El pelo de ellas, bien recogido y adornado con graciosos lazos. Una sonrisa en cada rostro, aunque falte algún que otro dientecito por cosas de la edad, o los ejercicios causen dolor. Hay brillo en las miradas, el brillo de quien se siente feliz.
Los profesores indican y la música acompaña. Brazos y piernas dibujan diferentes formas con suavidad, como si el mundo se resumiera a ese momento en que se imaginan famosos bailarines en un gran escenario. El tabloncillo los deja soñar.
Al finalizar la clase, Guerrillero se acerca a la veintena de niños y niñas matriculados en los talleres vocacionales de ballet de la escuela profesional de arte Pedro Raúl Sánchez, de Pinar del Río.
“El ballet es mi sueño, quiero bailar como Alicia Alonso”, dice una de las pequeñas, y el resto hace coro con un “Yo también”. “Lleva mucho esfuerzo y disciplina”, apunta otra, y para enfatizarlo se escucha una voz distinta: “No podemos comer harina, azúcar…”. Sin esperarlo, y porque habían intuido el motivo de nuestra presencia allí, otra pequeña afirma sin regodeos: “El ballet es un orgullo, abrir el ballet sería un orgullo para Pinar del Río”.
SIN OLVIDAR LAS ZAPATILLAS
Hace ya 12 años que el Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNEArt) determinó que la provincia no asumiera nuevas captaciones para la enseñanza del ballet, una vez que terminaran estudios los que ya estaban matriculados.
La decisión obedeció al reordenamiento de la enseñanza Artística en el país, proceso que tuvo en cuenta los discretos resultados de la especialidad en el pase al nivel Medio y la inexistencia de una compañía en el territorio, que sirviera de fuente de empleo a los egresados.
“La de Pinar del Río no fue la única escuela del país que cerró la especialidad en ese momento, pero sí la única que no ha logrado reabrir sus puertas hasta la fecha”, nos comenta la profesora Mónica Sánchez Quintana.
Si bien los profesores de la desaparecida cátedra encontraron empleo en casas de cultura y otras instituciones, el deseo de retomar la enseñanza del ballet no ha menguado en ningún momento. Tampoco han faltado nuevas generaciones de niñas y niños con el sueño de bailar en puntas.
Por eso, al decir de la joven maestra, la creación de la compañía infantil y juvenil Danzare ha sido, en lo personal, como un bálsamo para aliviar la ausencia del estudio de la especialidad. “Pero no es un taller institucional”, aclara.
Junto a los bailarines Marcia Salgueiro Regalado y José Armando Crespo Castillo, Mónica encabeza el proyecto por el rescate del ballet en la provincia.
“Nosotros empezamos esto, porque a raíz de Danzare pudimos constatar que existía esa necesidad en los niños, lo estamos haciendo por ellos, hay niños muy buenos, con mucho talento”, asegura José Armando.
Como parte de la iniciativa, los muchachos se convirtieron en realizadores del documental ¡Vuelve Ballet!, y participaron en la introducción del estilo neoclásico en la compañía de danza contemporánea Danzaire. “En un futuro puede surgir una compañía profesional de pequeño formato o un ballet de cámara”, considera Marcia Salgueiro.
A su juicio, “rescatar la enseñanza del ballet es, primeramente, un derecho de nuestros niños, y si en la provincia existe una escuela con las condiciones, hay un claustro de profesores, por qué no aprovechar este privilegio.
“Pinar no es cualquier provincia en la enseñanza del ballet, es muy conocida la historia del municipio de Mantua que ha contribuido con un numeroso aporte de bailarines al Ballet Nacional de Cuba (BNC) y a otras compañías. Pinar siempre ha sido una cantera muy fuerte para el ingreso de estudiantes al pase de nivel y luego al BNC”, explica.
El inicio, hace dos años, de los talleres vocacionales -autorizados por el CNEArt y con la aprobación de Viengsay Valdés, directora del BNC- representa el primer gran paso hacia el probable retorno de la especialidad a la escuela de arte pinareña.
CONSPIRA EL PASO DEL TIEMPO
El estudio del ballet puede comenzar desde los cinco años de edad, aunque en nuestro país las captaciones de las escuelas de arte van dirigidas a infantes de nueve años.
Según nos explica la profesora Mónica, “por eso son tan importantes los talleres vocacionales; en esos niños que tienen un poco de aptitudes vas logrando ciertas habilidades motrices que les van a servir en su vida cotidiana y también para las captaciones que deben ocurrir en cuarto grado”.
Estudiar ballet representa todo un desafío para los infantes, que va desde las destrezas físicas que deben conseguir hasta la férrea disciplina en el estudio, la alimentación y otras cuestiones. “Deben perder un poco de infancia, pero ganan en creatividad y buscan un mundo interior muy bonito”, reconoce la entrevistada.
