Muchos psicólogos hemos sentido la presión de que otras personas esperan que seamos capaces de “adivinar” lo que están pensando o sintiendo en determinado momento. Tal vez usted ha esperado algo parecido y siento que hoy puedo tristemente cumplir parte de esa expectativa: porque es muy probable que al igual que yo, usted esté pensando en lo terrible que resulta que una enfermedad tan agresiva esté matando y haciendo infelices a tantas personas en todo el mundo.
Igualmente, como yo, puede estar sintiendo emociones displacenteras como tristeza, preocupación, angustia, incertidumbre…; también otros estados afectivos, positivos, como admiración por todos los que se están sacrificando, realizando acciones bondadosas y altruistas por otros seres humanos que muchas veces ni conocen.
Probablemente, ambos nos estremecemos con el aplauso de las nueve de la noche; con cada canción-himno que nos alienta la esperanza; con las muestras de cariño y preocupación de otras personas; con la protección que sentimos de nuestra familia, de los amigos, de nuestro país.
Y posiblemente ambos nos estamos preguntando: ¿Y yo qué estoy haciendo? ¿Qué puedo hacer para ayudar en este engranaje inmenso de la humanidad?
Esa pregunta me la pone difícil y tengo que recurrir a la respuesta tipo con que nos etiquetan (y con la que a veces salgo de un aprieto) “depende…”. Pero es que de verdad depende de quién es usted, qué sabe hacer, cuáles son sus mejores cualidades, cuáles las menos buenas que debe esforzarse para contener, qué ha estudiado y aprendido a lo largo de su vida que ahora puede poner en función de aportar a los demás…
Y mire lo que sale a relucir: ¿Qué ha aprendido usted? ¿Qué hemos aprendido nosotros? Momentos como estos nos invitan a explorarnos en busca de lo que hemos cultivado en nosotros mismos para podernos volcar hacia los demás: qué habilidades tenemos que podemos usar para colaborar, con una, dos, 20 o más personas… todo cuenta y muchos ejemplos hemos visto y oído por estos días… Pero qué más podemos aprender; ¿Qué nos ha faltado por aprender que ahora es esencial?
Y ahí le invito a despertar al maestro, al educador que todos llevamos dentro, aunque esta no sea la profesión que ejerza usted, y si es el caso, pues todavía más: ¿qué nos faltó por enseñar, por educar que ahora resulta esencial? ¿En qué debemos seguir insistiendo en la formación de nuestros hijos, alumnos, familias, las nuevas generaciones?
Para responder hoy, para empezar a mejorar desde ya y seguir educando y aprendiendo en el futuro, tengo una brújula: ¿Qué tienen en común las personas que están actuando admirablemente, que están haciendo algo valioso para ayudar a otros seres humanos, en cualquier magnitud, desde cualquier contexto? Seguro usted tiene varias cualidades que listar. Pienso en algunas como: sensibilidad, altruismo, bondad, valentía, laboriosidad, validismo, tolerancia, autocontrol, disciplina, responsabilidad, para hacer, lo que hay que hacer en este momento, para cuidarse a sí mismos y cuidar a otros … (Involuntariamente vienen a mi mente eternas contiendas: entre el ser y el tener; entre “mi mismo” y los otros…).
Y por ahí vamos encontrando posibles respuestas a “qué puedo hacer para ayudar”, buscando desde las cualidades y virtudes personales, cualquier forma de colaborar. Y de paso podemos esforzarnos para cultivar en nosotros esos rasgos que admiramos y exigirnos actuar en consecuencia, desde nuestros espacios y con los medios a nuestro alcance… También siento que podemos contribuir a educarlos en quienes nos rodean, transmitirlos a otros…
Propongo tomarle las armas a la COVID- 19 y hacer una transmisión exponencial de buena educación, de buenos sentimientos y buenas prácticas para contagiar a muchos… Para ayudarnos ahora y en el futuro… Y que cuando todo pase, porque esto también pasará, seamos mejores personas, más felices, más capaces de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida y de contribuir al bienestar de los demás.
Y ahora, si me permite… me gustaría “adivinar” ¿Qué piensa usted? ¿Qué puede hacer usted?