundo, y, por naturaleza, me duelen como míos los problemas de los demás. Estoy más que consciente de que por los efectos desastrosos de Ian el camino a transitar es, en extremo, difícil. Pero no le temo. Entre todos podemos lograr tener una Cuba mejor, más inclusiva y a la que todos aportemos desde nuestros esfuerzos.
Justa la acotación de la entrevistada. Pero, luego de casi una hora de diálogo ameno y esclarecedor, habiéndola conocido desde la perspectiva certera que me ofrecen esos ojos más sinceros que miopes, me fui con la certeza de que Cuba tiene, en los más insospechados lugares, mujeres dignas y esforzadas.