En Pinar del Río, cerca de 80 niños y niñas apasionados por el ballet forman parte de esta modalidad de aprendizaje, sin abandonar las escuelas de la enseñanza regular, es decir, comparten su tiempo entre uno y otro escenario, gracias al imprescindible apoyo de sus familias, que no está exento de sacrificios.
Además de en el territorio cabecera, los talleres tienen sedes en los municipios de San Juan, San Luis, Consolación del Sur y La Palma.
“De abrirse la especialidad, se haría una búsqueda de niños con talento en todos los municipios, luego la escuela les haría varios exámenes de captación, y los elegidos cursarían el nivel Elemental, desde quinto hasta noveno grado, para después presentarse a exámenes de captación para el nivel Medio en La Habana”, expone Sánchez Quintana.
Las esperanzas de los defensores de la enseñanza de Ballet en Vueltabajo están puestas en el próximo curso escolar. De no contar con el autorizo del CNEArt para esa fecha, ya los alumnos que cursan actualmente el cuarto grado perderían la posibilidad de ingresar al sistema de enseñanza Artística del país.
Yudmila Delgado es madre de una de las alumnas a las que el calendario les puede jugar una mala pasada y considera injusto que, luego de dos años de consagración a su sueño de ser bailarina, la pequeña no tenga la oportunidad de presentarse a exámenes.
“Sabemos que hay una prueba, que se van a presentar otros niños y que quedarán los que más talento tengan, pero no tener esa oportunidad sería doloroso. Siempre he tenido la esperanza de que este es el momento de abrir la especialidad y de que va a suceder”, confiesa.
Otros padres entrevistados manifestaron su conformidad con el rigor con que transcurren los talleres y la evolución que perciben en sus hijos. Asimismo, expresaron su agradecimiento hacia los profesores: “Sin ellos no hubiésemos llegado a este momento en que hay condiciones y hay esperanzas”, asevera Yudmila Delgado.
ADEMÁS DE LA ESPERANZA
Más allá de la pasión con que los jóvenes profesores defienden la reorganización de la cátedra de Ballet en la provincia, existen pasos certeros hacia la consecución de ese objetivo.
Marcia Salgueiro nos cuenta que “recientemente recibimos una visita del CNEArt y nos pidieron un muestreo del actual cuarto grado, evidencias, fotos, videos, o sea, un material audiovisual para tenerlo en cuenta a la hora de tomar una decisión”.
Por su parte, la dirección del Gobierno en la provincia ha expresado la voluntad de apoyar financieramente el proceso inversionista que implica el regreso del ballet a la Escuela de Arte del territorio.
Según adelantó la directora del centro, Dorayma Díaz Rivas, en diciembre debe comenzar la construcción de un nuevo tabloncillo; en tanto, negocian con mipymes la adquisición de zapatillas, leotardos, mallas y otros accesorios necesarios en la especialidad.
“También evaluamos la situación de los albergues, el salario de los profesores, cuáles son los más calificados para integrar el claustro, porque no es solamente abrir la especialidad sino también sostenerla con resultados positivos. Por el diagnóstico y control que se les ha hecho a los talleres vocacionales en los diferentes municipios, creo que contamos, tanto con los alumnos como con los profesores necesarios”, subrayó.
El proyecto para el rescate de la enseñanza de Ballet en Pinar del Río ha ganado la solidaridad de muchos en el gremio artístico, pero en especial de un público que repletó el teatro José Jacinto Milanés a finales de agosto, cuando tuvo lugar allí el espectáculo de cierre de los muy concurridos talleres de verano.
Hoy Vueltabajo sueña con su ballet y lo defiende hasta donde lo permite la autonomía otorgada a los gobiernos locales. La brecha entre quimera y realidad parece acortarse cada vez más. Sin embargo, aún no hay una respuesta definitiva del CNEArt.
Ciertamente, retomar la enseñanza de la especialidad es solo un punto de partida, pues sería irresponsable no concebir luego una estrategia de trabajo que, en un lapso no muy extenso, favorezca la realización profesional de los egresados aquí, en su tierra.
El camino es largo. Por lo pronto, habrá que agradecer la tozudez de Marcia, Mónica y José Armando, los tres muchachos que se han repuesto de cada tropiezo y no han cejado en el empeño de que Pinar tenga otra vez cátedra de Ballet. Habrá que agradecer esa filosofía de vida que José Armando compartió con Guerrillero:
“Lo que verdaderamente vale la pena hacer en la vida es lo que hacemos por otras personas, porque lo que hacemos por nosotros mismos se va cuando morimos, así que esto lo hacemos por ellos, para devolverle a Pinar del Río lo que siempre ha sido una tradición tan fuerte y arraigada, para devolverles a esos niños su sueño de ser grandes bailarines”.
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