En estos días-como es lógico- solo un tema de conversación se aprecia entre las personas de todo el mundo; tema y rema tienen nombre: Coronavirus. En las casas, en la calle, por teléfono… este monstruo andante pone en alerta a un sinnúmero de países. Todos los ciudadanos del planeta están impactados por el nuevo enemigo que asedia a la Humanidad y, es obvio, porque indiscutiblemente la Covid-19 sigue mostrándose contra todas las banderas, dispuesto a involucrar a quien se encuentre a su paso. Su lugar favorito: los pulmones; justo el órgano que nos permite respirar y oxigenar nuestro cuerpo.
Sin embargo, no solo los pulmones nos facilitan la respiración, por eso hasta parece paradójico –metafóricamente hablando- que sean las propias personas quienes estén atentando contra el poder “oxigenador” que tiene la comunicación y que en tiempos de pandemia puede ser un alivio entre los seres de cualquier latitud. Resulta contradictorio e inaudito presenciar – en las redes sociales fundamentalmente- cómo un número determinado de personas pierde el respeto al otro y se ataca sin sentido, por la única y absurda decisión de imponer criterios.
Para nadie es secreto que gracias al avance de la tecnología, las redes son hoy, un espacio de comunicación de extraordinario valor que permite abrazarse, besarse, afirmar, diferir, divulgar, contraponerse, etc…incluso quererse y hasta odiarse; pero en todos los casos, una ley elemental de educación pide a gritos ser cumplida: el respeto a la opinión y a la diversidad. En cambio, y apena decirlo, en medio de un caos epidemiológico como el que vivimos en pleno siglo XXI, se hace cotidiano que esta ley se viole permanentemente y sea una práctica comunicativa el politizar, ofender, agredir, atacar, ridiculizar, mentir y hasta burlarse de lo que expresan los demás, en torno a una realidad que está relacionada con una arista tan sensible como lo es la salud de las personas.
Amigos internautas, ser parte de las redes, publicar, emitir juicios y compartir criterios tiene un riesgo: recibir retroalimentación que no necesariamente coincide con nuestra mirada, pero eso no nos da derecho a arremeter ridícula y arbitrariamente contra el interlocutor que no nos aplaudió esta vez. Tengamos presente –al decir del novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés Albert Camus- que “lo peor de la peste no es que mata a los cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”.
Asumamos que la comunicación es un proceso en el que se intercambian mensajes, los cuales obedecen a las prácticas socioculturales de cada quien, a sus experiencias y sentires particulares y eso condiciona que los puntos de vista puedan diferir; entonces una conducta adecuada de ambas partes (tanto del enunciante como del interpretante), debe distinguirse por una buena escucha, donde -a veces-la mejor respuesta es la que no se da. Comportémosno como personas educadas, ni siquiera diría cultas, educadas ya sería suficiente para no leer palabras obscenas, frases macabras (falsamente amparadas en la buena intención) y “discusiones de solar”, como las que inundan las redes sociales por estos días grises.
Pero, también invitaría a que, en estos tiempos de coronavirus, en que las mentes están aturdidas y los corazones agobiados, escuchemos a todo el que nos avisa del peligro porque lo vive de cerca o lo ha visto en la TV o en internet casi que en tiempo real. Escuchemos los consejos y las recomendaciones sin calcular si vienen de alguien que vive en los Estados Unidos, en Inglaterra o en la Conchinchina; lo importante ahora es enriquecernos de las experiencias de todos, sin que nos convirtamos en perros mordedores al acecho de las palabras ajenas. No olvide que cada quien tiene el derecho de expresarse y de opinar y también todos podemos obviar lo que no nos parece oportuno -pero en buena lid-.
Ah, por si no lo saben o no habían caído en cuenta, cuando no les guste lo que alguien piensa, dice o defiende o si les enoja que le vayan a la contraria, hay una opción tecnológica: bloquee a ese alguien y listo, ya no sentirá impotencia o decepción, pero sobre todas las cosas, podrá seguir posteando, tuiteando, publicando en Facebook o en cualquier otra red, sin mostrar a los lectores de cualquier hemisferio su lado flaco de la comunicación.
Exhortar a ser protagonistas de una buena comunicación podría ser un consejo importante para aliviar la crisis que genera la Covid-19 y que no precisamente atañe al sector de la salud y al de la economía global, pero sí y mucho, al bienestar emocional de todos los que hoy necesitamos sonreír a pesar de los tiempos malos que corren.
Estaría muy bueno además de la fumigación realizada con agua clorada en las calles muy importante para la no propagación del covig19, tambíen se podría limpiar con agua nuestros parques en la capital provincial, en realidad son tres principales, opino que una sola pipa en horas de la noche, higienizaria estos lugares, además de constribuir al mejoramiento de las áreas verdes , dada la marcada sequia y evitar contagios y agrego que aún en tiempos de coronavirus hay muchas calles en la ciudad sin limpiar desde hace tiempo