Si el doctor José Rubiera y el doctor Francisco Durán se conocieran estoy segura de que entablarían diálogos plagados de elocuencia. Hablarían de la familia, los amigos, cómo va el mundo, quizás cenarían juntos y se tomarían un buen trago de Havana Club mientras hacen el recuento de sus más atrevidas experiencias. Sería maravilloso contemplar la charla de estos excelentes comunicadores, pero yo en particular preferiría que lo dejaran en el plano informal. Honestamente me aterra el hecho de que coincidan en el ámbito profesional.
Hace meses que el papel de Durán lo equiparan con el de Rubiera, pero a partir de ahora y hasta noviembre, cuando proyectan los modelos que pudiera haber un rebrote de la enfermedad en Cuba, ellos van a compartir escenario. En entregas precisas nos informarán sobre las situaciones que les competen, todas con peligro para nosotros y no puedo evitar pensar que entre ciclones y COVID-19 no prefiero ninguno.
Ellos harán gala de sus conocimientos y el trabajo de sus equipos para prevenirnos; y nosotros ¿qué haremos? Habrá que ser más receptivos y cuidadosos aún; habrá que aprender a sobrepasar cualquier situación que se avecine porque sin dudas la temporada ciclónica supone peligros extra y pudiera complejizar la situación epidemiológica y agudizar la situación económica en el país.
Hasta ahora solo está en nuestro poder aquello de usar el nasobuco, quedarnos en casa, lavarnos las manos, mantener la distancia. Esperemos que la naturaleza se apiade de lo que estamos atravesando y no nos mande un visitante desagradable en estos meses. Entonces tendremos que permanecer en los hogares con más vera, asegurarlos, mirarnos de lejos, persignarnos todos los días -los que creemos en algo- y tratar de conservar la vida.
Nuestros sentidos no pueden quedar impasibles ante alertas meteorológicas, ni pensar de forma pesimista: no somos los únicos en el planeta que puedan tener estos problemas. El peligro del virus y otras enfermedades pueden multiplicarse en caso de huracán y lo único que nos queda hacer ante las adversidades que atravesamos es quedarnos en casa.
Mientras tanto, quisiera que los doctores no se tropezaran nunca en los estudios de la televisión, que sus horarios fueran diferentes, sus partes más alentadores. También preferiría que la gente hiciera lo que toca ahora para que luego no tengamos que lamentar males mayores por lo que pudimos prevenir; que lo que constituye responsabilidad nuestra no se convierta en nada que nos vulnere.
Dos figuras de prominente talento nos ofrecen sus servicios en tiempos en que necesitamos sobre todo orientación. Son de los imprescindibles, con más audiencia que la telenovela y en cada hablar pausado, con cadencia de padre que advierte los avatares de la vida para que sus hijos no fracasen, realizan la labor más importante de todas en circunstancias de peligro: la prevención.
Por eso prefiero que compartan Rubiera y Durán como amigos, pero no me den partes simultáneos. Lamentablemente no está en mi poder, ni en el de nadie y no nos queda de otra que pensar con responsabilidad sobre nuestras vidas, ponernos a buen resguardo y cuidarnos para si la tormenta se acerca podamos sobrevivir a ella y al nuevo coronavirus. Luego ya veremos.
Mi más sincera enhorabuena a Vania López por este artículo. La originalidad la y sutileza no le resta seriedad y objetividad.
Cuida el uso de las subordinadas y algún adjetivo majadero : «plagados»y un adverbio mejorable: » resguardo» . Es tan oportuno como necesario. Me encanta el sentido del texto.